El ejemplo empresarial | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Mayo de 2023

* Movilizados contra la inflación

* Un factor de estabilidad nacional

 

 

Pese a haber afrontado un sinnúmero de crisis en las últimas décadas, Colombia se ha distinguido por ser un país con un nivel de estabilidad muy alto. Esa característica no solo deviene de contar con una institucionalidad sólida, sino que tiene su principal fundamento en el respaldo de las mayorías a la misma. A diferencia de los rompimientos del tracto democrático en algunas naciones latinoamericanas, en nuestro país la preeminencia de los conceptos de orden y autoridad es superlativa.

Pero esa estabilidad nacional tiene otros sustentos, igualmente trascendentales. Uno de ellos, sin duda alguna, es la fortaleza de su empresariado. En un país de largo respeto por el principio de la propiedad privada, la pujanza de quienes se deciden a “hacer empresa” ha sido un determinante de progreso y desarrollo socioeconómico.

De hecho, a comienzos de este mes se dieron a conocer los resultados de la “Primera Gran Encuesta de la Universidad del Rosario sobre empresa en Colombia”. En dicha investigación, el 77 % de los consultados dijo sentirse entre muy satisfecho y satisfecho con la relación laboral que tienen con la compañía en la que trabajan. Esta satisfacción va de la mano con las emociones de orgullo, optimismo, alegría y confianza que manifiesta sentir la ciudadanía sobre las empresas.

La misma encuesta evidenció que el 74 % de los encuestados afirma que hacer empresa en Colombia es difícil o muy difícil. Por ejemplo, aunque el 84 % de los consultados ha tenido la idea de poner su propio negocio, el 72 % lo ha intentado y solo el 48 % tuvo éxito.

Esta percepción positiva del empresariado resulta más importante aún porque se da en medio de un clima de incertidumbre muy alta en el aparato productivo, sobre todo por cuenta del impacto de algunas de las políticas y reformas que impulsa el actual Gobierno, varias de las cuales no solo son consideradas lesivas para la iniciativa privada, sino atentatorias contra la estabilidad de las unidades de negocio y la generación de empleo.

Contrario a lo que algunos discursos anacrónicos, populistas y divisivos tratan de afincar en el pensamiento de la población, lo cierto es que las empresas en Colombia han dado muestras evidentes de solidaridad con los que más sufren. De hecho, no solo han soportado gran parte de la carga de las últimas reformas tributarias, sino que en medio de la crisis pandémica respondieron de forma sólida y eficiente a los llamados para asistir a los más desprotegidos y salvaguardar, en conjunto con el Gobierno, los puestos de trabajo.

Este año también ha sido escenario de muestras contundentes de la conciencia social del empresariado. Por ejemplo, en medio de la disparada de las tasas de interés como medida contracíclica para contener la inflación, muchos bancos y entidades financieras decidieron unilateralmente bajar sus tipos, sobre todo en las tarjetas de crédito, con el fin de permitir que las familias de bajos y medianos recursos tuvieran algún respiro en medio de la ola de carestía.

A ello debe sumarse lo ocurrido en las últimas dos semanas, cuando varios de los principales almacenes de grandes superficies, de cadena y de nichos de venta a sectores populares decidieron rebajar los precios de una gran cantidad de productos, bienes y servicios. Esto con el objetivo de dar una mano a los hogares en momentos en que la difícil situación económica ha obligado a muchas familias a recortar su consumo. Otros sectores productivos, como los cárnicos, también anunciaron que disminuirán sus precios. Se espera que la próxima semana más nichos se sumen a esta cruzada por aliviar el poder adquisitivo de los más necesitados.

No deja de llamar la atención que, mientras se multiplican estas muestras de solidaridad, haya sectores, incluso gubernamentales, que insistan en atentar contra la estabilidad de las empresas, desconociendo que sin las mismas el tracto de la economía real se vendría al piso, como ocurre, por ejemplo, en Venezuela, en donde el régimen chavista ahogó toda iniciativa privada y quebró a todos, sumiendo al país en una crisis generalizada.

Es momento, entonces, de llamar a la sindéresis y la ponderación. Marchitar el escenario de progreso empresarial es una actitud ilógica y suicida. Por el contrario, lo que debe abrirse paso es la concertación sobre el alcance de las reformas y la política económica en pos de definir rutas eficientes, realistas y equilibradas. Un país sin empresas fuertes, que generen plusvalía social, simple y llanamente no es viable.