Tras su salida por la puerta grande hace casi un año, el técnico francés Zinedine Zidane regresa como salvador al banquillo del Real Madrid, para intentar seguir agrandando su leyenda en el club blanco y en la historia del fútbol.
Zidane vuelve en sustitución de Santiago Solari para tratar de enderezar el rumbo de nave blanca, que en marzo ya ha dicho adiós a la temporada eliminado de la 'Champions' y de la Copa del Rey, y con la Liga prácticamente imposible (tercero, a 12 puntos del Barcelona con solo 11 partidos por jugar).
Nueve meses después de cerrar su primera etapa como entrenador en la élite al frente del Real Madrid (2016 a 2018), Zidane abre una nueva en el club donde terminó de forjar su leyenda.
A sus 46 años, su demostrada capacidad de gestionar el gigante talento de la plantilla blanca, ha hecho que el club madridista vuelve a tornarse hacia él en uno de sus momentos más bajos.
Y es que los madridistas no olvidan que treinta años después del mítico Milán de Arrigo Sacchi, vencedor en 1989 y 1990, y menos de una década después del Barcelona de Pep Guardiola (2009, 2011), Zidane volvió a colocar al Real Madrid al Olimpo europeo con un triplete histórico en la Copa de Europa (2016, 2017, 2018).
¿Quién podría haber predicho este destino al joven "Yazid", como lo llamaban sus allegados, que chutaba sus primeros balones entre los enormes bloques de La Castellane, un barrio de Marsella habitado por estibadores y repatriados de Argelia llegados en los años 1960?
Para el entrenador del Liverpool Jürgen Klopp, su último rival, ese origen es parte del éxito: "Cuando creces en Marsella, en el barrio donde él se crió, debes ser un luchador", explicó el técnico alemán en la víspera de la final perdida por los ingleses (3-1).
La vida del joven reservado, el tercero de los cinco hijos de una pareja de inmigrantes argelinos, cambió la noche del 12 de julio de 1998, cuando dos goles suyos dieron a Francia su primera Copa del Mundo (3-0 frente a Brasil).
A los 26 años, Zidane se erigió en el ídolo de un país orgulloso de esa plantilla mestiza que simbolizaba la diversidad del país.
Quería repetir ese hito en el último día de su carrera, la final del Mundial de 2006, pero el sueño se volvió en pesadilla: fue expulsado a pocos minutos del final por cabecear a Marco Matterazzi y Francia perdería en los penaltis frente a Italia.
Después de cinco años lejos de los focos, Zidane volvió al fútbol profesional en julio de 2011 con un nuevo rol: director deportivo del Real Madrid. Para adaptarse mejor al vestido nuevo, Zizou inició cinco años de formación primero como mánager y después como entrenador.
"Dejé la escuela muy temprano, tenía que prepararme. Hice bien en tomarme un tiempo antes de lanzarme porque ahora veo la complejidad que se requiere para ser competente", observaba en marzo a su retorno al Centro de Derecho y de Economía del Deporte (CDES) en la francesa Limoges.
Este paciente aprendizaje estuvo acompañado por su capacidad de gestión de vestuarios y el aura de leyenda del fútbol que lo rodea.
Cuando durante su formación, por ejemplo, entrenó a un equipo de jóvenes en el FC Brujas, "la frecuencia cardíaca de cada jugador aumentaba en 15 pulsaciones" solo al verlo llegar, recuerda a la AFP Guy Lacombe, uno de sus formadores.
Eso le sirvió después cuando Florentino Pérez lo colocó al frente del Real Madrid en 2016 en detrimento de Rafael Benítez, que no llegó a congeniar con los astros del club blanco.
El escepticismo inicial se disipó en apenas unos meses, cuando los merengues levantaron su undécima Liga de Campeones. Otras dos la seguirían, además de la Liga de 2017 y cinco títulos más.
Taciturno ante los micrófonos en su época de jugador, se convirtió en un as de la comunicación a golpe de sonrisas misteriosas y frases hechas. Más conocido por su virtuosidad en el campo que por sus teorías tácticas, impresionó también por sus discursos vencedores y sus innovaciones en el juego.
Una capacidad de innovación que ahora tendrá que poner a prueba de nuevo en un Real Madrid, destinado a reinventarse.
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