De ‘locas’, nada: cabras enseñan surf y limpian parques | El Nuevo Siglo
Esta cabra de tan solo un año de edad es una 'instructora' de surf. Genera confianza y relaja a los principiantes./AFP
Sábado, 9 de Septiembre de 2023
Redacción internacional con AFP

DESDE tiempos inmemorables las cabras se crían para producir leche y carne. Sin embargo, en este siglo XXI, se descubrieron en estos mamíferos unas ‘cualidades especiales’ que las han convertido en animales de compañía, fuerza de trabajo y hasta instructoras de surf.

Y aunque es común que en muchos países los granjeros las utilicen para tirar carretillas, no lo es que en grandes ciudades como en San Antonio (Texas) y Psimo Beach (California) se les vea cumpliendo dos tareas tan específicas como sorprendentes: unas ‘podando’ hierba y otras enseñando el deporte acuático.

Desde mediados del 2000, varios estudios se realizaron con estos mamíferos y todos coincidieron en señalar que son más inteligentes de lo que parecen -o creíamos- con probada capacidad para establecer vínculos estrechos con los humanos -aunque nunca sustituirán a los perros- y tienen gran memoria.    

Para citar solo un ejemplo, el que realizó el investigador de la Universidad Queen Mary de Londres (Reino Unido), Christian Nawroth, posteriormente publicado en Frontiers in Zoology (2014), donde el científico conocido como ‘el hombre que le susurraba a las cabras’ demostró, con un experimento específico, las dotes de aprendizaje y memoria de estos animales.

Desde entonces las cabras fueron paulatinamente convirtiéndose en mascotas y no precisamente por esas investigaciones, sino por hechos puntuales y simples, que van desde el creciente movimiento de no sacrificar animales hasta disfrutar de su compañía.

Pero lo que sorprende es que estos chiverudos, con cuernos y mirada fija con la que se concentran y analizan para interactuar estén ganando cada vez más espacio y protagonismo en ámbitos de la cotidianidad humana, como lo son las playas y parques naturales. Aquí dos recientes muestras de ello:

 

Instructoras de surf

Relajada, experta y con la instrucción clara, Chupacabrah, la cabra negra de Dana McGregor entró al agua con una de sus ‘alumnas’ para acompañarla a levantarse sobre la tabla y ‘capotear’ las olas.

"¡Es increíble!", exclamó Rebekah Abern al surfear por primera vez en Pismo Beach junto a esa instructora poco habitual, que en todo momento estuvo con ella, firme, en el mar.

De un año de edad, Chupacabrah cumplió un papel fundamental en la incursión marítima de Abern: le enseñó que a pesar de los altos y bajos del mar hay que relajarse para mantener el equilibrio.

"Ella sabía posicionarse, es obvio que tiene práctica", dijo Abern a la AFP en este balneario a unos 285 kilómetros de Los Ángeles. "Se nota que la estaba pasando bien".

La idea de incorporar cabras a la práctica del surf fue de McGregor, un instructor californiano de 44 años que vio en las características de la especie una oportunidad para el aprendizaje.

"Tienen un equilibrio increíble", dijo McGregor. "Tienen unas pezuñas que les permiten agarrarse a la tabla".

Abern no podía estar más emocionada: "¿Surfear con cabras? ¡Es una locura!", dijo a carcajadas junto a su amiga Elizabeth French, quien también se lanzó al mar junto a la calmada Chupacabrah.

La relación de McGregor con estos cuadrúpedos comenzó en 2011 cuando compró una cabra para que se comiera las malas hierbas que invadían la casa de su madre.

El destino del animal era la parrilla, pero el surfista se encariño y lo adoptó como mascota.

En uno de sus cumpleaños, McGregor tuvo la idea de llevar a Goatee a surfear, y para su sorpresa, la cabra dominó su primera ola sin inconvenientes.

"Me sentí como el cielo en la tierra, como si hubiera pasado algo sobrenatural. Pensé 'vaya, este animal jamás habría tenido la oportunidad de surfear'".

Goatee falleció algún tiempo atrás, pero el vínculo emocional con la especie se mantuvo, y el surfista adoptó otras cabras con quienes había compartido un sinfín de aventuras acuáticas.

Los animales son protagonistas en sus redes sociales, así como en los dos libros infantiles que escribieron, además de ser habituales en sus clases de surf.

"Mi vocación es darle alegría a la gente, y lo hago con las cabras y el surf".

En Pismo Beach, ciudad costera de unos 8.000 habitantes, McGregor se convirtió en una especie de celebridad local a quien todos llaman "Goat-father", un juego de palabras en inglés que se traduce en el padrino de las cabras.

