Un poeta todo terreno | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Febrero de 2016

Por Óscar Domínguez Giraldo

Biógrafos de primer semestre aseguran que Juan Manuel Roca Vidales, hijo de Rubayata en doña Clarita, nació un 28 de diciembre. Falso. Para no hacer pasar por inocente a la poesía dejó su nacimiento para el día siguiente, el 29.

Así los astros no lo descifren bien, Roca, el de la eterna bufanda al cuello y de remoto parecido a Rembrandt, nació capricornio, como Henry Miller, y como el Niño Dios, quien pocón de poesía. Todo se le fue en religión. Roca pocón de religión. Se le fue la mano en poesía.

Finalista en un premio “Rómulo Gallegos” de literatura, es uno de los bardos de la parroquia más laureados, más publicados, más citados, más invitados, más traducidos (inglés, francés, alemán, griego, ruso, japonés, rumano, portugués, sueco), más envidiados, más reeditados, más criticados,  más taquilleros y un largo etcétera. Los premios no duermen tranquilos hasta que Roca se los gana.

Por espacio de diez años fue coordinador y luego director del Magazín Dominical de El Espectador, doctor Honoris Causa en Literatura de la Universidad del Valle, y eterna tallerista de la Casa de Poesía Silva (propone que se les diga “tallerines por tener un sentido casi gastronómico, de retroalimentación”).

El explosivo escritor es modelo 46 como esos carros de latas eternas como una roca, voz homófana de su apellido que vino a lomo de carabela desde “chapetonlandia” (España).

A varios nos sucede que leemos sus poemas, cuentos, crónicas, reseñas, ensayos, entrevistas, novelas, lo que sea, y se nos alegra el semestre.

Habla de “la vida, esa feliz bancarrota”. Es el único que escribe “la palabra eternidad y una rosa se marchita”. En el reloj de pared de Roca, “el tiempo pasa de puntillas como un sueño”. Según su “jurisprudencia” poética “… la música es la luz de los ciegos”, de los que dice también que algunos “recorren como a un piano los libros”.

En el extenso reportaje que le hizo su paisana y colega en las musas, Piedad Bonnett, y en otras charlas,  el de la poesía “on the rocks” afirma que “dedicarse a la poesía es como dedicarse a hacer agujeros en el agua”.

A la hora de las confesiones revela también que “escribir poesía es como ser pastor de abismos”. Otras reflexiones  “róquicas” sobre su oficio de fabulista: la poesía es “una especie de luz en la nocturnidad”, un “entrecomillado de la realidad”.

No en vano el fallecido chileno Gonzalo Rojas, premio Cervantes de literatura, cuando hablaba de este poeta “pura sangre” nacido en el Pabellón de Pensionados del Hospital San Vicente de Paúl, en Medellín, dice que leer a Roca “será siempre un placer, un frescor, una cruza casi animal de imaginación y de coraje”. Y en el prólogo de “Cantar de lejanía”, una de sus antologías personales, editada por el Fondo de Cultura Económica, le ordena: “…, escribe, hombre, escribe: No pares de escribir”. No termina ahí: “Me habría gustado escribir muchos de sus textos”, agrega Rojas.

Y como entre algunos escritores no se pisan las metáforas, el laureado y fallecido Germán Espinosa, a quien el irreverente Roca prefiere al “Divino” García Márquez, decía que Juan Manuel “posee la primavera perpetua de todo creador; es -entre nuestros poetas actuales- el Poeta”.

En uno de sus libros, “Cristal de Roca”, de la Editorial Domingo Atrasado, en la sección reservada a la presuntoteca, Roca aparece atarzanado por Gabo, en Cartagena, y posando para la posteridad con Espinosa en Berna, Suiza.

El mundo, por hábitat

Al año y medio de vida, el premio nacional de poesía Colcultura 2004 con “Las hipótesis de nadie”, con la curaduría intelectual de Darío Jaramillo Agudelo y Manuel Borrás Arana, para que no queden dudas de la calidad de la obra; el Premio Nacional de Cuentos Universidad de Antioquia con “Las plagas secretas y otros cuentos” (2000), al año y medio de vida, Roca, repito, gateaba en Porte Etienne, África Occidental francesa,  construyendo castillos de arena en la arena del Sahara. O sea, que en vez de caballitos de madera hechizos, jugó con camellos “de elásticas cervices” y con dromedarios de carne y desierto. Allí se tuteó con beduinos en cuyos ojos  veía retratados espejismos en el sitio donde suelen habitar las pupilas.

