Los retos que enfrentan las ciudades de América Latina y el Caribe no son pocos, al ser una de las regiones más urbanizadas del mundo. Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, se estima que ocho de cada 10 de sus habitantes viven en zonas urbanas, lo que ha ejercido una enorme presión sobre los recursos naturales y la salud de los ecosistemas.
Estas presiones exponen a las ciudades a múltiples riesgos como: deslizamientos, sequías, temperaturas altas, inundaciones, tormentas e incendios forestales. Por tanto, se deben hallar alternativas para equilibrar el crecimiento urbano a la vez que se controla el impacto sobre el medio ambiente.
Con el objetivo de identificar cuáles ciudades en Colombia han presentado avances en estrategias de Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN), en el 2022 se adelantó una convocatoria para formar parte de una investigación sobre el estado de la biodiversidad en las urbes y su relación con la acción climática.
Yopal, Montería, Villavicencio, Pereira, Pasto y Bucaramanga, fueron las ciudades seleccionadas para conocer el estado de sus ecosistemas urbanos (ver videos de las ciudades). Este estudio, que hace parte del primer año del proyecto “NaBa: Ciudades Resilientes basadas en la Naturaleza”, fue implementado por ICLEI Colombia y el Instituto Humboldt y financiado por el fondo UK-PACT del Reino Unido para acelerar las transiciones climáticas.
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“Se hicieron mapeos para identificar las contribuciones de la naturaleza a las personas y conocer la resiliencia del territorio, con el fin de establecer áreas estratégicas que deban considerarse en la planificación y la gestión urbana. Luego, se entregaron recomendaciones para que los tomadores de decisiones avancen en la implementación y promoción de SbN frente a la crisis climática”, explica Diana Marcela Ruiz, investigadora del Centro de Soluciones Basadas en la Naturaleza del Instituto Humboldt.
¿Cómo les fue a las ciudades?
En Bucaramanga, se evidenció que las zonas con mayores contribuciones en términos de almacenamiento de carbono, capacidad de enfriamiento, calidad de hábitat y regulación de amenazas, son las áreas protegidas de orden regional, como los Distritos Regionales de Manejo Integrado (DRMI), que incluyen los escarpes occidentales y los cerros orientales. Las comunas que cuentan con una mayor presencia de áreas verdes tienen una mejor capacidad para mitigar las islas de calor y retener agua.
No obstante y, pese a estos avances, los resultados señalan que el área urbana de Bucaramanga presenta zonas con bajas contribuciones de la naturaleza a las personas y también existen ecosistemas, como los cerros orientales, que experimentan fuertes presiones debido a asentamientos informales y prácticas agrícolas y ganaderas inadecuadas. Estas amenazas contribuyen al deterioro progresivo del ecosistema.
En Montería, el río Sinú y el bosque ripario son dos importantes referentes, en los que pueden presentarse, de manera positiva, diferencias de hasta siete grados menos de temperatura en comparación con la zona urbana circundante. El río es, además, el ecosistema más representativo para todas las contribuciones, cumpliendo un papel fundamental en el equilibrio ecológico del territorio, el sustento básico, la regulación y prevención de desastres, el mantenimiento de hábitats y las experiencias físicas.
No obstante, el resto de la ciudad presenta niveles reducidos de cobertura vegetal arbórea, lo que genera una disminución en las contribuciones de la naturaleza a las personas. También se muestra un aumento en la degradación de sus ecosistemas más relevantes, como los humedales ubicados en la zona urbana y periurbana (humedal Berlín y Furatena, respectivamente) y de la Ciénaga de Betancí.
En lo que respecta a Villavicencio, se evidencia que la estructura ecológica principal está compuesta por los ecosistemas de montaña, como el piedemonte de la cordillera oriental, los bosques de galería de los principales ríos del municipio, así como las Reservas Forestales Protectoras Nacionales y la densa red de humedales ubicados a las afueras o el interior del perímetro urbano.
Aunque el análisis revela grandes variaciones en la cantidad de agua captada entre años promedio y años secos, en general, el municipio presenta buenos niveles en el suministro hídrico.
En Pasto, los ecosistemas que aportan mayores contribuciones en el almacenamiento de carbono, capacidad de enfriamiento, calidad de hábitat y regulación de amenazas, son el bosque andino, el páramo, la laguna de la Cocha, el volcán Galeras y las zonas de bosque cercanas a los cuerpos de agua o presentes en áreas periurbanas.
Aunque la laguna de la Cocha presenta altos niveles de contribución a las personas, las zonas circundantes muestran bajos aportes en retención de carbono y calidad de hábitat. Esto se debe a que están amenazadas por actividades agrícolas, ganaderas y turismo no regulado. Estas actividades atentan contra el potencial ecoturístico de la zona.
En el caso de Yopal, el río Cravo Sur se destaca como el ecosistema más representativo y se considera que su alto valor natural es fundamental para el sustento básico de los habitantes de la ciudad al proporcionar diversos bienes y servicios. Las zonas con mayores contribuciones en el almacenamiento de carbono, capacidad de enfriamiento, calidad de hábitat y regulación de amenazas, son los bosques andinos y subandinos del piedemonte, las sabanas inundables, los bosques de galería, los parques naturales y los humedales.
El casco urbano sufre un déficit de cobertura vegetal y arbórea, lo que resulta en bajas contribuciones en términos de capacidad de enfriamiento, almacenamiento de carbono, retención hídrica y calidad del hábitat. Esto está relacionado con la escasa vegetación y falta de espacios verdes en la ciudad, así como con la impermeabilización del suelo debido a la urbanización.