La problemática de la migración irregular por el tapón del Darién, en la frontera entre Colombia y Panamá, cierra este 2024 con circunstancias contrastadas. El flujo de hombres, mujeres y niños disminuyó, ya que mientras en 2023 se contabilizaron más de 500.000 personas haciendo esta larga y peligrosa travesía por la selva y el mar, este año cruzaron alrededor de 300.000, es decir que hubo una disminución del 41%.
Sin embargo, los flancos dramáticos se mantienen. Por un lado, las autoridades panameñas calculan que no menos de 55 migrantes habrían muerto en su paso por el Darién y no menos de 180 niños, que viajaban solos o sus familiares desaparecieron o murieron en la selva, terminaron abandonados. Estas cifras, sin embargo, serían muy bajas frente a los informes de otras organizaciones no gubernamentales, así como de los propios migrantes, que hablan de muchas más personas asesinadas por grupos ilegales, abandonadas por cansancio o enfermedad, ahogadas y perdidas en la manigua.
Por otro lado, si bien es cierto que Panamá y otros países han endurecido sus políticas migratorias para frenar el flujo de migrantes por Centroamérica, la cantidad de venezolanos, haitianos, ecuatorianos, colombianos y de personas de otras nacionalidades que han logrado arribar a la frontera norte de México en espera de poder ingresar a territorio estadounidense, ya sea por vía de asilo, entrega a las autoridades norteamericanas o buscando colarse por rutas limítrofes ilegales, no ha disminuido sustancialmente.
Asimismo, aunque la Administración Biden firmó acuerdos con distintos gobiernos para financiar vuelos de deportación de migrantes ilegales, la proporción de personas devueltas a sus países de origen es muy baja. Además, es claro que los ciudadanos venezolanos, que son el grueso de la población trashumante, no pueden ser llevados a su país, ya que allí corren grave peligro por el régimen dictatorial imperante.
Finalmente, para todo el continente resulta claro que una vez asuma, el próximo 20 de enero, Donald Trump como presidente de Estados Unidos, habrá un cambio drástico en la política migratoria de la potencia. El equipo del mandatario reelecto ha sido claro en que se extremarán los controles, no solo en la frontera, sino en todo el país, para proceder a deportaciones masivas, sobre todo de personas con antecedentes criminales. Esto ya tiene en alerta a todos los gobiernos centroamericanos y suramericanos, que deben activar sus políticas de recepción de nacionales, al tiempo que necesitan ajustar también sus mecanismos migratorios para evitar el paso masivo de quienes aún van en pos del ‘sueño americano’.