Escándalo en la Embajada | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Enero de 2013

*La denuncia de El Heraldo

*Renuncia diplomático en Honduras

 

El  Heraldode Tegucigalpa denuncia el escándalo que defenestró al  embajador de ese país acreditado en Bogotá, Carlos Humberto Rodríguez Andino, quien en el breve tiempo que se desempeñó, parecía una persona responsable, eficiente y dedicado a su misión, que no daba la impresión de llevar una doble vida. Según dicen los perspicaces funcionarios de la Cancillería de San Carlos, les parecía  competente, con titulo en economía y buenas relaciones en su país.

La unidad investigativa de El Nuevo Siglo, en vano rastreó sus actividades en Bogotá, las que, al parecer, se reducían a la actividad burocrática y participar en ocasionales  eventos sociales, en los cuales se conducía normalmente. Los embajadores y funcionarios colombianos que lo trataron socialmente no notaron extravagancias de ninguna índole. Las fotos de Rodríguez con el presidente Juan Manuel Santos y la canciller María Ángela Holguín, que destaca la prensa de Honduras son las protocolarias de su posesión. Allí se ve a un funcionario atildado, alto y de aspecto saludable. Entre sus colegas del cuerpo diplomático, hasta el momento, deja el rastro de un burócrata formal, parsimonioso,  afable y cercano a sus pares centroamericanos.

Los funcionarios de la embajada de Honduras se niegan a informar sobre anteriores orgías en la sede diplomática en Bogotá, ni si en otras oportunidades participó el embajador, apenas se filtran especulaciones en las que indican que el hondureño Jorge Mendoza entraba y salía de la embajada de manera rutinaria y que en horas de la noche lo veían con mujeres, lo que no levantaba mayores sospechas. Él tenía una relación laboral con el embajador, como conductor del vehículo de placas diplomáticas y persona de confianza, que dormía  en la sede hondureña, de la que tenía llaves. La rareza de tal intimidad linda con la irresponsabilidad, dada  las delicadas funciones del embajador y la prohibición expresa de permitir que extraños puedan moverse en el interior de la sede diplomática, donde se guardan pasaportes, documentos valiosos e información oficial. El embajador Rodríguez cometió un error garrafal al irse para su país y dejar un elemento dudoso  en la sede. Todo parece indicar que el empleado de marras se limitó a llamar unos amigotes orilleros con contactos en el barrio de La Perseverancia, con los cuales organizó una desenfrenada parranda con un par de mujerzuelas del barrio Santa Fe. Y en el interior de la sede  a consumir tal cantidad de alcohol que alguno de los participantes estaba inconsciente al otro día cuando   las autoridades -alertadas por Mendoza-  conocían del robo de celulares y documentos durante la orgía.

El Heraldodisparó las alarmas de los medios de comunicación internacionales, escasos de noticias en el fin de año, que han especulado con el tema. Acaso se trató de la fatal carencia de criterio para escoger a sus colaboradores por parte del embajador, al dejar en su ausencia a un irresponsable que terminó por enlodar el buen nombre de la representación. Por esos hechos, como es apenas elemental, el Gobierno de Honduras, destituyó al embajador y produjo un escueto comunicado: "De conformidad a lo investigado y del resguardo a los intereses nacionales y de las buenas relaciones con la República de Colombia, se solicita la renuncia con carácter irrevocable y de efecto inmediato al jefe de la misión diplomática, señor Carlos Humberto Rodríguez Andino". Los que hayan leído alguna vez la novela de Roger Peyrefitte, Las Embajadas, sin necesidad de conocer los protocolos del servicio exterior, tienen una idea de las rarezas, extravagancias, cómicos  y grotescos hechos  que suelen pasar tras las paredes de las sedes diplomáticas. Sin otros datos, digamos que el embajador fue asaltado no tanto en su buena fe, sino en su bobería e inexperiencia en el conocimiento de las personas que lo rodean. Las investigaciones dirán si se esconde algo turbio tras la francachela que organizó Mendoza o si el caso tiene relación con actividades ilícitas que hacían del embajador un prisionero de su “conductor”. Lo cierto es que en algunos medios se especula contra el cuerpo diplomático acreditado en Colombia y se aduce que se nombran los peores para venir aquí, dado que por la violencia son pocos los de alto rango del servicio exterior que desean estar en un país turbulento. Nada más falso. Diplomáticos capaces solicitan venir a Colombia atraídos, precisamente, por la agitación del país. La representación diplomática acreditada en Bogotá suele ser de lo mejor, con personajes tan competentes como el embajador de los Estados Unidos, declarado en su país como el mejor embajador, como  los del Reino Unido, de Francia, España, Alemania, Perú,  Chile, Argentina, México, Marruecos y otros muchos países, que por sus méritos nos merecen el mayor respeto y reconocimiento. Algunos llegan a sentirse tan a gusto en Colombia, que al culminar sus carreras se residencian aquí.