Su asombro más remoto es haber trepado de niño a las pirámides de Teotihuacán, en México. Jugaba a las escondidas en el patio del Palacio de Quetzalpapaloti y se alimentaba de atardeceres desde la Pirámide del Sol, en México. Así “es fácil ser poeta”, diría su colega Jaime Jaramillo Escobar.

En París inició un doctorado -que no termina- como “enfant terrible”, gracias a la profesión de vagabundo ilustrado de su padre diplomático, godo librepensador (pa’ godos, los liberales de Ocaña, Norte de Santander, de donde era oriundo Rubayata). De la mano de Fabio, su hermano mayor, de exóticas inclinaciones políticas, el “loco bajito” de rizos dorados jugaba con pequeños veleros en los estanques del Parque de las Tullerías y les hacía competencia a los muñecos del itinerante teatro de guiñol. A su hermana Bolivia, compañera también de su viaje, en el que se ha formado más que en las aulas, Juan Manuel suele regalarle boleros de los que canta el chocoano Arista, también convertido en carne de eternidad. En el parche de Arista, en la bogotanísima Avenida 19, sorprendí a Roca escuchando música cubana.

En ese mismo París descubrió la risa -cédula de ciudadanía del humor- viendo sudar plusvalía a saltimbanquis y payasos. En el zoológico de la gala capital se hizo amigo personal de los “papagayos amazonensis” traficados desde las selvas del Putumayo.

A los cinco años, de paso diplomático por Madrid, fue graduado poeta anticipadamente por Aurelio Martínez Mutis, autor de “La epopeya del cóndor”. Le extendió certificado de poeta cuando leyó este verso del chaval, joder: “La unión de los niños por la paz, contra la guerra de los grandes protegerá la tierra, cielo y mar de nuestra patria de los Andes”. Conclusión de Martínez Mutis: “El chaval tiene madera de poeta y de patriota”.

Pero como nadie es perfecto, ni siquiera los versificadores, a los seis años era mascota del Independiente de Medellín. Fue su incapacidad para ser interior derecho del Poderoso DIM lo que lo obligó a volverse versotraficante. Lo mismo le pasó a su colega Darío Jaramillo. Como a su equipo, ama los trenes y los pomares de Medellín. También venera a Vallejo, “con o sin aguacero”, Huidobro, Lezama, Rulfo.

Así como delira por el DIM, en música está casado en primeras y definitivas nupcias con el son cubano y el porro colombiano. Para equilibrarse, detesta los perros, el pragmatismo de los políticos, el maracuyá, la patria de Whitman, el militarismo, el merengue, la nueva trova cubana, De Greiff, Benedetti, Dalí…

 Poesía por cooptación

Disfruta de la frustración de no haber sido pintor. Entonces convirtió el abecedario en su paleta de colores para construir toda suerte de inagotables metáforas. Decidido a ser pintor con palabras, se deja influenciar por Chagall, Morandi, Hopper, Ernst, Velásquez, Picasso, Van Gogh, y paremos ahí.

Es poeta por cooptación, a dedo: su padre, Rubayata, inundó su niñez de ese esperanto de la imaginación llamado ajedrez, y tapizó su cuarto de ficciones convertidas en libros. Que no falten “Las mil y una noches” para sus mil y dos insomnios de lector voraz. Con su madre que le sugirió no leer por obligación, se llenaba de imágenes para sus poemas posteriores: “Mi madre y yo en la terraza. Y abajo, ángeles de la sombra (los niños ciegos) corrían como locos tras el ruido”.

Su coronel Aureliano Buendía fue su tío el poeta cuyabro Luis Vidales quien le inoculó la inspiración. Al lado de la dosis personal de textos escolares, el burócrata (mejor, estadístico) de “Suenan timbres” le infiltraba obras de griegos y romanos. Que no falten Rimbaud, Verlaine, Poincaré, Baudelaire, García Lorca, Machado, Quevedo y Villegas, Góngora, Cervantes y Espronceda. Quiso ser César Vallejo y fracasó en el intento. Se dedicó a ser Roca y le sonó la flauta.

El tío Luis le anticipó su activismo político que en alguna elección lo llevó a convertirse en guardaespaldas poético del candidato del Polo, Carlos Gaviria, “Papá Noel”.

