Un país tensionado | El Nuevo Siglo
Domingo, 24 de Enero de 2016

Mezcla de crisis coyunturales y estructurales

Crece percepción ciudadana de inestabilidad

 

Convulsionado. Esa es la mejor palabra para definir cómo ha sido el arranque de este 2016 para Colombia en materia económica. Apenas sí llevamos 24 días de enero y el cúmulo de hechos de significación en este frente tiene al Gobierno, al sector privado y a la ciudadanía en general, como se dice popularmente, con los pelos de punta. La disparada inflacionaria, la polémica en torno al aumento del salario mínimo, la álgida controversia alrededor de la subasta de Isagen, la polvareda en torno al borrador filtrado de las recomendaciones para una reforma tributaria estructural, la cascada de alzas en productos, bienes y servicios, así como la descolgada del petróleo por debajo de los 30 dólares e incluso rozando ya los 27, los altibajos del mercado bursátil local lastrado por las caídas de las ruedas en todo el mundo, un dólar que apunta a superar el techo sicológico de los 3.400 pesos antes de que cierre el mes… La suma de todos esos hechos en menos de cuatro semanas es evidente que ha impactado a la opinión pública  e incluso ya está afectando lo que los economistas suelen denominar como el “clima” de los negocios y la inversión.

 

Aunque el Gobierno ha tratado de enviar mensajes de tranquilidad e incluso señalando que hay una exageración de la difícil coyuntura y se está creando un escenario casi apocalíptico sobre lo que será el desempeño económico de este año, lo cierto es que la siquis nacional va en otra dirección, sobre todo porque en el día a día se estrella con la realidad de que todo se encareció, las deudas agobian y es necesario apretarse el cinturón lo más que se pueda. La percepción de gran parte de los colombianos es que el país está entrando en una crisis grave.

 

Un ambiente tensionante que se hace más patente con el impacto de las duras consecuencias del fenómeno de El Niño que tiene a muchos municipios sometidos a racionamientos de agua, un ciclo de cosechas fuertemente golpeado y el precio de los alimentos por las nubes. Marco circunstancial que se complica aún más por la creciente preocupación en todo el país por cuenta de la epidemia del zika, que si bien apenas tiene un poco más de 13 mil casos confirmados, las autoridades sanitarias no descartan que llegue a más de 600 mil casos al cierre del año, con un riesgo superlativo para las maternas e incluso posible asociación con el grave síndrome de Guillain Barré.

 

Si a todo lo anterior le sumamos que a medida que el Gobierno y las Farc dicen que se avanza ya en el principio del fin de la negociación de paz en La Habana, crece la controversia en Colombia en torno a las implicaciones de los últimos acuerdos, se entiende por qué hoy por hoy tenemos un país con un clima de tensión y preocupación bastante marcado. Con el agravante de que la siquis nacional tiene cada día más una tendencia pesimista, marcadamente desconfiada, en la que los discursos y mensajes en torno a que la situación no está tan crítica como la diagnostican algunos sectores políticos, económicos, poblacionales, gremiales e institucionales, simple y llanamente no tienen eco alguno o su efecto es bastante limitado o transitorio.

 

Dirán algunos analistas que se trata de una situación coyuntural producida por la coincidencia en el tiempo de varias polémicas que tienen un alto impacto entre los colombianos, sobre todo porque toca temas tan sensibles como la economía, la salud o la paz. Sin embargo, hay otros observadores que consideran que ese clima público tensionante, nervioso, marcado por la incertidumbre y el pesimismo no es un asunto menor y tiene consecuencias objetivas que no se pueden demeritar bajo el sofisma de que no en pocas ocasiones la percepción dista de la realidad.

 

¿Quién tiene la razón? Es muy difícil establecer la respuesta a ese interrogante. Este arranque de año ha mezclado situaciones y problemáticas coyunturales y estructurales, algunas de las cuales ya venían del año pasado y tuvieron un pico en las últimas semanas.

 

Por lo pronto, lo único que se puede hacer es esperar a que disminuya poco a poco ese clima convulsionado o, al menos, las crisis se hagan un poco más manejables.