La piñata “conservadora” | El Nuevo Siglo
Sábado, 11 de Febrero de 2023

* El sofisma de las “líneas azules”

* Quítate tú pa’ ponerme yo…

 

 

Ya habíamos previsto en un editorial anterior que entre las montoneras conservadoras afiliadas al oficialismo petrista, con los escaños del Congreso de impróvida palanca instrumental, podía ocurrir cualquier cosa. En efecto, suele pasar que en grupúsculos así, tan solo amarrados con el delgado hilo de los intereses creados, la hebra se rompe por la insatisfacción rutinaria de las siempre desbordadas apetencias clientelares. Por eso, tan solo por eso, se dio el anunciado golpe de mano de esta semana al efímero presidente partidista de turno y no porque algún cándido pudiera llegar a pensar que la parodia se produjo a raíz de alguna especie de recuperación doctrinaria.

De alquilar balcón, por supuesto, la justificación de la maniobra al sostener que el asunto trata dizque de poner unas “líneas azules” (en contraste infantil con las “líneas rojas” liberales) para evitar el desbarrancadero político en que, por descontado, rodarán quienes de tal modo han llevado la insignia del partido conservador a semejante estado, feriando sus principios tutelares en una mezcolanza ideológica de fundamentos contrarios, es más, de reconocido y ostentoso antagonismo. Una bandera (la conservadora) que aun así y precisamente por ello goza de cabal vigencia, el país la requiere hoy como nunca y encontrará la forma de volverse a izar, bajo su nombre ilustre, como lo ha hecho en tantos siglos de historia cuando se ha pretendido tratarla de mero trapo polvoriento.

Porque, sin duda, el afianzamiento de lo conservador es y será la política ante el despropósito de dejarse arrinconar por la defenestración ideológica. Mucho menos entregando el carácter inspirativo de unas ideas, decantadas a través de la lucha y el tiempo, en la piñata intestina por unos puestos y contratos que, en el propósito proclamado de situarse de mejor manera en el consorcio clientelista con miras a las elecciones regionales, castran de un palmo su vocación de futuro en algún rincón menesteroso del mercado persa en trámite. Acaso todavía peor si a los efectos se aducen las tales “líneas azules”, pretendiendo hacer las veces de manso caballo de Troya, lo cual es demostrativo, por un lado, de la amenaza que quieren filtrar al interior del oficialismo petrista a fin de conseguir mayores réditos y, por otro, de la ceguera que quieren imponer a las bases y nutridos sectores de este partido frente a la extravagante adhesión anticonservadora camuflada en el esporádico rechazo de un par de incisos. 

 Pero las cosas son de bulto y de mucho mayor alcance. Porque a nadie se le ocurre que puede haber siquiera un ápice de partido conservador en una coalición cuyo símbolo público y jactancioso es el robo de la espada de Bolívar y la entronización de la demagogia que tanto combatió el Libertador (¿no es acaso esta la misma línea de usurpar su tumba como los necróforos, es decir, las moscas políticas que han pretendido vivir de sus despojos mortales desde la truculenta exhumación de hace unos lustros en el país vecino?). Tampoco, asimismo, el partido conservador puede compartir en absoluto la desmesura de un régimen soportado en una mentalidad capaz de proponer la legalización del incesto de panacea liberalizante y de intempestiva regresión a la vernácula endogamia egipcia (además de aliciente ejemplar para la juventud). Ningún conservador, acaso ni por accidente, puede estar ciertamente de acuerdo con esa noción relativista y materialista de la vida, despojada de todo canon trascendente, cuya concepción del ser queda además sometida, aparte de la lucha de clases para ellos rutinaria, al contrarrelato de la historia distorsiva, el choque de razas, el combate entre sexos, la disolución de la familia, en suma, el odio de remedio. Ni que decir, de otra parte, del desmayo de la autoridad como propósito; la manga ancha para la criminalidad y la corta para la civilidad; la erosión del orden legal; la democracia entendida de tumulto; y el usufructo del vandalismo que llevó al régimen actual. Menos igualmente cohonestar con el destrozo de la iniciativa privada y el vertiginoso declive económico que entre tanta confusión creada desde las mismas instancias gubernamentales, mientras a su vez asoman las orejas del autoritarismo y la centralización de todo en manos de un Estado omnipresente, agudizará la temible estanflación.

Por el contrario, y para no prolongarnos en la lista interminable, el conservatismo tiene de plataforma contemporánea lo que, ya en curso en otras partes, podríamos llamar el constitucionalismo del bien común. Pero esa es otra discusión. Lo de ahora es la simple reseña de cómo el partido conservador se disuelve en aras de la competencia clientelista, bajo las notas musicales del quítate tú pa’ ponerme yo, que a nadie interesa sino en el pleito menor de sus bailadores. Que, claro, ya sabrán recomponerse dentro del “consenso” que, de seguro, prosperará amistosamente en una repartija más organizada.