Han circulado en estos días, por las redes, voces que aseguran que la crisis producida por la pandemia del Coronavirus está destinada a limpiar el planeta, y que los índices de calidad del aire demuestran lo beneficioso que esto puede ser para la recuperación de un planeta ambientalmente en crisis; como en todos los análisis ambientales en que no se estudia el globo sino una de sus partes, quienes así opinan se encuentran equivocados.
Aun cuando es cierto que la pandemia ha redundado en la disminución de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, no se han tenido en cuenta las consecuencias que este fenómeno podría llegar a tener en el futuro cercano; incluso se podría aseverar que el planeta saldrá perjudicado igual que quienes lo habitamos. Al tener que enfrentarnos a una inminente recesión, las inversiones en reforestación, energías limpias, producción más limpia, entre otras, se verán seriamente mermadas en desmedro de la calidad del aire y del mismo cambio climático.
Hasta el momento, las consecuencias económicas de la crisis son palpables; el petróleo está llegando a niveles de los años cincuenta, lo cual ha arrastrado el dólar a niveles nunca antes vistos y ha generado caídas que obligan a diario al cierre de las bolsas de valores; los niveles de caída de las bolsas de valores superan lo ocurrido en los últimos 30 años. Con semejante perspectiva no existe ninguna posibilidad de lograr que la industria se comprometa con los llamados objetivos del milenio y los países tendrán que priorizar la recuperación industrial y la alimentación de sus ciudadanos.
Aun cuando la Agencia internacional de Energía ha instado a los diferentes gobiernos a ofrecer paquetes de estímulo económico para que inviertan en tecnologías de energía limpia, es muy poco probable que en países que no pertenezcan al primer mundo, se pudieran dedicar este tipo de recursos; inclusive es poco probable que los países del primer mundo pudieran hacer grandes inversiones en el asunto.
Como si fuera poco, las empresas productoras de energía solar y/o eólica, han comenzado a anunciar demoras en proyectos en curso y cancelación de nuevos proyectos; inclusive ya van cuatro empresas medianas de este renglón que han cerrado temporalmente sus operaciones.
La lista de prioridades de la recuperación de la crisis en el mundo, pasan por el desarrollo de la economía; es muy posible que se comience a aplicar la analogía ambiental de Kutnes, ella consiste en impulsar el desarrollo a cualquier costo, para poder producir recursos suficientes que permitan invertir en la recuperación ambiental en el futuro; esto fue aplicado por la China en las décadas de los sesentas a los ochentas, pero hoy por hoy el planeta no podría recuperarse porque cruzaría la línea de no retorno.
El presidente Trump, en Estados Unidos, ha ofrecido importantes estímulos para las empresas productoras de gas y petróleo. Sudáfrica está anunciando un incremento en los subsidios a las minas de carbón y en general el primer mundo se volcará en favor de dinamizar la producción y no perder sus posiciones de preponderancia económica en el contexto global; sin embargo no se ha oído una sola voz en favor de dinamizar las empresas productoras de energías limpias, ni se habla de dinamizar la inversión ambiental.
No queda más que esperar el desarrollo de la crisis y orar por la supervivencia de la especie humana, como están las cosas la siguiente crisis de la humanidad será por el cambio climático y para ello no se podrán desarrollar vacunas; solo queda entonces pedir responsabilidad ambiental a todos para minimizar el impacto y recordar que no solo hay que vencer la pandemia, también hay que mantener el planeta para poder seguir viviendo en él.
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