En una especie de manifiesto de adhesión, el antiuribista Roca notificó “Uribe et orbi”: “No es exagerado afirmar que estamos en una encrucijada histórica en la que habrá de definirse la suerte o la desgracia nacional. Tal vez por esos motivos, y sabiendo que Carlos Gaviria es alguien proveniente de la Academia y la Cultura, cerca de 900 artistas e intelectuales firmamos una carta de apoyo a su candidatura, algo sin precedentes en la historia de las candidaturas presidenciales en Colombia”.

Entrevista para el olvido

Por la poco poética vía de internet, mujer fatal de la cibernética, Roca absolvió inquietudes que le propuse cualquier día:

-¿Recuerda qué estaba haciendo el día de su nacimiento?

-Hibernando. Alguien interrumpió mi sueño, lo que se volvió una pésima y reiterada costumbre a lo largo de mi vida.

-¿Usted es más Roca o más Vidales?

-Soy Roca por lo terco. Vidales por lo muy terco.

-¿Qué es ser antioqueño?

-Es, al contrario de lo que muchos piensan, aferrados a un lugar y a unas costumbres, estar enamorado de la lejanía. Pregúntele a Barba Jacob.

-En Antioquia la gente nace liberal o conservadora, católica o católica. ¿Nunca se reveló contra ese esquema?

-Aunque soy antioqueño atípico, sólo por el lado materno pues por el paterno soy nortesantandereano, esa pugna se dio, pero no con ribetes de tragedia. Nací escéptico. El esquema del que hablamos no fue una camisa de fuerza.

-¿Qué es ser colombiano?

-El argentino más citado del planeta dijo que “un acto de fe”, aunque en muchos casos resulte un acto de mala fe. Somos ciudadanos del país de Sísifo. Todas las mañanas subimos la piedra hasta la cima para verla caer, una y otra vez. Los bíceps de la paciencia, que son los de Sísifo, nos han hecho fuertes pero también nos han encallecido.

-¿Está amañado con el signo que le tocó en reparto?

-Soy capricornio, como el niño Dios, pero espero no morir crucificado.

-¿Se ha guiado por lo que dicen los astros de usted?

-Con el perdón de los astrólogos, los astros no me conocen.

-¿El mejor consejo que recibió de papá Roca?

-Lo dijo en broma, pero me lo tomé en serio. Un domingo, ante el dilema de hacer una tarea estudiantil o tomarme una cerveza, me dijo: “tómesela, uno no se puede dejar vencer de la fuerza de voluntad”. He tenido que luchar contra esa divisa taoísta.

-¿Y de mamá Vidales?

-No leas por obligación.

-¿Tiene muy alborotado el complejo de Edipo o de doña Electra hay algo?

-Ni lo uno ni lo otro, Freud mediante.

-¿Si volviera a nacer repetiría el mismo libreto vital?

-Mi libreto no lo hizo Fellini. No me molesta ser actor de un filme poco taquillero. Lo confieso: cuando dirigí el casting de la película de mi vida me hice el ciego y pasé por alto mi falta de apostura para un rol protagónico. En suma, haría más liviano el libreto y besaría a Jessica Lange antes de que cayera, definitivamente, el telón.

-¿Fue un estudiante nerd, es decir, de esos que siempre sacaban cinco en todo, no tenían novia (las novias se los tienen que levantar) y no se tomaban un aguardiente?

-Me expulsaban de clase a causa de mi risa. Tuve repulsas con maestros autoritarios. Me creía un guerrero, pero caía ante los negros perdigones de los ojos de una muchacha. Más que a un billar me escapaba a jugar fútbol.

-¿Mientras más conoce a los hombres más quiere sus poemas?

-Más quiero los de Rimbaud. La poesía pone en duda la estupidez humana.

-¿De dónde nació su devoción por la poesía?

-De una insatisfacción con la realidad.

-¿Qué es ser poeta?

-Lo estoy averiguando.

-¿Tienen alma los poetas?

-Tienen alma, como César Vallejo, y enjalma como los cantores de nostalgias montañeras.

-¿Se da piquitos de felicitación cuando ve esa hoja de vida suya llena de premios de poesía?

-Ni el beso de Narciso en el espejo, ni el de Judas en la mejilla asignada para las bofetadas.

-¿Se siente muy solo desde que hizo las paces con el poeta Jotamario?

-Hacer las paces es derrotar los egos. No se necesitan, en el caso de quienes se dedican a la escritura, Ralitos ni Caguanes, ternurólogos ni comisionados.

-¿Para un poeta, donde empieza y termina la ética?

-La ética no termina. Empieza en casa y continúa en la vida colectiva.

