Un hombre con el planeta en la cabeza | El Nuevo Siglo
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Sábado, 18 de Abril de 2020

Carlos Augusto Molina es el nuevo coordinador del Planetario de Bogotá. Este físico y astrónomo se dedica a su gran pasión: comunicar la ciencia. Y eso es, sencillamente, hacerla entendible para el disfrute de todos

DESDE muy pequeño tuvo la fortuna de recostarse en una amplia pradera donde, cobijado por la majestuosa oscuridad que ofrece el campo, dedicaba horas a observar el cielo, sus estrellas y divagar, como cualquier niño, sobre qué habría más allá de esta Tierra.

Sus innumerables horas de observación nocturna de ese infinito panorama, aunadas a su inquietud por lo que encerraban esos objetos luminosos, lejanos pero imponentes, despertó un espíritu científico que, con el paso de los años, no solo lo llevaron a elegir la física y la astronomía como sus profesiones, sino que lo convirtieron en un hombre que, con el universo en su cabeza, desarrolló su gran pasión: comunicar la ciencia.

Ese es Carlos Augusto Molina, el hombre que con gran formación profesional y sabiduría universal, es hoy a sus 40 años un apasionado por la astronomía pero sobre todo por enseñar cómo esa ciencia, la que define como multicultural, pone al ser humano frente a su lugar en el universo. Y ese es precisamente su mayor objetivo ahora desde la coordinación del Planetario de Bogotá.

Molina es oriundo de Santa Rosa de Osos, un municipio localizado en la subregión norte del departamento de Antioquia y sus orígenes familiares son los de una familia tradicional, con una madre ama de casa; un padre comerciante y finquero y un hermano sicólogo.

Evocando su infancia, para este relato, Carlos menciona con añoranza que viene de un pueblo que lo llenó de felicidad en los primeros años de su vida y recuerda con nostalgia esa vida de campo, plena de naturaleza donde se sentía libre jugando con sus amigos sin la supervisión de sus padres y con cierta autonomía.

Se crío en el campo, en una finca. Cuenta que vivía en una casa muy grande que tenía una historia porque había sido un hotel en el siglo XIX. “Recuerdo que cuando llegamos a esa casa había unos sobrantes de televisores, radios y objetos, así como de electrónica, fue entonces que con un grupo de amigos hicimos como una especie de club, donde transformábamos los cacharros, le sacábamos los imanes para arreglarlos y jugar con ellos”.

Y aquí es donde Carlos Molina empieza a descubrir y sentir pasión por lo que es hoy, un gran amante de la física, la educación y la astronomía. Comparte que solía sentirse maravillado con la visión del cielo nocturno de Santa Rosa de Osos, su pueblo natal que en su época aún era muy rural. Siempre estaba en contacto y con la mirada puesta en el cielo, disfrutaba sus paseos por el campo recogiendo frutillas silvestres y bañándose en los charcos de agua natural, sintiendo su libertad.

Cuando estaba en sexto de bachillerato, supo que lo suyo eran las estrellas pues permanecía mucho tiempo frente al televisor viendo dos programas: Nova de la televisión pública norteamericana y Cosmos de Carl Sagan. Esos dos contenidos lo marcaron y fueron su inspiración para buscar en la astronomía un proyecto al que se pudiese dedicar para el resto de su vida.

Así que cuando llegó el momento de estudiar, no titubeo, realizó su pregrado en Física en la Universidad de Antioquia, posteriormente cursó una maestría en Astronomía en el Observatorio do Valongo de la Universidad de Río de Janeiro y en la actualidad sigue ampliando sus conocimientos como estudiante del Doctorado en Educación en la línea de la ética de la ciencia, en la Universidad de Lisboa.

Pero, además de ser un profesional multifacético; ama la música y el trombón. Su primer trabajo fue como trombonista en una banda de su pueblo paisa y sabe que si no hubiese sido astrónomo sería músico, jazzista, seguro, o historiador, sus dos otras pasiones.

Su recorrido laboral ha sido amplio, trabajó como profesor de física y matemáticas en el Seminario Menor de Santa Rosa de Osos y después se desempeñó como docente en la Universidad de Antioquía en el área de física – mecánica. Tras permanecer un tiempo fuera del país, regreso hace dos años, para ser director científico del Planetario de Medellín y antes de asumir el liderazgo del Planetario de Bogotá estuvo al frente de la coordinación nacional para Colombia de la Oficina para la Divulgación de la Astronomía - OAO de la Unión Astronómica Internacional.

Devenido ahora como coordinador del icónico Planetario de Bogotá, su hoja de ruta  es clara: potenciar a este centro como un referente de la comunicación y la apropiación social de la ciencia a nivel nacional. 

 “El mejor trabajo para mí es el de comunicador de las ciencias, eso en varios sentidos, trabajo con la docencia universitaria, pero también he tenido la oportunidad de trabajar en divulgación de la ciencia, específicamente en divulgación de la astronomía, entonces creo que eso ha sido como lo que más me ha inspirado durante mi carrera, poder comunicar la ciencia”, dice Molina.

Y esa línea, la de hacer entendible y apasionante la ciencia para cualquier persona, se la debe a uno de sus grandes maestros, el profesor Alfonso Sepúlveda Soto. “El me influenció mucho y marcó mi carrera, porque a través de sus clases siempre construyó puentes entre la teoría y lo que simbolizaba lo formal y la forma de contarlo, la forma de inspirar, de hablar y transmitir el conocimiento de una manera clara y bella”, anota.

De esta forma, para el nuevo coordinador del Planetario de Bogotá, es importante plasmar la astronomía como una ciencia multicultural en la que confluyen saberes y relatos a muchas voces. Así, es un fiel convencido de que esta ciencia pone al ser humano frente a su lugar en el universo, brinda esa idea de construcción cultural, y muestra cómo a través de siglos, la humanidad ha consolidado un conocimiento que le permite predecir, que le permite soñar, que le permite inspirarse para otros estudios, para ir más profundo en el conocimiento.

Por eso, enfatiza que la astronomía es sobre todo una ciencia cultural e inspiradora y parafrasea una cita de la Unión Astronómica Internacional, “hemos creado muchos relatos, pero todos bajo un mismo cielo”.