Tratado global anti-pandemias | El Nuevo Siglo
Miércoles, 31 de Marzo de 2021

Urge redimensionar rol de la OMS

* Retos del multilateralismo sanitario

 

Si bien es cierto que la pandemia del covid-19 continúa azotando a todo el planeta, al punto que ya ha cobrado 2,8 millones de vidas, la humanidad debe empezar a derivar lecciones aprendidas de esta crisis sanitaria global y proyectar un plan de acción para prevenir o, por lo menos, enfrentar otras emergencias de este tipo con más efectividad y mayor capacidad para reducir su potencial de daño.

Tras más de un año de declarada la instancia pandémica por este coronavirus los diagnósticos sobre la falta de preparación mundial para maniobrar ante la crisis son muchos y coincidentes. Resulta evidente la debilidad institucional, presupuestal y la muy baja capacidad de convocatoria de la Organización Mundial de la Salud (OMS), haciendo imposible que actué eficazmente como la rectora global en tan delicada materia. A hoy ni siquiera ha sido posible establecer una hipótesis creíble y probada sobre cómo surgió el virus en China, sobre todo en cuanto a si tuvo origen natural o se escapó accidentalmente de un laboratorio virológico en Wuhan. Por igual es indiscutible que los sistemas de salud, incluso en los países más desarrollados, no están preparados para afrontar brotes pandémicos y ello llevó a que se vieran desbordados y colapsados en muchas partes del globo.

No menos palpable es que las brechas sociales y económicas en el planeta son tan graves y persistentes que la distribución de insumos médicos y materiales necesarios para hacerle frente a la crisis sanitaria y salvar vidas ha sido marcadamente desigual. Si bien se registró todo un hito científico en cuanto al desarrollo en tiempo récord de varias vacunas contra el virus, el acceso a la misma ha estado marcado por la inequidad, primando el poderío económico de los gobiernos sobre las prioridades sanitarias de las naciones, sean estas pobres, ricas o emergentes. Y como si todo lo anterior fuera poco, la OMS ni la propia ONU o alguna instancia trasnacional han podido implementar una respuesta multilateral, articulada y eficiente a la pandemia. De nuevo han sido los nacionalismos, en esta ocasión sanitarios, los que han primado, pese a que el virus no respeta fronteras y su velocidad de contagio es superlativa, más aún a partir del surgimiento de cepas más infecciosas y letales en distintas partes del planeta.

Frente a todo ello, resulta de trascendental importancia que se haya empezado a plantear esta semana la necesidad de un tratado internacional para hacer frente a las pandemias. Un pacto multilateral que lleve a que la OMS se erija como la verdadera instancia de coordinación global de la respuesta a las emergencias sanitarias trasnacionales. Un acuerdo que permita desarrollar resiliencia ante esta clase de crisis, con sistemas sólidos de preparación nacionales y mundiales, articulados naturalmente. Un consenso que no solo garantice el acceso oportuno y equitativo a las medidas contra la contingencia, incluidas las vacunas y demás insumos médicos, sino que apoye el financiamiento y la capacidad de cada país y continente para la prevención, detección y respuesta a los brotes. Y, sobre todo, un tratado que parta de la premisa básica pero contundente según la cual, en un mundo globalizado e interconectado, “nadie está a salvo hasta que todos estén a salvo”.

Por ahora la propuesta del tratado internacional para enfrentar pandemias tiene la firma de un poco más de veinte gobiernos y el respaldo de la OMS. Se requiere darle más cuerpo a la idea y empezar a construir sus bases, obviamente sin perder de vista el norte misional de la iniciativa ni mucho menos dejar que la misma caiga en el escenario paralizante de los pulsos geopolíticos, los nacionalismos extremos o el interés económico por encima de las prioridades vitales. Hay que aterrizar cada idea no solo al tratado en sí mismo sino al Reglamento Sanitario Internacional, obviamente con más capacidad institucional para hacer cumplir sus mandatos.

No hay que llamarse a engaños: la del covid-19 no será la última pandemia. Vendrán más. La creciente resistencia bacteriana a los antibióticos es un campanazo en esa dirección, como también lo ocurrido con el covid-19, cuya rápida propagación obligó al mundo a implementar como primera fórmula de respuesta a la amenaza sanitaria la misma a que se acudió un siglo atrás, en tiempos de la llamada “gripe española”: encerrar a toda la población en su casa y paralizar todo el ciclo vital y productivo.

Bienvenida, pues, la posibilidad de un tratado internacional contra las pandemias. Es más que necesario y urgente. La actual emergencia está dejando lecciones aprendidas, muy dolorosas en todo sentido. Sería ilógico que la humanidad no derive conclusiones de lo que está ocurriendo y plantee mecanismos eficaces y multilaterales para evitar que este tipo de tragedias se repitan o que su impacto sea tan demoledor como el actual.