Twitter: revolución de 140 caracteres | El Nuevo Siglo
Lunes, 29 de Marzo de 2021

* En 15 años cambió comunicación y política

* Resume lo mejor y peor de la humanidad

 

Twitter, que cumplió 15 años de actividad este mes, no es la red social más popular ni la que más seguidores tiene. Registra 315 millones de usuarios mientras que Tik Tok tiene 700 millones, Instagram 1.000 millones, Youtube 2.000 millones y Facebook 3.000 millones. Pero es, sin duda, la que más influye en la información y en la política así como la que más transformaciones suscita e impulsa en la sociedad.

Hoy parecen inocentes, casi ingenuos, sus propósitos originales de ser un espacio para el intercambio entre amigos de pensamientos e imágenes acerca de cualquier cosa. Fueron los propios ciudadanos, a través del uso, quienes señalaron sus potencialidades y las rutas que convirtieron a Twitter en una herramienta poderosa que modificó en estos tres lustros el ecosistema de la información, el ejercicio del poder y la política, así como los flujos y los contenidos del discurso público.   

Un terremoto ocurrido en California en agosto de 2006 suscitó la pregunta “¿Alguien sintió el temblor? El interrogante se hizo viral, lo mismo que ocurrió con la publicación por un usuario de una fotografía de la caída, el 15 de enero de 2009, de un avión de US Airways en el río Hudson en Nueva York. Hechos de ese tipo mostraron y activaron la utilidad de Twitter como fuente inmediata de primicias, divulgadas por cualquier persona, desde cualquier lugar, algo que hasta entonces era un patrimonio exclusivo de los medios de comunicación. Hoy en los Estados Unidos Twitter acumula más de 37 millones de seguidores en noticias, tres veces más que la audiencia de las principales cadenas informativas y es referente fundamental de la agenda para periodistas, medios y ciudadanos en todo el planeta.

Fue en 2011, durante la llamada “Primavera árabe”, cuando patentó su poder de organización y convocatoria en apoyo de causas políticas. Luego vendrían otras en varias partes del mundo, como las protestas en Hong Kong y distintas movilizaciones en Europa, Latinoamérica, Estados Unidos y todos los continentes.

Además de la instantaneidad de la información, la fuerza que activó y propulsó el enorme poder de Twitter proviene de que abrió escenarios y audiencias a cualquier persona. Se convirtió en un foro de alcance universal para individuos y comunidades de cualquier corriente ideológica, independiente de su nivel de formación, su capacidad económica o su preminencia social. Ha sido un importante recurso para fortalecer la democracia porque, además de ser un instrumento de propaganda, ofrece escenarios efectivos para la denuncia de todo tipo de abusos de autoridades o de particulares, con la capacidad de esparcir y universalizar causas de interés común en un tiempo récord.

Un torrente constante de información. Esa es la magia y el sustento del formidable poder de convocatoria de Twitter, fuente primordial de noticias y de opiniones, que hechiza y fideliza a usuarios y a medios, con sus liturgias de tendencias, seguidores y retuits.

El expresidente de Estados Unidos Barack Obama tiene la cuenta con el mayor número de seguidores -130 millones-, lo cual expresa otro ingrediente clave de la revolución informativa: la desintermediación. Cualquier mensaje suyo logra divulgación instantánea y universal con cifras de circulación que nunca alcanzaron los medios tradicionales. Muchos otros políticos y celebridades -de las artes, del periodismo, del deporte…- y grupos organizados logran contacto rápido y efectivo con las masas y captan la atención de los medios, desde sus propias cuentas.

Las elecciones de 2016 que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca y la historia de la cuenta Twitter del hoy expresidente mostraron al mundo la otra cara de esta red, la del instrumento para manipular y desinformar, para impulsar falsas noticias, para activar y universalizar campañas de desprestigio contra personas y organizaciones. Un foro monumental que, en esencia, da espacio a la voz de cualquiera pero también es escenario óptimo para profesionales de la desinformación y de la manipulación de la opinión pública. Una red que bajo el peso de sus grandes excesos ahora calla voces de sus protagonistas, comenzando por el propio Trump, y pone al mundo en el debate de cuáles deben ser los límites de la libertad de expresión en el ecosistema digital y su comunicación sin distancias ni filtros, que pone al alcance de la gente lo mejor y lo peor de la producción humana de contenidos.

Llueven críticas y cuestionamientos sobre Twitter por temas como la pauperización del lenguaje debido a su dictadura de 140 caracteres, el enardecimiento del discurso y su uso para denigrar, ofender o perseguir, o las culpas que le caben en la polarización que viven varios países como consecuencia de esa comunicación que privilegia voces fuertes y apasionadas. Gobiernos y organismos multilaterales adelantan acciones para reglamentar las redes que también se ocupan de controlar su propio suceso. En 2009 Twitter introdujo, por ejemplo, la verificación de cuentas para evitar anónimos o suplantación de identidades, pero tanto las autoridades como la empresa tienen un largo camino por delante para otorgar garantías y protección a los usuarios contra falsedades, extremismos, engaños, delitos y manipulaciones.