La peor epidemia | El Nuevo Siglo
Domingo, 21 de Abril de 2019

Con estas líneas quiero despertar a las mayorías despistadas. A lo largo de la historia la humanidad ha sufrido un sin número de epidemias aterradoras: cólera, sida, malaria, tifo, viruela, sarampión…, matando a millones de víctimas en el mundo. Estaba indefensa la humanidad. Pero, hoy somos víctimas de una epidemia más peligrosa que todas las anteriores. Se trata de una epidemia moral que si tiene remedio, y aunque pocos la reconocen como tal -la supuesta democracia colombiana confirma esta mortífera enfermedad- todos sabemos la causa: cinismo, fanatismo, trampa, mentira, soberbia, ceguera moral, ambición, sed de poder, ignorancia, inmediatismo, relativismo, oportunismo, egoísmo, inconciencia, irresponsabilidad, una educación sin cultura. Y un prejuicio creciente sobre la fe, lo recto, el bien, la verdad, la libertad, el amor, los principios y valores… Por esto quiero subrayar apartes de la Ética a Nicómaco de Aristóteles (384 – 323 a. C.) como antídotos para esta epidemia.        

–Vivir como hombre (la especie humana) significa elegir un blanco -honor, gloria, riqueza, cultura- y apuntar hacia él con toda la conducta, pues no ordenar la vida a un fin es señal de gran necedad.

–Toda acción humana busca siempre algún bien: el médico busca el bien de la salud, el soldado busca la victoria, el marino la buena navegación, el comerciante la riqueza…

–Lo que está claro es que la felicidad no está en la pura diversión, y que solo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego.

–Nuestra naturaleza también necesita salud, alimento y otros cuidados, pero el que quiera ser feliz no necesita esos bienes exteriores en gran número y calidad, pues con recursos moderados se puede practicar la virtud.

–No debemos dejar que la felicidad dependa de la buena o mala suerte, porque entonces no tendría un fundamento sólido, y el hombre sería como un camaleón. La felicidad debe asentarse en una vida guiada por la virtud, capaz de crecer en la adversidad, del mismo modo que el buen general es capaz de lograr la victoria en circunstancias muy adversas. 

–La virtud es el mayor de los bienes humanos.

–El hombre íntegro se complace en las acciones virtuosas, y siente desagrado por las viciosas, lo mismo que a un músico le deleita con las buenas melodías y le molestan las malas.

–Lo importante no es saber que es la virtud, sino como se conquista. Pues no nos conformamos con saber lo que son los valores y la justicia, sino que queremos ser valientes y justos. De la misma manera, queremos estar sanos más que saber en qué consiste la salud.

–Toda virtud es un hábito: una costumbre que se adquiere mediante la reiteración de actos semejantes. Es lo que sucede con cualquier aprendizaje: para dominar un instrumento musical hay que practicar, y para ser constructor hay que construir.

–Adquirir, desde jóvenes, tales o cuales hábitos, no tiene poca importancia, ni siquiera mucha: tiene una importancia absoluta.  

–Ocurre con los placeres y la forma de ser: que unos se vuelven moderados y apacibles, y otros desenfrenados e iracundos, según se comporten de forma habitual.