Urabá: playa, brisa y mar a ritmo de bullerengue | El Nuevo Siglo
Lunes, 28 de Noviembre de 2011

 

Algunos, al escuchar el nombre de Urabá solo piensan en dos cosas: la actividad bananera y el oscuro y trágico pasado de esta tierra en manos de los paramilitares. Sin embargo, esta esquina de Colombia se transforma en ejemplo de paz, reconciliación y empuje, convirtiéndose en una de las zonas de mayor proyección turística del departamento de Antioquia.
 
Los amantes del agro, ecología, historia, la buena comida, cultura y la etnología, e incluso los adictos al sol, playa, descanso y esparcimiento son complacidos por este sector del país que garantiza una experiencia inolvidable.
 
La travesía comienza en el municipio de San Sebastián de Necoclí. Cuentan las viejas crónicas de las Indias que Rodrigo de Bastidas, siendo el año 1502, encontró por primera vez lo que denominaron el mar de agua dulce, al no comprender que el Golfo de Urabá es el punto de encuentro entre las aguas del mar Caribe con el río Atrato y otros fluviales; por esta misma zona, en 1509, Alonso de Ojeda, en representación de España, pisó por primera vez la América continental, siendo Necoclí el punto exacto, convirtiéndose en la primera ciudad fundada de todo Sur y Centro América.
 
En este bello municipio, ubicado a 8 metros sobre el nivel del mar, con una temperatura de 28 grados centígrados, se aprecian despojos de la conquista española que conviven en completa armonía con los descendientes de los indígenas Caribe Olo Tule, conocidos también como Cunas. El viajero puede tener un encuentro con la naturaleza y seres ancestrales de la mano de los integrantes de esta comunidad que conserva su tradición cultural y social, conocer de cerca sus costumbres y formas de ver el mundo, además de apreciar el trabajo manual en coloridas piezas que incluyen gargantillas, pulseras y otros hermosos accesorios en caña flecha y diversos materiales, además de figuras geométricas plasmadas en tela llamadas molas. Necoclí también posee valiosos tesoros arqueológicos que incluyen objetos, huellas de construcciones aborígenes y restos humanos, algunos con más de dos mil años de antigüedad. 
 
Y para los fiesteros están el sabor y los bailes producto de la mezcla entre campesinos sabaneros, paisas, indígenas y afro descendientes en festividades como las Fiestas del Coco (en el puente de Reyes) o el Festival Nacional del Bullerengue, baile exponente de la más grande manifestación cultural de este pueblo.
 
Esta danza es heredada de los esclavos de la época colonial y su nombre viene de la bulla o sonido estridente; es contagiosa, es dinámica y divertida, le da voz a los hermosos atardeceres de Necoclí que cualquiera puede apreciar de la mano de una fogata en la playa y un delicioso cóctel de maracuyá, coco o piña, tan típicos de la región.
 
Pero la oferta gastronómica no se queda allí. Los comensales podrán darse gusto con deliciosos platos típicos como arroz con cangrejo, fricasé de pescado y langostinos a la moscovita, que se presentan en una cama de lechuga y duraznos bañados con una apetitosa salsa fría. También hay exóticas combinaciones como las arepas de camarón y dulces elaborados con coco, mango, auyama y, por supuesto, banano y plátano. 
 
El ecoturismo también encuentra un valioso espacio en esta bella zona. Un lugar obligado para visitar es El Carlos. Se compone de cabañas hechas a base de palma amarga, lo que contribuye a la preservación del medio ambiente desde la construcción. Es un lugar en el que los que gustan de caminar pueden hacer distintos recorridos hacia El volcán de lodo, la quebrada El Carlos, la Reserva Natural o al mirador del Golfo, sitio que posee una vista espectacular del mar Caribe, con colores que van desde el azul turquesa hasta el rojo intenso, producto de la combinación de sales y sedimentos del agua de río y el océano.
 
El Carlos es solo una de las reservas ecológicas que ofrece el golfo. Iracas de Belén, Playa Caná y Posadas del Río hacen parte de este proyecto eco turístico en el que cuentan con zonas de camping, piscinas de agua dulce, careteo, avistamiento de fauna y flora como tucanes, osos perezosos, anfibios, monos, cangrejos y uno de los espectáculos más bellos del mundo: el desove y eclosión de la tortuga Caná, la más grande del globo. 
 
La ensenada del río Necoclí es otra maravilla natural que no se puede perder. Aquí se han registrado 207 especies de aves, 44 mamíferos, 28 reptiles y 8 anfibios, tan solo en el territorio explorado. Es un manglar en el que se encuentran las aguas dulce y salada que hay que atravesar en pequeñas canoas desde las que se aprecia la belleza de la fauna y flora de esta tierra.
 
Cómo llegar
 
Desde Bogotá se debe tomar un vuelo hasta Medellín y desde allí otro vuelo rumbó a Apartadó. Desde Apartadó comienza el recorrido por la zona antioqueña del Golfo, tomando buses intermunicipales que llevan al turista hasta el municipio de Currulao y luego a Turbo, en un trayecto de dos horas. Desde este lugar se puede seguir con el viaje por carretera hasta San Sebastián de Necoclí, de donde se pueden tomar lanchas y botes que atraviesan el golfo de oriente a occidente, donde el viajero puede desembarcar en Titumate, Triganá o Capurganá. Desde este último municipio también se pueden tomar vuelos a Apartadó para finalizar la travesía.