1.º de mayo sin reforma laboral | El Nuevo Siglo
Sábado, 29 de Abril de 2023

* Descaches del Gobierno frenan su propia agenda

* Concertación, ¿al cesto de la basura?

 

 

Seguramente una noticia negativa para algunos sindicatos y que se produce justo en estas fechas de celebración del Día del Trabajo, a llevarse a cabo mañana, consiste en la información dada el viernes por el presidente del Congreso, según la cual ya no queda tiempo para dar trámite a la reforma laboral planteada por el gobierno Petro ante esa corporación.

No podrá decirse, desde luego, que aquello haya sucedido por nada diferente de haberse presentado un cortocircuito a raíz de la muy prolongada discusión de la reforma de la salud, sin un texto específico, y posteriormente la poca ductilidad política que el Gobierno tuvo desde un principio para adelantar esta propuesta con que se habría de dar inicio a un grupo de reformas sociales sucesivas.

En efecto, fue un tiempo muy prolongado el que se tomó la hoy cesada ministra de Salud, Carolina Corcho, para redactar y presentar a la opinión pública el articulado, cuando se suponía que esto debería estar listo desde finales del año pasado. Y luego se dieron todo tipo de amagues, particularmente desde la Casa de Nariño y con presidente a bordo, con el fin de mostrar una aparente voluntad de concertación con los partidos de la coalición, para terminar, después de un desgaste político colosal, en que eso de concertar no pasaba de la retórica. Y confirmar, entonces, que lo supuestamente acordado no se encontraba en ninguna parte de los artículos a discutir en el hemiciclo parlamentario, por supuesto dejando las conversaciones en Babia y generando un ambiente de desconfianza evidente.

Además, todo esto en medio de unas contradicciones indecibles. Tanto así que, mientras el ministro del Interior le informaba al país que ya casi el 99 por ciento de la reforma estaba concertado, por el otro lado la ministra de Salud no cedía un ápice en los puntos esenciales y apenas si mostraba en el texto alguna benevolencia en temas absolutamente secundarios, propios de un maquillaje por lo demás infantil y poco serio por su parte, dejando prosperar una actitud a todas luces arrogante o al menos con un desconocimiento palmario de la tarea parlamentaria.       

En cambio, de haber ocurrido lo contrario, es decir, de haberse llegado a un punto de encuentro para lograr la reforma de la salud por la vía de la concertación, presentándose los ajustes del caso (como suele ocurrir en todo proyecto de ley), no solo este tema ya estaría avanzado, sino que el Congreso habría podido seguir debatiendo las demás reformas dentro del mismo método, incluida la laboral. Pero, lejos de ser así, el Ejecutivo, a fin de sepultar la concertación que tanto había cacareado, optó por rebelarse y, como se dijo, causó el cortocircuito frente a la metodología que se traía. Un cortocircuito, ciertamente, hecho a propósito y con el objeto de salirse de eso que finalmente resultó tan incómodo a la sensibilidad de la Casa de Nariño, a pesar de ser primordial a la democracia: la concertación. Mucho más, claro está, cuando no se tienen las mayorías parlamentarias y es necesario pactar si se quieren sacar avante, al menos en una parte razonable, las reformas. Esto, por descontado, no ha de entenderse dentro de una mentalidad maximalista, hegemónica, sectaria o, como mínimo, de adhesión irrestricta. Lo que hoy vuelve a estar plenamente demostrado.

Se comprenderá, pues, que bajo esa situación la entrega de unas cuotas burocráticas, como lo hizo el Gobierno desde el principio, no podía ser sino producto de un pensamiento concurrente con la idea de someter al Congreso, anular las deliberaciones y, por tanto, gozar a plenitud con la erosión democrática (común al clientelismo y tan nociva para el país). Por eso al presidente le resultó un insulto que sus adherentes pudieran llegar a pensar siquiera en una concertación real y efectiva. Y suscitó la irritada crisis ministerial de esta semana, a la que ya nos referimos en varios editoriales y que confirma la tesis anterior. Pero, sea por un lado u otro, con cuotas o sin cuotas, lo que en todo caso no quiere la Casa de Nariño es que haya concertación, palabra a la que le tomó pánico.

Con esa actitud lo que debe comprenderse, así mismo, es que el Gobierno se ha cerrado a cualquier acuerdo en el Congreso, ahora dedicado, además, a ver si puede atrapar por ahí, rompiendo las leyes de los partidos, a cualquier parlamentario que le rinda venias y pleitesía, dejando de lado sus insignias. No es, pues, mucho el motivo para celebrar este 1.º de mayo, por parte de empresarios, sindicatos y parlamentarios proclives al diálogo y la sindéresis, cuando, justo ahora, la reforma laboral entró en barrena por la conducta gubernamental.