A este hombre rubio de ojos claros se lo ve acompañado de sus cabras en la playa, en el supermercado ya donde quiera que va.

La placa de su auto -que tiene una pequeña cabrita en el capó- también forma otro juego de palabras que combina los animales y el deporte.

Pero más allá del estilo de vida, estos animales son útiles en sus lecciones, insiste el instructor.

"La gente encuentra inspiración. Piensan que si una cabra lo puede hacer, ellos también", dijo McGregor.

"Te relaja, lo vuelve todo más natural", afirmó Abern, de 41 años, desde su perspectiva de alumna.

"Cuando estás comenzando pones mucha atención a detalles como la posición de los pies o a si lo estás haciendo bien. Pero cuando la cabra está ahí, con su confianza y tranquilidad, piensas 'ok, me voy a dejar llevar'".

McGregor cree que este animal tiene aún más potencial en el mar. En una ocasión agarró una ola de más de dos metros junto a una de sus cabras, pero Pismo -como se llama el orgulloso rumiante- lo empujó de la tabla para dominar la cresta solito.

Desde entonces McGregor sueña con cruzar un túnel de olas junto a alguno de sus compañeros de cuatro patas: "Sería épico".

 

"Escuadrón cabra", al rescate

En otro escenario que se aprecia la inteligencia y arduo trabajo de las cabras es en el de la poda. Y ya no en granjas, sino en grandes parques naturales, como ocurre periódicamente en el Brackenridge Park Conservancy de San Antonio, Texas.

Al llamado de su comandante, el escuadrón deja el descanso y se introduce en el parque con la misión de devorar la excesiva hierba que dificulta el crecimiento de los árboles.

"Goaty, cabra, cabra" (cabrita), las invoca su amo Kyle Carr, cuya voz identifican. Mocha, Wynonna, Nelson y Beckham, responden con balidos y se aproximan a él. Integran un equipo de 150 cabras, que "podan" la maleza en un área de 6,5 acres (2,6 hectáreas) en ese centenario parque municipal de más de 138 hectáreas. Les tomará unas dos semanas.

"Las plantas de las que queremos deshacernos son aquellas como el ligustrum, arbustivo, que necesita mucha agua. Y esa agua se la lleva este árbol invasivo en lugar de ir destinada a los robles más viejos, que es realmente lo que el parque protege y tiene en el área", dice Kyle, de 36 años, y copropietario con su esposa Carolyn de Rent a Ruminant, Texas (Renta un Rumiante), parte de una franquicia que opera en varios estados del país.

Después de pasar un entrenamiento de varios meses desde su nacimiento, las cabras saben qué deben comer. Están acostumbradas al alimento natural y no al forraje o alfalfa. Aprenden a mantenerse con el grupo y respetar la cerca de protección -con una leve carga eléctrica- colocada alrededor del área donde trabajan, para evitar depredadores.

"Es mucho más eco-amigable tener cabras aquí que grandes máquinas o herbicidas. Estamos cerca de un río (San Antonio), y sería muy inseguro usar veneno (herbicida), porque podría deslizarse hacia el río", explica Charlotte Mitchell, integrante del directorio del parque.

"Además, es mucho más divertido de ver y mucha gente, que no hubiera venido normalmente, viene para ver cómo las cabras trabajan (...) Vienen a ver ya mostrarle a sus hijos cómo los animales y el ecosistema van juntos, y ver cómo se puede manejar la tierra de una forma más segura". agrega.

Kyle explica que las cabras pueden llegar a lugares en donde los humanos o maquinarias a veces no acceden con facilidad, como pendientes o zanjas de drenaje. "Son una excelente alternativa para algunas áreas problemáticas, es un problema de seguridad para empleados o maquinaria pesada, especialmente en pendientes pronunciadas (...) Las cabras están diseñadas para poder subir y bajar en esos tipos de situaciones", detalla.

Como todo trabajador, las cabras tienen momentos de descanso, en donde rumian la comida y beben agua. Si se enferman, son sustituidos por uno de los 600 miembros del equipo y, al llegar a los 11 años de edad (pueden vivir hasta 15 años), pasan a un plan de retiro.

La empresa de Kyle, con siete años en el mercado, no las mata ni las usa de almuerzo. "Trabajamos con ellos todo el tiempo y tenemos una especie de programa de jubilación para ellos. Cuando llegan a cierta edad y no pueden viajar, porque el estrés del viaje los desgasta, los llevaremos a un rancho donde tienen pasto y ayudan a criar a la próxima generación de cabras”.