Aunque el país cuenta con disponibilidad de fuentes de energía primaria, como gas y petróleo -que se destinan principalmente a los sectores de transporte e industria-, todavía existen limitaciones, en especial en procesos de transformación y transporte, que afectan la independencia en este campo.
Esta es una de las conclusiones a las que llegó Daniel Camilo Andrade Rendón, magíster en Ingeniería -Sistemas Energéticos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, quien se propuso evaluar el estado actual de la seguridad energética de la cadena de suministro del petróleo y los combustibles líquidos en Colombia y el posible estado de la seguridad energética en los escenarios propuestos por el Plan Energético Nacional (PEN) a 2050.
Cabe aclarar que el investigador se refiere a fuentes de energía primaria, pues la electricidad, por ejemplo, es una fuente secundaria que en Colombia es generada especialmente por las hidroeléctricas.
Disponibilidad
La cadena del petróleo y los combustibles líquidos es muy importante dentro de la seguridad energética nacional, y fue evaluada por el ingeniero Andrade según cuatro dimensiones: disponibilidad, accesibilidad, asequibilidad y aceptabilidad.
Esto le permitió concluir que el estado de seguridad energética para la cadena del petróleo y los combustibles líquidos es más favorable en la dimensión de “disponibilidad”, pues a pesar de los cambios en la relación reservas/producción de petróleo, la oferta interna y el autoabastecimiento no se ven muy afectados porque gran parte de la producción nacional se destina a exportaciones.
Dentro de los 32 indicadores de seguridad energética evaluados para el periodo 2010-2016, junto con otros cinco relacionados específicamente con la sostenibilidad en la seguridad energética, se incorporaron retos ambientales, sociales y políticos vinculados con temas energéticos en el país.
En la dimensión de “asequibilidad” se identificó como amenaza la dependencia frente a recursos de inversión extranjera para la exploración de hidrocarburos, pues durante los años en que el precio del petróleo y las inversiones disminuyeron, la incorporación de nuevas reservas también fue menor.
Infraestructura insuficiente
En la dimensión de “accesibilidad” se identificó como otra amenaza importante la infraestructura de transformación, pues a pesar de la entrada en funcionamiento de la Refinería de Cartagena en 2016, siguen siendo necesarias las importaciones tanto de crudos livianos como de combustibles para garantizar la calidad de la producción doméstica.
En la “aceptabilidad”, junto con los indicadores adicionales de sostenibilidad, se concluyó que la institucionalidad y los factores relacionados con el conflicto son aspectos relevantes en la seguridad energética del país, ya que los daños intencionales sobre la infraestructura de transporte de petróleo y combustibles líquidos pone en riesgo la prestación de servicios energéticos y genera afectaciones ambientales.
Seguridad
Para evaluar la seguridad energética del país, el magíster partió de la recopilación de las definiciones más relevantes y sus conceptos asociados: “nos dimos cuenta de la increíble cantidad de información que hay al respecto sobre la que no existe un consenso. Empezamos a analizar cuál contexto se adecuaba para el caso colombiano”, explica el investigador.
A partir de ahí el país se identificó como un exportador neto de energía, especialmente por los volúmenes de petróleo crudo y de algunos combustibles líquidos, pero que aun así requiere importaciones de gasolina y diésel por las limitaciones en la capacidad de transformación en refinerías.
Transporte
En el trabajo también se evaluaron algunas de las políticas energéticas propuestas en el PEN para este sector, con la intención de analizar cómo podrían afectar el futuro de la seguridad energética, debido a su representatividad en la demanda.
En este aspecto, las proyecciones de consumo de combustibles para diferentes escenarios de entrada de nuevas tecnologías vehiculares –como la eléctrica– y de mejoras en eficiencia, permiten concluir que los impactos en el largo plazo sobre la seguridad energética serán poco significativos, considerando que los indicares de intensidad de consumo de combustibles y emisiones de CO2 seguirán creciendo hasta 2050.
Esto permite ver que faltan acciones que vayan más allá de la diversificación de la canasta de combustibles, que busquen disminuir la intensidad de consumo de todo el parque automotor, incluyendo vehículos antiguos con tecnologías convencionales.
Ese tipo de políticas se mencionan dentro del escenario “Ciudades sostenibles del PEN”, pero no hay acciones que apunten a ellas dentro de los planes indicativos evaluados para el sector energético.