Perspectivas. La odisea de Jasmina por el Darién para llegar a EE.UU. | El Nuevo Siglo
En su viaje irregular hacia Estados Unidos, 32.488 menores cruzaron entre enero y octubre la selva del Darién.
Domingo, 8 de Enero de 2023
Redacción Política

Jasmina es una mujer venezolana que migró con sus tres hijos y su esposo en 2019 desde Valencia, Venezuela y que en búsqueda de una mejor vida pasó por Colombia, Ecuador y Perú.

En este tránsito de migración, Jasmina quiso llegar a Estados Unidos atravesando la selva del Darién, uno de los tramos más peligrosos en el mundo. Después de cuatro años, tomó la decisión de regresar a su país natal, pensando que esa era la mejor alternativa para proteger a su familia. En esta odisea, su vida y la de su familia corrieron peligros en reiteradas ocasiones.

Las cifras 

En los primeros 10 meses de 2022, según el Gobierno de Panamá, la migración irregular por el Darién registró 211.355 personas, de las cuales el 70,1 % eran venezolanos, la nacionalidad que impulsó este año la ola migratoria hacia Estados Unidos.

De igual manera, en su viaje irregular hacia ese país, 32.488 menores, una nueva cifra histórica, cruzaron entre enero y octubre pasados la selva del Darién, la peligrosa frontera natural entre Colombia y Panamá, la mitad de ellos menores de cinco años, alertó este sábado Unicef.

Esa cifra es un 10 % mayor que la totalidad de menores que recorrieron el año pasado a pie el trayecto selvático, de 266 kilómetros.

Además, el número de adolescentes migrando no acompañados se ha cuadruplicado, en comparación con 2021, para sumar “alrededor de 900 adolescentes frente a los 200 de 2021”.

“La población migrante proveniente de Venezuela se ha enfrentado en su caminar a estafas, robos, incertidumbre y miedos. Sin embargo, la asistencia humanitaria ha permitido que algunos migrantes dignifiquen su tránsito”, afirmó Camilo Barrera, coordinador nacional del Proyecto Esperanza sin Fronteras en World Vision Colombia, quien apoyó gestionando transporte humanitario para Jasmina y su familia.



Camino con peligros

En el contexto de esta crisis, Jasmina tuvo su primera experiencia de migrante en Bucaramanga, pero por distintos inconvenientes en empleo y salud, decidió migrar una vez más con destino hacia Perú. En la ciudad de Lima, una amiga le contó que su sueño de tener estabilidad se podía hacer realidad si regresaba a Colombia y continuaba una ruta migratoria hacia Estados Unidos.

El camino al principio parecía una alternativa muy positiva, pues ella y su familia ya habían atravesado tres países y tenían las fuerzas para iniciar un nuevo rumbo; además, estarían acompañados de muchas personas que, al igual que ellos, ya habían tomado la decisión de ir a Estados Unidos. En este camino debía atravesar selva, mar, enfrentarse a grupos ilegales y requerir de una gran cantidad de dólares para poder asegurar un transporte digno, dadas las complejidades del terreno. 

Sin embargo, esta información sobre los riesgos y condiciones de viaje, Jasmina los conoció cuando quedó atrapada con su familia en medio de la selva del Darién. Con solo iniciar el primer tramo estuvieron sumergidos en un clima sofocante y escasez de alimentos; además, comenzaron a ver ríos crecidos con muchos riesgos de cruzar, abismos pronunciados, jaguares, serpientes, fallecidos y grupos ilegales.

Yo le diría a todos que no se fueran por esa ruta, porque allá se puede perder la vida muy fácil, allá no es solo subir la montaña, allá es estar expuestos a que el cuerpo no te dé o que simplemente te pique un animal y se arriesgue la vida tuya y la de tu familia (…) así como algunos han pasado, muchos han muerto. Desde que tu pisas allá, tienes un 98 % de probabilidad de morir y solo un 2 % de sobrevivir”, afirma Jasmina.

Jasmina recuerda que después de un día de haber iniciado el camino, sus piernas no respondían y su salud se complicaba, razones que hicieron que ella estuviera hospitalizada por la descompensación que sufrió su cuerpo, lo que conllevó a que tuviera que abandonar el grupo con el que habían partido desde Necoclí hacia Panamá, y así decir adiós una vez más al sueño americano, que para entonces ya era una pesadilla.

"Tu allá simplemente sientes que vas a morir, solo sientes que te vas a quedar ahí. Tú solo puedes orar y pedir a Dios que te dé fuerza de donde no hay, porque tus piernas ya se debilitan, sientes que no puedes respirar, que te vas a desmayar, que te vas a quedar ahí y nadie, absolutamente nadie, te va a poder ayudar, porque estás entre la nada, en mitad de una selva”, afirma Jasmina al recordar los tres días que quedó atrapada en el Darién con su familia.

La angustia de salir a Venezuela

En estos cuatro años de migración, Jasmina nunca supo qué fue peor: la angustia de salir de Venezuela en busca de nuevas oportunidades; los cientos de kilómetros que tuvo que caminar y utilizar transporte ilegal en las carreteras de Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú; las noches que tuvo que dormir junto con su familia en la calle; tener que atravesar una selva montañosa y peligrosa; no tener un hogar; enfrentarse a pasar hambre y situaciones de vulneración; o afrontar la idea de tener que regresar a su país porque no hubo forma de dar estabilidad a sus hijos en otras naciones.

En este tránsito migratorio, Jasmina se encontró con un oasis en medio de las angustias cuando se le brindó transporte humanitario desde Necoclí hasta Valencia, además de hospedaje y alimentación, factores que más generan angustia en los migrantes y sus familias cuando deciden emprender su camino. Una acción de solidaridad que apoyaba su decisión de regresar a su país natal.

Belkys Herrera, quien opera en la Coordinación Técnica de Protección de World Vision Venezuela, afirmó: “la ayuda humanitaria que recibió Jasmina permitió protegerla a ella y a su familia de riesgos que van desde: amenazas de violencias basadas en género, riesgos por malas condiciones climáticas como lluvias o desbordamiento de ríos, cambios extremos de temperatura, y grupos de delincuencia común que actúan bajo crímenes como secuestro, robo, extorsión, explotación sexual, etc.”.

Hoy, Jasmina se encuentra de nuevo en su ciudad natal. Aunque recuerda con mucha tristeza, confusión y desesperanza su experiencia como migrante, también rememora cómo fue testigo de la solidaridad y el apoyo que recibió, porque por primera vez sus hijos viajaban en avión, en el trayecto que el equipo de la organización humanitaria internacional coordinó entre San Cristóbal y Caracas.