En busca del tiempo perdido | El Nuevo Siglo
Martes, 17 de Abril de 2012

* Las relaciones colombo-americanas

* La palabra queda en los empresarios

Desde hace más de una década, en la Administración de Andrés Pastrana, Colombia inauguró una relación especial con Estados Unidos, bajo la tesis de la corresponsabilidad. Eso nos convirtió en firmes aliados hasta el punto de ser los receptores de la más amplia ayuda en el mundo, al lado de Egipto e Israel. Desde entonces, con el Plan Colombia, que fue una ley bipartidista del Congreso estadounidense, se generó un punto de inflexión que le permitió al país recuperar su viabilidad y reducir las duras adversidades.

Esa relación especial no es, desde luego, la misma que practican con los ingleses. Al fin y al cabo su fundación e inmigración iniciales se dieron por cuenta de los británicos. Pero evidentemente Estados Unidos, en las épocas recientes, ha sido un país de suma cercanía con Colombia. Entre los colombianos, las opiniones pueden estar divididas y en general, como en el resto de América Latina, se suele tomar a los norteamericanos de contraparte intelectual, en especial por las cargas del pasado. Las diferencias son múltiples, comenzando por la diversidad religiosa, pero también existen puntos en común irrefragables, entre ellos ser los dos países con mayor sentido democrático en el continente.

Y así lo es, ciertamente, al fundarse la democracia y la libertad con 30 años de diferencia, pero en general ambos han mantenido esa ruta desde los orígenes republicanos. Tan es así que en América es en estos países, en particular, donde la política suele retrotraerse tradicionalmente a lo que ellos llaman los “padres fundadores” y nosotros los “próceres y libertadores”. No para suplantarlos o caricaturizarlos, sino como nutrientes de las realidades contemporáneas.

En épocas de Bolívar, las Cumbres se llamaban Congresos Anfictiónicos. Eso fue lo que él pretendió con el primero que convocó luego de la Independencia. Pero las distancias y el divisionismo hicieron imposible el evento y nunca se supo qué habría dicho Estados Unidos porque su delegado falleció antes de llegar.

El presidente Juan Manuel Santos sostuvo en la reciente Cumbre de Cartagena que “los Presidentes y Jefes de Gobierno NO vinimos a esta Cumbre para comentar la realidad, vinimos para transformar la realidad”. Ocurrió lo contrario y quedó demostrado que América Latina no ha cambiado, en su temperamento, desde el Congreso Anfictiónico de Bolívar a hoy.

Lo paradójico es que los autodenominados Países de la ALBA, que pretenden representar al Libertador, gustan de su unidad, pero no de la de los demás. Colombia, que es un país bolivariano por excelencia, tanto que buena parte de la Independencia la obtuvo con sus soldados y sus recursos, tendría mucho que decir al respecto. Y se espera que esa maniobra de apropiación del nombre de Bolívar por otros países no siga pasando impune en las próximas asambleas.

Lo anterior significa indudablemente que en adelante se actuará por bloques y que las Cumbres, de alguna manera, sobran. Podrán ser ellas elementos para la retórica pero no el recinto para debatir y desarrollar ideas y programas.

Frente a ello, es destacable que Estados Unidos mantenga la mano extendida a Colombia. Desde las mismas épocas de Pastrana se discutieron las bases del TLC, que no se pudo sacar avante durante la Administración Uribe por las percepciones sobre el Gobierno colombiano en el Congreso norteamericano. Saldado el tema, con las leyes y ajustes adicionales durante la Administración Santos, Obama ha permitido recuperar el tiempo perdido anticipando la entrada en vigencia del TLC. Eso resulta indispensable para el país. Es un hecho, por ejemplo, que el TLC colombiano con Chile sufragó y superó el hueco comercial con Venezuela. Y también vienen de Estados Unidos para los colombianos visas de más largo plazo y la confianza que se tiene en el país, sus instituciones y su pueblo.

Antonio Nariño, prócer colombiano por excelencia, lo mismo que Francisco Miranda, siempre tuvieron la visión sustancial del comercio como sustituto de la guerra y la animadversión.

La alianza colombo-estadounidense, en ascenso, tal cual lo señaló el presidente Santos anteayer, es un activo en el balance nacional. Corresponde ahora a los empresarios nacionales aprovechar las nuevas circunstancias comerciales. Ya no son los gobiernos, ni los políticos, los que con creatividad podrán ingresar al mercado norteamericano. Son aquellos los que tienen ahora la palabra para producir más empleo y mejores recursos para los colombianos.