Chile: grito por el cambio… | El Nuevo Siglo
Lunes, 8 de Mayo de 2023

* Boric en caída libre: ¿renunciará?

* Nueva derrota y viraje a la derecha

 

Fue tan grave la derrota sufrida el pasado domingo por el actual presidente de Chile, el izquierdista Gabriel Boric, en la crucial elección de los integrantes del Consejo Constitucional, que para todos los efectos su gobierno pudo terminar ahí. De hecho, debería, en un acto de sensatez democrática, seguir la misma conducta de David Cameron cuando renunció por el Brexit. O la de De Gaulle, en Francia, cuando perdió su propuesta plebiscitaria décadas antes. En todo caso, es fácil percibir el rotundo grito por el cambio en Chile, escuchado en toda América Latina y el mundo.

En efecto, la derecha chilena logró 33 de los 50 escaños, con una victoria del Partido Republicano del ex candidato presidencial José Antonio Kast (22 plazas) y once curules que obtuvo la lista de centroderecha agrupada en la organización Chile Vamos. Por su parte, confirmándose el diáfano plebiscito anti-Boric de 2022, cuando se vino a pique el intento constitucional que pretendía establecer la demagogia y el populismo. Lo que, además, y como no es difícil recordar, se daba por un triunfo automático.

Chile, que en medio de la inercia de un sonoro y muy violento “estallido social” eligió en 2021 presidente de izquierda y dio curso a una convención constitucional con mayoría de esa misma tendencia, mantuvo anteayer su firme decisión de dar un viraje total, ya que el exiguo 27% que alcanzó el oficialismo no le otorga poder de decisión en la nueva Constituyente. De suyo, la abrumadora diferencia es una nítida señal de que no los quieren más.

Las claves para descifrar lo sucedido arrancan por las protestas. El país, que había recuperado la estabilidad democrática después de 17 años de la dictadura de Augusto Pinochet y que exhibía varios de los mejores resultados del continente, se vio avasallado sin mayor talanquera, en octubre de 2019, por masivas manifestaciones y violentos disturbios en todo su territorio -destrucción de fábricas, destrucción de servicios y de infraestructura, incluido el Metro de Santiago-, que en poco tiempo alcanzaron proporciones mortales y se prolongaron hasta marzo de 2020. En suma, fue un suceso dantesco que, para el caso colombiano (también es apropiado recordarlo), trató de repetirse con evidentes vasos comunicantes en la orquestada anarquía vandálica de 2021.  

Para aplacar las protestas -ya disminuidas por la pandemia de Covid-19- el entonces primer mandatario Sebastián Piñera abrió, después de pedir un extraño perdón y ya cerca de las elecciones presidenciales, aquel proceso para redactar una nueva constitución. Y bajo la estela de estremecimiento, pánico y muerte que suscitaron los ataques, se dieron las condiciones para el resurgimiento de los movimientos de izquierda, uno de cuyos líderes, acaballado en la rebelión, fue precisamente el mismo Boric.

Ahora, el resultado de las urnas del domingo es el último de una cadena de fracasos del presidente y de sus aliados. Boric llegó al Palacio de la Moneda el 11 de marzo de 2022 y, en medio del descomunal cúmulo de expectativas que había suscitado, vio consumirse su popularidad en cosa de semanas, ante la evidente incapacidad y el vacío de sus promesas -equidad, inclusión, justicia social- y de solucionar la crisis de empleo y seguridad que enfrentaba el país. La izquierda y ultra izquierda naufragaron, puesto que su agenda radical de estatización, modificaciones de la propiedad privada y del marco jurídico de inversión, fue de plano rechazada, como se dijo, en el plebiscito realizado el 4 de septiembre de 2022.

El Congreso hundió el pasado marzo, asimismo, la reforma tributaria propuesta por Boric y las que tiene en fila -pensiones, salud y seguridad- podrían seguir el mismo destino. Es clara, pues, la deriva gubernamental y el mayoritario rechazo de los chilenos a todo ese fermento demagógico. Los sectores del cambio persisten, además, en que se conozca la verdad detrás de los actos terroristas que desestabilizaron el país en 2019, así como la injerencia de otros países y las fuentes de inspiración y financiación de los mismos.

En otras palabras, había y hay una agenda social por atender en Chile (como en Colombia) pero no ligada a hechos espurios ni atavismos anacrónicos. Así lo demuestran, el rechazo a la gestión de Boric y a la pretendida Constitución de izquierda, que también ratifican que fue un trágico error confundir una campaña de intimidación y terrorismo, planificada en todos sus detalles, con un “estallido social”.

Corresponde ahora a los nuevos constituyentes la delicada tarea de acertar para que, a través de una sensata innovación institucional, se pueda reunificar a los chilenos en torno de un proyecto común diferente a la violenta polarización propuesta. Tendrán que someter la nueva Carta a plebiscito, el próximo 17 de diciembre… En tanto, mejor sería para Boric renunciar, porque sin duda anticipar el cambio, luego de tantas derrotas en líneas, y permitir la oxigenación del nuevo proceso sería la decisión más patriótica y aconsejable para satisfacer los contundentes designios democráticos del pueblo hermano, en vez de aferrarse con egoísmo al poder.