El modelo Rusia-Siria se cierne sobre Venezuela | El Nuevo Siglo
Foto AFP
Sábado, 16 de Septiembre de 2017
Giovanni Reyes
Es muy probable que desde hace años, el eje de poder en este país incluya a Cuba, China y sobre todo a Rusia

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Un fantasma recorre las relaciones internacionales respecto a Venezuela a partir de los intereses de otras metrópolis.  No es el fantasma del socialismo centralizado sobre Europa.  O es probable que ese sea el caso dada la consolidación del régimen de Maduro sostenido con base en los militares, pero donde también intervienen crucialmente otras potencias.  Lo que desde ya se puede estar instalando en Caracas, es el modelo Rusia-Siria, con las correspondientes adaptaciones a la patria de Bolívar.

Ese prototipo de intervención en general funciona de la siguiente manera: al principio un presidente autocrático con rasgos dictatoriales enfrenta la ineptitud de los manejos que se han ido añejando a lo largo de cierto tiempo.  En el caso del chavismo son ya casi 19 años de estar al frente de Venezuela.  La gente no se suicida tan fácilmente y lucha.  Viene la represión sangrienta que es noticia un día y al otro ya se vio opacada por el último escándalo de frivolidad de los medios de comunicación. 

La represión provoca más auge de manifestaciones.  Esto trae más represión.  Se entra en una fase de espirales de violencia.  El objetivo inmediato en lo operativo, por parte del régimen es que se desanime la población.  Que se canse. Esto profundiza los problemas y se está ad-portas de una crisis humanitaria.  El presidente de Estados Unidos actúa imponiendo ciertas penalidades, indica que el presidente de la crisis debe irse y que deben prevalecer los derechos humanos.  Las declaraciones dan para todo.

Los europeos están de acuerdo con este planteamiento, pero nadie lleva a cabo acciones más contundentes que efectivamente cambien la situación.  Es en este escenario en donde surge la presencia de Vladimir Putin (1952 - ).  Su papel esencial es mantener al presidente del régimen dictatorial en el poder y de esa manera hacer prevalecer los intereses rusos en el país. 

Putin actúa con contundencia y efectividad.  La comunidad internacional se enzarza en las interminables reuniones de discusión, de deliberación sobre fundamentos de una declaración conjunta.  Horas interminables discutiendo adverbios, adjetivos, alcances del documento y comas del mismo.  El régimen dictatorial gana tiempo.  La oposición se fragmenta.  Unos se resignan, otros “sólo quieren seguir con sus vidas”.  Un grupo aún continúa con la presión de las calles, una presión que tiende a diluirse.

En el caso de Venezuela es muy probable que los verdaderos ejes de poder en el país incluyan desde hace tiempo, quizá unos diez años, a Cuba, China y sobre todo a Rusia.  No es extraño en América Latina.  Lo que ocurre es que antes las posiciones hegemónicas se tenían casi con exclusividad por parte de Estados Unidos.  Ahora las cuestiones están más diversificadas y los vacíos que deja Washington especialmente con las actitudes aislacionistas de Trump, tienden a ser llenadas con otros intereses internacionales.  La misma dependencia que se hace consuetudinaria en la región.

Es de notar que Washington ha guardado un discreto silencio sobre el papel y las intervenciones de Rusia en el caso venezolano.  El punto aquí es hasta donde el trato marginal que tiene Latinoamérica en la agenda de Washington, permite dejar desguarnecido un “bastión energético” en el “patio trasero” de Estados Unidos.  Rusia y China lo saben y tratan de posicionarse en este juego de enroques recurrentes.

¿Rusia, prestamista?

Tal y como lo puntualizan Andrew Weiss y Moisés Naím desde una reciente publicación de la organización Carnegie Endowment, es posible que Rusia se haya convertido en el prestamista de última instancia en el caso venezolano.  Es posible que Caracas haya ya vendido por adelantado el petróleo de los próximos 10 años.  Eso profundizaría los alcances de la dependencia con Moscú.  Putin sabe que están en juego influencias y documentos por cobrar, y no desea, obviamente, que el negocio se arruine.  De paso, le disputa áreas de influencia geoestratégica a Estados Unidos.

La verdad, en todo caso es huidiza.  Uno tiene que andar a tientas tratando de encontrar evidencias dignas de confirmación en el caso venezolano.  Un práctico ejercicio de arqueología de datos e informaciones, como precio a pagar para no caer en las posiciones fáciles del extremismo que tiene más emotividad e incluso insultos, que raciocinio y análisis propositivo.

Como Naím y Weiss lo señalan, emerge la duda de porqué Rusia puede interesarse en un territorio tan alejado.  Además de los intereses económicos que tienen de por sí su propia importancia, es de tomar en consideración que las relaciones entre Moscú y Caracas no son intempestivas.  Se han ido formando en la urdimbre de una dinámica de más de 15 años.  Desde mayo de 2001 cuando fue la primera visita de Hugo Chávez (1954-2013) a Moscú se sucedieron 10 visitas más, antes de que el dirigente latinoamericano muriera de cáncer el lunes 5 de marzo de 2013.

Al igual que lamentablemente ocurre con otros países que caen víctimas del gasto en armamentismo -tales como Grecia, Malasia, India, Corea del Sur- Venezuela le compró armamento a Rusia por un valor de 11,000 millones de dólares en los pasados 10 años.  Eso, por una parte.  Por la otra, se estima que Rusia –junto a China- han sido acreedores de Venezuela, en una abultada deuda externa que estaría llegando a unos 210,000 millones de dólares.

Este monto de deuda externa parece desbordado.  No sólo se han caído los ingresos por materia de exportaciones de petróleo, sino que, además, los petróleos venezolanos en un 74 por ciento son pesados y extra-pesados, es decir son menos cotizados en los mercados internacionales.  Esa deuda externa está también en función de una población que estaría llegando en 2017 a 31 millones de personas.  Solamente como un dato comparativo: Colombia tiene de deuda externa total 120,000 millones de dólares y son 48 millones de colombianos. 

Rusia puede tener en juego un capital de cifras no despreciables y también conformaría con el control de Venezuela, un posicionamiento estratégico en América Latina.  Esto le aventajaría, entre otras consideraciones, en su relación con otros países de la región, en especial con Colombia –vía para la Alianza del Pacífico- y el Mercado Común del Sur (Mercosur).

Por supuesto que no se trata de una noticia o interpretación alentadora, el hecho de que Venezuela se encamine por el sendero trágico que, desde abril de 2011, tiene lugar en Siria.  Eso confirmaría como mínimo una crisis humanitaria.   Es algo que se exacerba en este caso, sin negar el poder real que ha tenido la presencia de los intereses foráneos en la región.  Se trata de superar estos males rancios en la realidad latinoamericana.  Parafraseando a García Márquez es de subrayar que lo nuestro debe ser una “nueva y arrebatadora” apuesta por una utopía de vida y esperanza; una opción que se vaya conformando con hechos concretos y resultados verificables.