El análisis de 15 tortugas de la especie Rhinoclemmys melanosterna, que habitan en Atlántico, Bolívar, Guajira y Antioquia, entre otras regiones, mostró que es muy probable que tejidos y órganos tengan alteraciones sanguíneas en los glóbulos blancos y rojos; además, se halló acumulación de dicho metal pesado, que se utiliza en la minería extractiva de oro, en hígado, riñón, musculatura, también cambios en el caparazón.
Los especímenes se tenían almacenados en la Estación de Biología Tropical “Roberto Franco” de la Universidad Nacional (UNAL), en Villavicencio, allí se han conservado para su reproducción y estudio, en ámbitos como su relación con el mercurio. Aunque en el medio silvestre ya se había evidenciado que acumulan este metal, no se había indagado, en condiciones controladas de laboratorio, qué ocurre en su organismo.
Por toda la cuenca del Pacífico, del Magdalena-Cauca, y la del Caribe, se moviliza esta pequeña tortuga cuyo particular caparazón tiene un patrón de líneas y manchas. Su protuberancia en la parte frontal la hace merecedora del nombre “tortuga de caja”; esta actúa como defensa cuando se siente amenazada, retrayendo sus extremidades y cabeza dentro del caparazón. Aunque es principalmente terrestres, también disfruta de tiempo en el agua, y su dieta consiste en insectos, gusanos, frutas y vegetales.
Para su estudio, Aura Windy Hernández Cetina, bióloga de la UNAL, con la dirección del profesor Mario Monroy, del Departamento de Biología, llegó a la Estación para analizar a estos reptiles, a los que expuso a altas concentraciones de mercurio -desde 1 parte por billón hasta 50-, para observar el comportamiento de células, órganos y tejidos.
Durante 7 días, las 15 tortugas se dispusieron en acuarios distintos y aclimatados; una vez allí se expusieron a las concentraciones, empleando una disolución de cloruro de mercurio en agua, y garantizando su alimentación de manera normal.
El último día se extrajo una muestra de sangre de cada individuo con una jeringa y se realizó un frotis a fin de fijar las células sanguíneas y analizarlas más adelante.
“Todo el proceso fue guiado por el médico veterinario de la Estación junto a otros integrantes del grupo que ya han trabajo con estas tortugas, y que ayudaron a identificar órganos y tejidos, cumpliendo con el aval del Comité de Ética de la Universidad”, asegura la investigadora Hernández, integrante del Grupo de Investigación en Ecotoxicología, Medioambiente y Sociedad de la UNAL.
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Para en análisis tomó aproximadamente 1 cm2 de músculo, hígado y riñón, y por medio de análisis determinó que la mayoría de individuos presentaban palidez generalizada en vísceras y musculatura, escasa viscosidad sanguínea, daños en los tejidos como cambios de coloración y tamaño.
Además, identificó cambios internos en el caparazón por alteraciones óseas en algunos individuos (en procesos similares a la osteoporosis), y variaciones en el recuento de leucocitos (glóbulos blancos), teniendo a los heterófilos como los que presentaron mayores cambios.
En las células de los eritrocitos (glóbulos rojos) se estudiaron anormalidades en la forma de los núcleos, y se observó que, a medida que aumentó la exposición al metal pesado a partir de 10 partes por billón, disminuyeron las células normales y aumentaron de manera significativa las células senescentes, que demuestra un daño con posibles consecuencias metabólicas.
Según la bióloga Hernández, “los estudios previos que se han realizado con respecto a metales pesados se habían concentrado en otras especies de animales, por ejemplo, peces y aves; sin embargo, una parte clave para poder trabajar en tortugas fue el contacto con el profesor Mario Vargas, del Instituto de Genética de la UNAL, director en su momento de la Estación y quien fue el puente para aprovechar toda la infraestructura disponible allí.
Otro problema relacionado con estos reptiles es que existe un consumo por parte de las poblaciones de las zonas en donde habitan, y esto implica que, si existe contaminación por mercurio en ellas, las personas también se estén exponiendo a problemas en salud. Se ha encontrado que la presencia de altas concentraciones de este metal pesado puede producir cáncer o incluso la muerte.
Según la bióloga, “aunque el estudio tuvo una duración corta, y se necesitan más investigaciones para confirmar la magnitud de las afectaciones crónicas bajo condiciones controladas de exposición, es un primer paso muy importante para darle mayor relevancia a estas tortugas y sus alteraciones con una muestra de la contaminación en distintos cuerpos de agua del país, y su impacto en la diversidad animal y la salud humana”.