-¿Hay motivos para desconfiar de los poetas, esos mentirosos que siempre dicen la verdad, al decir de Cocteau?

-También la verdad se inventa, decía Machado. Pero hay que merecer lo que se sueña.

-¿Cuál es el modus operandi para enamorar féminas?

-No tengo. George Sand decía que Don Juan tiene un cuerpo de mozo de cuadra y alma de prostituta. No soy un leñador buscando su Lady Chaterley.

-Por favor recite la primera parte del poema de amor que más le guste.

-El último verso de Petrarca al morir su amada Laura me resulta bello y contundente: “En su rostro la muerte se hizo bella”.

-¿Le ha ido bien con las féminas?

-Regular, gracias. Pero no me niego a lo dicho por Aristóteles según el Arcipreste de Hita: “el mundo trabaja para dos cosas: la primera/ para tener el sustento;/ la otra cosa es / para conseguir unión con hembra placentera”.

-¿A ellas con usted?

-Regular, gracias.

-¿Le da miedo envejecer?

-Me da miedo la postración. Estoy por el derecho a una muerte digna. Llegado el caso, espero que me envíen sin dilación al otro toldo.

-Dicen que su genio es parejo, siempre emberracado. ¿Por qué?

-Si lo dicen no me conocen.

-¿Ha sido feliz?

-Ver un cielo azul cobalto, una pintura que nos escudriña, un gesto de amistad; oír a quien no guarda servidumbres o viajar a un planeta llamado Nabokov son fisuras por las que he vislumbrado la felicidad.

-¿Se ha enfermado de uribismo o son calumnias de la oposición.

-Uribe es errático, autocrático y mediático. Su pacificación de Urabá a sangre y fuego cuando fue gobernador de Antioquia dejó una contrarreforma agraria antes de que hubiera una reforma. ¿Cómo dejará el país? Ojalá sólo sean 4 años a bordo de sí mismo. (Y en su manifiesto de adhesión a Carlos Gaviria del que se habló antes, complementa: “Repito, entre la civilización o, mejor, el llamado a una civilidad que encuentro en Carlos Gaviria y el talante bárbaro de las realizaciones uribistas, el péndulo señala una hora infortunada de polarizaciones. Gaviria Díaz no niega que haya un conflicto armado. Uribe lo niega y sigue investido de una verdad sin asidero, como aquel reyezuelo al que los niños advertían que iba desnudo en su andadura por las calles, pero al que sus cortesanos le celebraban su atuendo invisible”).

-¿Qué se le ha quedado dentro del tintero vital?

-Un lienzo bien pintado.

-¿Es de los que dicen que está de regreso de todo?

-Solo de regreso de unos cuantos espejismos.

-¿Qué hará en su próxima reencarnación?

-Como dijo Jim Morrison: “cancelen mi suscripción a la resurrección”.

-¿Cosas que no repetiría de las que ha hecho?

-Lo repetiría todo, pero con más rigor.

-¿Le da gracias a la vida, o no le ha dado tanto?

-Le doy muchas gracias.

-¿Tiene listo su epitafio?

-Algo que me gustaría aplicar en vida: NO ESTOY PARA NADIE.

-¿Libro que está leyendo?

-Poesía de Antonio Gamoneda, el más grande de los poetas españoles vivos.

-¿Libro que está escribiendo?

-Estoy en una tregua.

-¿El pecado que más le gusta cometer?

-El de la desobediencia.

-¿Virtud que más admira en los demás?

-La despreocupación.

-¿Defecto que más le gustaría tener?

-El del olvido. Los lotófagos no sufren.

-¿Quién le gustaría haber sido?

-El soldado desconocido.

-¿Qué es un amigo?

-Los amigos son parte de nuestro yo atomizado.

-¿Los enemigos para qué?

-Para darle rostro a lo que odiamos de nosotros mismos.

-Persona que más ha influido en usted?

-Juan Manuel Roca, cuando era niño.

-¿Qué lo saca de quicio?

-El arribismo. Lo dijo Michaux: “cuando los autos piensen, los Rolls-Royces estarán más angustiados que los taxis”.

-¿Tiene con qué salvar su alma?

-Mientras esté tranquila la conciencia.

-¿De qué le gustaría morir?

-De risa, como Julián del Casal, que por lo demás era un hombre grave.

-¿Qué le gustaría olvidar?

-Esta entrevista.

-¿Por qué desea que lo recuerden?

-Por algún verso.