El sentido de la navidad | El Nuevo Siglo
Viernes, 22 de Diciembre de 2023

La visión de los pontífices

* Mensaje de amor y solidaridad

 

El cristianismo celebra hoy la Navidad. Más allá del tradicional ambiente festivo, los regalos y las reuniones de familias y seres queridos, es necesario reflexionar sobre el sentido profundo y espiritual de los mensajes y ritualidades propias de la exaltación del nacimiento de Jesucristo.

Hace casi treinta años, Juan Pablo II, en la homilía del 24 de diciembre de 1994, recordaba que “con su nacimiento, el Dios-Hombre introduce a toda la humanidad en la dimensión de la divinidad, otorga a cada hombre, que mediante la fe se abre a recibir su don, la participación en la vida divina. Este es el significado de aquella salvación de la que oyeron los pastores en la noche de Belén: «Os ha nacido un Salvador»”.

Luego, Benedicto XVI, en la bendición Urbi et orbi del 25 de diciembre de 2005, señalaba que “una humanidad unida podrá afrontar los numerosos y preocupantes problemas del momento actual: desde la acechanza terrorista a las condiciones de pobreza humillante en la que viven millones de seres humanos; desde la proliferación de las armas a las pandemias y al deterioro ambiental que amenaza el futuro del planeta”.

Esa crisis de la humanidad ha persistido, impidiendo a muchos vivir en armonía, generando frustración y desesperanza en la sociedad. Se llega al extremo de que algunos pocos ya no cifran su interés en el símbolo del pesebre porque representa la pobreza. Hay expertos que enlazan este vano e insólito intento de desviación del espíritu originario de la Navidad con la palabra aporofobia (rechazo a los pobres). En medio de un materialismo extremo y un hedonismo radical hay a quienes les cuesta entender el significado de que el hijo de Dios naciera sin nada, arropado únicamente por el calor de sus padres, una mula y un buey.

Precisamente, el papa Francisco recordaba esta semana que el pesebre es como un pequeño pozo del que extraer la cercanía de Dios, fuente de esperanza y alegría: “Es como un Evangelio vivo, un Evangelio doméstico”. Eso significa que, en la familia, como Iglesia doméstica, ha de vivirse la unión y la alegría, para poder gozar de la fraternidad que imponen estas fechas.

En un año de dificultades económicas a nivel mundial, el pontífice argentino advirtió sobre ese consumismo y “ese frenesí por ir de compras”, que lleva la atención hacia otra parte, que le quita sobriedad a la Navidad, que resta el “espacio interior para el asombro”, dejando solo espacio para la fiesta.

La Navidad, en su dimensión más profunda, es una época para el amor y la solidaridad, dos de las expresiones más emblemáticas del cristianismo. También una ocasión especial para confortar a quienes sufren, más aún en un año en el que las violencias cruzadas han cobrado muchas vidas y causado múltiples sufrimientos. Particularmente en este 2023 la Iglesia Católica ha sufrido los embates de la persecución y las dictaduras. Entre estas últimas está la de Daniel Ortega, que no solo apresa obispos y sacerdotes, sino que ataca instituciones educativas religiosas, como es el caso de la Universidad Centroamericana de Nicaragua, atropello que fue condenado recientemente por el Consejo Permanente de la OEA.

Para el catolicismo resulta evidente que la Navidad es una invitación a vivir la fe en todas sus dimensiones. Una vivencia tangible no solo en el abrazo, la expresión de cariño, el regalo y la celebración con los seres queridos, sino también en la práctica del amor, la solidaridad, la comprensión y el perdón. No en vano se llama a la feligresía a ahondar sobre los mensajes de la tradicional novena y dejarse guiar por los énfasis litúrgicos señalados por el Vaticano para estas épocas festivas.

En momentos en que el acelerado ritmo diario impuesto por una sociedad imbuida en la inmediatez tecnológica y la banalización de los valores, las celebraciones navideñas llaman a dejar espacio para la espiritualidad. También para dimensionar la importancia de la familia, del amor propio y por el prójimo. En tiempos en que el individualismo, el unilateralismo y la primacía de los intereses particulares sobre los generales tratan de imperar, el mensaje del cristianismo va en la dirección contraria: revivificar el humanismo, la solidaridad y la bondad como hoja de ruta vital.