En el municipio huilense de Garzón se evaluó la resistencia de distintas especies de leguminosas a las crecientes temperaturas mundiales y se evidenció que el árbol de lluvia, o campano (Albizia saman), es el que mejor responde a la falta de agua y humedad en el suelo; el hallazgo permitiría focalizar la restauración en las piezas clave de los bosques secos tropicales de esta región del país.
El árbol de la lluvia es nativo de América y en países como Colombia es muy abundante; mide casi 25 m de altura, por lo que da más sombra que otros árboles y tiene flores rosadas que parecen puercoespines diminutos y que son el lugar predilecto de los insectos polinizadores.
Además mejora la calidad del suelo, ya que fija el nitrógeno que encuentra en el aire aumentando la cantidad de nutrientes presentes allí, y reemplazaría el uso de fertilizantes químicos, disminuyendo la contaminación de aguas y la emisión de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, como a todos los seres vivos, las condiciones extremas de temperatura impactan su desarrollo, por lo que la investigadora Laura Esperanza Ruiz, bióloga de la Universidad Nacional (UNAL), estudió lo que ocurría en las 4 especies de leguminosas más usadas en restauración ecológica del municipio huilense, específicamente en la reserva natural Cerro Matambo 3, ubicada en El Quimbo, el bosque seco tropical más grande del departamento.
Allí sometió 1.200 semillas a tres tratamientos distintos, en condiciones que emularan el incremento de la temperatura hasta llegar a los 2 °C, que se estima sea la que se presente en 10 años. Las especies evaluadas fueron el árbol de lluvia (A. saman), el orejero (Enterolobium cyclocarpum), el palo fierro (Chloroleucon mangense), y el velero (Senna spectabilis). Esta última fue la menos resistente al escenario de mayor sequía, aunque curiosamente se comprobó que le va muy bien cuando se pone en la oscuridad, condición en la que crece sin problemas.
“Cada especie tenía 100 semillas, las cuales se guardaron una a una en cajas de Petri (recipientes circulares pequeños que permiten aislarlas de estímulos distintos al experimento) y luego se sembraron en algunas zonas de la reserva”, comenta la bióloga.
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Para el estudio la investigadora conformó un grupo control a la misma temperatura del municipio (36 °C) y se le puso agua destilada normal; en las demás semillas se usaron dos concentraciones de polietilenglicol, un reactivo que emula en el suelo las condiciones de falta de agua en distintos periodos: en la primera se generó un potencial hídrico de –0,6 mientras en el segundo había –1,2, un poco más de lo que se ha utilizado en investigaciones anteriores.
Después de 20 días en estas condiciones la especie que mejor resistió fue el árbol de la lluvia, ya que hasta un 80 % de sus semillas germinaron y crecieron de manera normal; el palo fierro y el orejero tuvieron un porcentaje del 25 % -lo cual no es ideal para la restauración en escenarios de cambio climático-, y del velero ninguna semilla germinó en estas condiciones.
“En otra parte del proyecto estudiamos por qué había especies más resistentes, y los resultados preliminares arrojaron que la semilla tiene algunos rasgos funcionales clave como el calcio, los carbohidratos y la proteína presente en los suelos durante su siembra, los cuales resultan fundamentales para estabilizar sus membranas y cubrir la demanda de nutrientes para que pueda tolerar la falta de agua”, indica la bióloga Ruiz.
Añade que “las leguminosas son las reinas de los bosques secos tropicales del país y aportan un valor intrínseco al ecosistema; si no se protegen se pueden afectar seriamente a futuro, ya que, contrario a lo que se creería, la temperatura del suelo puede aumentas más rápido que la del aire e incidir negativamente en las especies, por lo que es necesario profundizar en la investigación.
Otra estrategia que se puede acoplar a la restauración y que se potenciaría con estos hallazgos es la del fitomejoramiento, que consiste en mejorar genéticamente las semillas para que las especies menos tolerantes compensen estas dificultades y aumenten su porcentaje de supervivencia.
Para su trabajo de investigación la bióloga contó con la guía y dirección de las profesoras Beatriz Eugenia Salgado y Luz Marina Melgarejo, del Departamento de Biología.