Inteligencia Artificial: retos y riesgos | El Nuevo Siglo
Miércoles, 8 de Febrero de 2023

* Del círculo científico a la popularización de su uso

* Un debate mundial de primer orden pero inconcluso

 

El 25 de noviembre de 2021 los 193 Estados miembros de la Unesco aprobaron el primer marco ético sobre Inteligencia Artificial (IA). La idea era definir valores y principios comunes que guiarán y garantizarán un desarrollo saludable, pacífico y proactivo de esta tecnología digital.

Más allá de las posturas delirantes y apocalípticas -derivadas muchas de ellas del cine de ficción- que advierten que la IA es riesgosa y podría salirse de control y ‘esclavizar’ o ‘extinguir’ a la raza humana, lo cierto es que muchos de los expertos que analizaron el alcance de ese pacto ético señalaron que su principal flanco débil era la rapidez con que evolucionaban esta tecnología. En otras palabras, que los intentos de regularización eran muy lentos frente a la velocidad del desarrollo y masificación de las herramientas.

La IA, de hecho, no es nueva. Década tras década cada avance en la automatización de procesos se ha considerado un hito en el desarrollo de la misma, no solo por simplificar, acelerar o realizar autónomamente actividades que antes se implementaban con la fuerza de trabajo, la capacidad mental de las personas o incluso máquinas que requerían operación humana permanente, sino porque el acumulado de conocimiento digital es infinito, a tal punto que lo que hoy se puede considerar revolucionario e inédito, en poco tiempo ya es superado, revaluado o desueto.

De la génesis computacional en el siglo pasado a sistemas digitales que hoy realizan en cuestión de micras de segundos procesos de extrema complejidad casi que en cualquier área del conocimiento humano, la IA es imposible de detener y de allí que un debate de primer orden en este momento en todo el planeta es si existe un marco funcional y útil para regularla y vigilar su evolución.

Sin embargo, mientras esta discusión se realiza de forma pausada y reflexiva, con múltiples dilemas en torno a qué tan válido es imponer límites al desarrollo, innovación y aplicación de estas tecnologías, la Inteligencia Artificial está dando un paso que años atrás se consideraba casi imposible y hoy ya es una realidad: el acceso libre de la población a una de sus más revolucionarias herramientas. En otras palabras, la IA sale de la esfera científica, restringida o especializada en que se ha utilizado por muchos años, para quedar ahora a disposición de cualquier persona que tenga acceso a internet, así sea el computador, teléfono celular o dispositivo más básico. Un paso más en la llamada “era del conocimiento”.  

La mayor prueba de ello es que tres de las más grandes plataformas de motores de búsqueda en internet están enfrascadas en una lucha sin cuartel por popularizar el uso de su respectiva herramienta de IA. Semanas atrás Microsoft incorporó el ChatGPT, un programa robot conversacional que permite al usuario solicitar infinidad de tareas e información aplicada, desde la redacción de un texto escolar, la escritura de un análisis sobre cualquier materia, el desarrollo de un algoritmo informático o el diseño de una campaña publicitaria, hasta dar respuesta a preguntas complejas sobre procesos científicos, políticos, sociales, productivos, institucionales… En palabras más sencillas, a diferencia de lo que hoy pasa los buscadores en la web, en donde se formula un tema y el sistema enlista de inmediato y por defecto una gran cantidad de asuntos relacionados, con esta nueva herramienta se obtiene una respuesta estructurada, específica y puntual. Obviamente, como la base es toda la información contenida en la red, así como una parte de esos contenidos confeccionados por la herramienta tecnológica son ciertos y objetivos, otros no e incluso inducen a errores graves.

Al golpe de mano de Microsoft respondió ya Google, que acaba de lanzar su herramienta “Bard”, que cumple similares funciones, en tanto que el gigante chino Baidu anunció ya su propio servicio de chatbot. Facebook trató de hacerlo el año pasado, pero su programa evidenció fallas y fue desactivado.

Hay un debate mundial de alto calado sobre estos tres programas y otros más que están disponibles en la red. Por ejemplo, algunos permiten falsificar voces y rostros, circular informaciones ficticias de forma masiva, viralizar contenidos de cualquier tema e índole… Hay universidades, colegios y escuelas que han prohibido ChatGPT por considerar que más que una herramienta de apoyo académico es un incentivo a la trampa por parte de los alumnos. También se denuncia la utilización de algunos programas para crear fake news, manipular la opinión pública, crear hábitos de consumo, promover la cultura del odio, los radicalismos, ideologías extremas, actividades delictivas…

¿Es posible una regulación a la Inteligencia Artificial? Esa es la principal pregunta que hoy toda la humanidad se hace y cuya respuesta no asoma. Todo ello mientras su uso se masifica, con todas las ventajas y riesgos que ello implica.