Bolsonaro, un año de gobierno y contrarrevolución | El Nuevo Siglo
Xinhua
Sábado, 21 de Diciembre de 2019
Redacción internacional
Mandatario brasileño centró sus primeros 12 meses en combatir la corrupción y sentar las bases para generar empleo y reactivar la economía. 

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CAPITALIZANDO el descontento de millones de brasileños contra la creciente corrupción, la criminalidad y la crisis económica acentuadas por trece años de gobiernos de izquierda (2003-2016), Jair Bolsonaro ganó la presidencia de este gigante suramericano y, a punto de cumplirse su primer año de gobierno, más de la mitad de la población califica su gestión como buena y destaca una lenta pero sostenida mejoría económica.

Tal y como lo prometió en su campaña proselitista, Bolsonaro, un exmilitar de 64 años, priorizó en su primer año de gobierno políticas para “liberar” a Brasil de la izquierda y el “globalismo”.

Su hoja de ruta ha sido clara y su meta es construir un país “respetuoso de la religión”, que "defienda de la vida desde la concepción”, con estabilidad económica y política, así como una notable mejoría en la calidad de vida de todos.

"Siempre soñé con liberar a Brasil de la nefasta ideología de izquierda (...). Tenemos que deconstruir muchas cosas, deshacer muchas cosas, antes de empezar a hacer (otras)", dijo Bolsonaro durante una visita a Washington en marzo.

Como cualquier gobernante y líder de carisma, despierta pasiones, respaldos, odios y críticas. Estos dos últimos sentimientos desde una izquierda hoy dividida y tratando de reorganizarse en torno al expresidente Luis Inácio Lula da Silva, recientemente excarcelado pero con alto riesgo de volver tras las rejas.

Bolsonaro tiene en mente un país repotenciado, mejor en todos los aspectos y liderando la economía regional. Es por ello que aunque había prometido no buscar la reelección, la idea comenzó a sonarle en junio pasado cuando públicamente señaló que “si el pueblo lo quiere, estaremos cuatro años más".

Esta campaña prematura mantiene a su base movilizada y optimista, frente a como lo reseñamos una izquierda debilitada y dividida. El Partido de los Trabajadores, otrora poderoso por su incólume base sindical, de donde Lula da Silva emergió para ocupar el poder, ha perdido no solo apoyo sino credibilidad por los escándalos de corrupción que han llevado a muchísimos líderes políticos y económicos a la cárcel. La Operación Lava Jato y los sobornos de la multinacional Odebrecht, cuyos tentáculos se extendieron por todo el continente, se convirtieron en los últimos años en los casos más sonados por sus alcances e implicados.

El viraje que tras más de una década de hegemonía del PT en Brasil ha dado Jair Bolsonaro hacia la centro derecha ha tenido una fuerte resistencia de este sector político, pero ha sido reconocido positivamente por la gran mayoría de los brasileños, quienes coinciden en señalar que amén de las discusiones políticas con la oposición y las críticas, ha tenido logros importantes, especialmente en la economía.

Su estrategia de hablar claro y actuar con firmeza ha sido eficaz: después de una pérdida inicial de popularidad, el electorado se divide en tres partes iguales entre quienes juzgan su gobierno bueno, malo o regular.

Y una encuesta FSB/Veja frente a una posible reelección mostró este mes que Bolsonaro solo sería derrotado por su ministro de Justicia, Sergio Moro, el juez anticorrupción que envió a la cárcel al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. 

Los sectores más pragmáticos de su entorno -mercado financiero, lobby del agronegocio y jerarcas militares- tratan de limitar la influencia de las iglesias neopentecostales, del gurú de la ultraderecha Olavo de Carvalho y de los tres hijos mayores de mandatario, que agitan al país vía twitter.

Hay en el gobierno "un lado luminoso y un lado sombrío", dijo a la revista Exame el exministro de Hacienda, Antonio Delfim Neto, elogiando en particular al ultraliberal ministro de Economía, Paulo Guedes.

Este es "un gobierno liberal en economía y antiliberal en política", define con menos lirismo Marcos Nobre, profesor de filosofía de la Universidad de Campinas, al tiempo que agrega que Bolsonaro actúa "como un presidente antisistema y cuando fracasa puede decir que está tratando de cambiar las cosas democráticamente, pero que el sistema no lo deja”.

Frente a un posible nuevo mandato del excapitán del Ejército señala que éste "fue electo por una confluencia de factores accidental. Si fuera reelecto, ya no sería accidental y tendríamos un proyecto en vías de implementación".

Frente a esa percepción académica hay también muchos testimonios de ciudadanos comunes que ven con entusiasmo el nuevo curso del país y que decidieron hace un año darle el voto de confianza a Bolsonaro por hartazgo con los gobiernos de izquierda permeados por la corrupción y a la politiquería. Pero estos electores, interrogados por la Agencia France Presse sobre el balance de sus primeros doce meses de gobierno, estarían dispuestos a ir más allá: volverle a dar su voto en 2022.

Ana Claudia Graf, de 41 años, una exvendedora y actualmente en formación de Gestión Pública en Sao Paulo señala que “voté por él porque lo vi como la única posibilidad de liberar a Brasil de una organización criminal que pretendía destruir nuestra nación y que tenía la intención de llevarnos al socialismo. Me refiero al Partido de los Trabajadores…Mi evaluación de su primer año es más positiva que negativa, ya que escogió excelentes ministros en los principales ministerios, que están ejecutando un excelente trabajo."

Por su parte el bibliotecario del tribunal regional electoral de Brasilia, Darlan Lemos Da Silva, de 46 años argumenta que votó por Bolsonaro para frenar a una izquierda que quería perpetuarse en el poder. Al mismo tiempo exalta que “no esperaba que con un partido tan pequeño consiguiese aprobar la reforma de las jubilaciones. Fue durísimo. La reforma administrativa y [el ministro de Economía, Paulo Guedes están consiguiendo traer inversiones a Brasil. La reforma de las jubilaciones era mala para nosotros (los funcionarios públicos), pero era muy necesaria". Y, al igual que otros muchos brasileños señala que “volvería a votarlo”.

Estos dos testimonios encarnan el sentir de la mayoría de la población de Brasil, que ha sentido en su entorno una mejora en la calidad de vida y espera que se siga por esa ruta.

Ante el respaldo ciudadano y con sus acertados primeros pasos de gestión, Bolsonaro decidió hace tan solo un mes fundar su propio partido, Alianza Por Brasil (APB). Si concluye a tiempo su registro ante la justicia electoral, APB tendrá su bautizo en las municipales de octubre de 2020.

Tiene en el tintero otra de sus promesas de campaña, el porte de armas, que le fue desechada por el Congreso que consideró que podría aumentar los índices de violencia.

En el plano internacional vale destacar el cambio de tono frente a China, el aplazamiento de la mudanza a Jerusalén de la embajada brasileña en Israel y que Estados Unidos desistiera de aplicar aranceles al acero y al aluminio.

Así, a paso lento pero seguro, Jair Bolsonaro llega este 1 de enero a su primer año de gobierno y dedicará el 2020 a consolidar políticas de reactivación económica y generación de empleo. De ellas dependerá, en gran parte, que se pavimente la vía para su reelección