Reactivación pospandemia: los desafíos en el empleo | El Nuevo Siglo
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Sábado, 20 de Noviembre de 2021
Giovanni Reyes

Se trata de un fenómeno mundial, como era de esperarse. Fuera de toda discusión, se han realizado importantes esfuerzos de reactivación, de superación de efectos del covid 19, que aún sigue golpeando en algunos países con rebrotes y nuevas cepas.  No obstante, los retos económicos se encuentran más que vigentes, en medio de agravadas dinámicas sociales.

No sólo es el caso de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Ahora, cuando más estamos necesitando de un eficaz entramado institucional, es cuando los desafíos encuentran relativamente débiles los andamiajes de las entidades de lo público, a fin de hacer frente a los costos que se demandan, a la implementación de políticas de sostenibilidad social. Esas circunstancias están relacionadas con los esquemas fundamentalistas de mercado, con el desmantelamiento del andamiaje público que se impuso en particular desde 1980.

Uno de los factores más dramáticos de la práctica de políticas confiadas al cien por cien en las fuerzas de oferta y demanda, ha sido la generación de condiciones poco favorables al empleo.  En cambio, esas mismas políticas han alentado el poder de capitales especulativos, de esos que no se vinculan estrechamente con la producción de bienes y servicios, ni con la apertura de oportunidades para la población.

Tómese en consideración que en especial en Latinoamérica, el doble choque simultáneo de oferta y demanda, producto de la embestida del covid-19, significó el empobrecimiento de amplios sectores sociales.  De nuevo aquí surge la evidencia de que el crecimiento económico es importante, más no suficiente para alcanzar cotas aceptables de desarrollo.

Ese crecimiento debe activar las correas de transmisión para poder ampliar las capacidades y las oportunidades de la población. Esos enlaces desde el crecimiento, por lo general están constituidos por las efectivas transferencias de los gobiernos, los sistemas de protección y de seguridad social; y sobre todo por la generación de empleo, de oportunidades que se puedan ofrecer.  De allí la importancia de la economía real -la de bienes, servicios y puestos laborales- más que de los circuitos de la economía financiarista.


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​​​​Es decir que, de manera permanente, el empleo es un elemento crucial dado que la creación de puestos de trabajo constituye el eslabón por excelencia que relaciona al crecimiento económico con la promoción y el reforzamiento de desarrollo sostenible en un país. 

Tal y como lo ha sostenido desde hace más de treinta años el profesor Amartya Sen (Nobel de Economía de 1998) las sociedades desarrolladas en lo fundamental deben establecer dos condicionantes esenciales: (i) aumentar las capacidades; y (ii) incrementar las oportunidades de las personas.  El primer aspecto se lograría en general, por medio de la educación y la capacitación.  El segundo, mediante la generación de empleo y emprendimiento.

Todo lo anterior, en función de que las sociedades deben encaminarse por la senda de un desarrollo que sea equitativo en lo social, sostenible en lo económico y sustentable en lo ecológico.

Aproximadamente desde 1980, el mundo ha sido el escenario para el establecimiento de verdaderas políticas económicas “fundamentalistas” en lo que respecta a su fe, a pie juntillas, en las fuerzas del mercado.  Su credo esencial había sido que el “mercado” podía resolver todos los problemas, que se debía des-regularizar a mansalva, disminuir los impuestos a como diera lugar y que el Estado en cuanto fuera más pequeño, mucho mejor. Esto se traducía, además, en privatizaciones, incluso de monopolios naturales como el de las comunicaciones.  De allí, en un caso puntual, la riqueza de Carlos Slim en México. Se desmanteló el Estado de Bienestar o lo poco que de ello iba quedando en algunos países latinoamericanos.

Tanto la pandemia actual, como la crisis financiera última, cuyo detonante ocurrió en septiembre de 2008 constituyó una de las muestras de que el mercado “dejado a la libre” no exactamente corrige los errores de sus mecanismos, sus fallas, sino que puede exacerbarlos. En la actualidad la generación de empleo debe enfrentar al menos dos grandes obstáculos.

En primer lugar –dado el mayor avance tecnológico- se requieren de mayores montos de inversión para generar empleos productivos permanentes con ingresos de calidad, que aseguren la ampliación de la demanda agregada, de la demanda interna en los mercados domésticos.

En segundo lugar, las políticas de los gobiernos, incluso los de países más desarrollados, están creando empleos de segunda y tercera categoría, tal y como lo ha documentado el profesor Ulrich Beck de la London School of Economics.  La gente para establecer el “rebusque”, la consecución permanente de ingresos complementarios, entra en una fase de “multiactividad nómada” en los mercados.

Algo como la informalidad, que ahora también se va haciendo presente en Europa y en Estados Unidos.  En la propia Alemania se sabe que, en la década de los sesenta, un 10% de los trabajadores tenía empleos precarios. En 1980 esa cifra fue de un 25%, y la tendencia demuestra que para 2025, esa cifra podría llegar a un 43%.

Las crisis implican realizar ajustes. Indiscutible. Lo que debe debatirse son al menos tres aspectos medulares: cuáles serían las fases del ajuste, mecanismos de distribuirán los costos, y grupos que los pagarían. Hacer persistir el peso exclusivamente en sectores asalariados, en los grupos más vulnerables, es asistir a “victorias” de corto plazo.  A situaciones insostenibles. Podemos celebrar esos “avances”.  No sería algo nuevo. También la fiesta continuaba la noche del 14 de abril de 1912; seguía el disfrute incluso en el momento exacto del hundimiento del Titanic.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Universidad del Rosario.

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna).