ISRAEL ha expresado abiertamente que su objetivo es sacar al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás) del poder en Gaza tras los ataques sin precedentes perpetrados el pasado 7 de octubre por el grupo islamista, que dejaron 1.200 muertos y 240 secuestrados y aunque no ha especificado plan alguno para el régimen de seguridad tras la defenestración del grupo terrorista tiene claro que no volverá a ocuparla.
El primer ministro Benjamin Netanyahu reiteró esta semana en una entrevista con la cadena estadounidense Fox News que no pretende "conquistar", "ocupar" ni “gobernar” la Franja de Gaza.
"Tendremos que encontrar un gobierno, un gobierno civil que esté allí. Pero en el futuro inmediato tenemos que asegurarnos de que esto no vuelva a ocurrir", insistió.
Así, el futuro de este pequeño territorio de 362 km2, con 2,4 millones de habitantes, semidestruido en el norte por los bombardeos israelíes es incierto. Y aunque no se sabe quién quedaría al frente del enclave una vez culminado el operativo militar israelí, hay consenso en la comunidad internacional de que debe dotarse de una realidad de seguridad para los ciudadanos de Israel y los residentes gazatíes.
Naciones Unidas considera que el territorio está ocupado por Israel, a pesar de que no cuenta en estos momentos con militares o colonos tras el Plan de Desconexión acometido en 2005, y por lo tanto Israel es responsable de su población, la misma situación existente en Cisjordania y Jerusalén Este, igualmente ocupados y parte de los Territorios Palestinos Ocupados, sobre los que se plantea una solución de dos Estados para poner fin a décadas de conflicto palestino-israelí.
Estos serían los escenarios:
Volver a ocupar. Israel podría volver a controlar el territorio, como lo hizo por 38 años (1967- 2005). Esta vía cuenta con el rechazo de numerosos altos cargos. Así, a pesar de que parte de la derecha religiosa israelí sigue criticando el Plan de Desconexión y considera que Gaza es parte del territorio histórico de Israel, un nuevo proceso de ocupación militar contaría con la oposición internacional y supondría un importante coste económico y a nivel de seguridad. Hay que recordar que el 9 de diciembre de 1987 empezó la primera Intifada ("guerra de las piedras") en el campo de refugiados de Jabaliya, en el norte del territorio. Ese levantamiento contra la ocupación israelí, que duró seis años en Gaza y en Cisjordania, dejó 1.258 muertos del lado palestino y 150 del lado israelí. En septiembre de 1993 se firmaron los acuerdos de paz de Oslo entre el jefe de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), Yasser Arafat, y el primer ministro israelí Yitzhak Rabin, que establecieron la autonomía de la Franja y la retirada del ejército de las ciudades, y otorga a los palestinos la gestión de la vida cotidiana. El pacto concedió a Israel el control de las relaciones exteriores y de la seguridad interior.
Entrega a la Autoridad Palestina. Otra de las opciones de Israel sería el retiro israelí de la Franja una vez acabe con la cúpula de Hamás, si bien eso no asegura el fin del movimiento palestino ya que podría ser reconstituido con otros miembros de la formación e incluso podría radicalizar aún más sus posiciones o provocar un vacío de poder que sea llenado con otras fuerzas. En este contexto se abriría la puerta a una vuelta de la Autoridad Palestina -encabezada por Al Fatáh- a la Franja, de donde fue expulsada en 2007 por los combates desatados tras las elecciones de 2006, en las que Hamás se impuso tanto en Gaza como en Cisjordania con la victoria de la lista Cambio y Reforma, un reflejo del malestar popular ante las actividades de Al Fatáh y la falta de avances en un proceso de paz que derive en la creación de un Estado palestino. La victoria de Hamás hizo que Ismail Haniye formara gobierno, las operaciones israelíes tras el secuestro de Gilad Shalit y las tensiones internas llevaron a un conflicto interno que se saldó con la expulsión de la Autoridad Palestina de Gaza, que desde entonces gobierna solo Cisjordania.
Impopularidad de la ANP. El retorno de la Autoridad Palestina no sería de fácil aplicación, empezando por las dudas existentes sobre la voluntad de su cúpula para volver al enclave y pasando por los problemas de seguridad que esto podría acarrear para las fuerzas de seguridad y funcionarios del organismo, que previsiblemente harían frente a un firme rechazo popular, especialmente si son instauradas tras una invasión israelí. La Autoridad Palestina, surgida de los Acuerdos de Oslo -firmados en 1993- es impopular en Gaza e incluso también en Cisjordania, donde gestiona algunos asuntos civiles y es criticada por parte de la población, especialmente ante la expansión de los asentamientos israelíes y las operaciones de seguridad sin un horizonte político a la vista, reclamado por las autoridades palestinas y rechazado por Israel. Un sondeo realizado en septiembre por el Centro Palestino para la Investigación de Políticas y Encuestas reveló que un 62 por ciento de los encuestados consideran a la Autoridad Palestina como “una carga para el pueblo”.
Plan de ONU. Una cuarta vía pasaría por un plan en el que Naciones Unidas cuente con un mandato concreto para gobernar el enclave, si bien no está claro por ahora el papel que podría jugar el organismo o los países participantes en este tipo de solución, que ignoraría en cualquier caso la voluntad de la población palestina y probablemente tendría que hacer frente a la resistencia de miembros de los grupos armados presentes en Gaza, entre ellos lo que pudiera quedar de Hamás.
Como se ve el futuro de la Franja de Gaza no es nada alentador y solucionar las necesidades básicas a su población, cuyos dos tercios viven bajo el umbral de pobreza, así como ‘desterrar’ el odio y resentimiento con que están creciendo sus jóvenes, muchos de los cuales tanto testigos como víctimas de las cinco guerras que han librado Hamás e Israel en los últimos 15 años, será complejo. /