Perspectiva. Ser guardia papal: vocación y honor para muy pocos | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 13 de Mayo de 2023
Redacción internacional

A Jéremy, de 21 años, le surgió la idea un día cualquiera, hace tres años mientras cumplía su oficio de carpintero en el cantón de Friburgo y a Paul, en 2016, durante un viaje familiar a Roma. Ambos, por una razón en su momento inexplicable pero que hoy la entienden como un llamado que les llevó tiempo entender, pero al que por convicción y creencia dieron forma.

Estos jóvenes, junto a otros 22, juraron el pasado sábado fidelidad al cuerpo militar más antiguo y pequeño del mundo: la Guardia Suiza Pontificia.

Como es tradicional, la Fiesta del Juramento de los nuevos reclutas de este tan exigente como selecto cuerpo de custodia tiene lugar el 6 de mayo, en conmemoración al día en que, hace más de cinco siglos, 147 guardias suizos murieron defendiendo al Papa Clemente VII contra el ejército de Carlos V.

Ello ocurrió en 1527, cuando Roma fue atacada por los lansquenetes, invadiendo las cercanías de la Ciudad del Vaticano. Los 189 soldados suizos que servían en ese momento a la Santa Sede, lucharon ferozmente defendiendo al Papa delante de la basílica de San Pedro, al tiempo que estratégicamente retrocedían para entrar al templo y llegar hasta los escalones del altar mayor. Mientras un gran número de ellos se enfrentaban a las tropas invasoras, otros miembros de la guardia disfrazaron al Pontífice de humilde fraile franciscano y lograron ponerlo a salvo atravesando el Passetto di Borgo, el pasadizo secreto que une al palacio apostólico con el castillo de Sant’Angelo. Solo sobrevivieron 42 de estos valientes guerreros.

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Y aunque esa fue la primera y más sangrienta batalla de la Guardia Suiza Pontificia, no fue la única. Más de tres siglos después, en septiembre de 1870, la mayoría de sus integrantes fueron asesinados luego de batallar por días en defensa del Papa Pio IX contra el movimiento ‘Risorgimento’, que pretendía unificar toda la península italiana para formar un solo país y la única resistencia era la de los Estados Pontificios.

La batalla crucial se desarrolló en Porta Pía, (Roma), que es una puerta monumental de la antigua muralla Aureliana que circunda la ciudad eterna. El ejército italiano llegó a las murallas el 19 de septiembre, puso bajo sitio a Roma y, un día después, a punta de cañón abrió un boquete en la fortaleza de piedra por donde ingresó la infantería piamontesa que dio muerte a los guardias suizos que, con su resistencia, como lo dijo el Papa, evidenciaron no solo valentía y compromiso sino que la toma militar no la aceptaban.

Pero el origen de este antiquísimo, pequeño y selecto cuerpo militar data de siglos. Específicamente, el 21 de enero de 1506, el papa Julio II, tal vez preocupado por su seguridad personal, solicitó a la confederación helvética (Suiza) un cuerpo de guardias especiales para dicha misión por dos razones específicas: sabía que eran guerreros, tal cual lo habían demostrado en las guerras de Borgoña y los conocía de tiempo atrás, cuando siendo el cardenal Giuliano della Rovere (anos antes de ocupar la silla de San Pedro), contactó a varios de ellos, que entonces fungían como una fuerza de mercenarios, en procura de la protección de Nápoles al develarse los planes de invasión del rey francés Carlo VIII de Francia.

 

Férreo compromiso

Desde entonces han sido miles los hombres que han pasado por sus filas y que como Jeremy y Paul, firmemente arraigados en la mentalidad que caracteriza a los suizos, que se expresa en su “integridad, fiabilidad, lealtad, tolerancia, aprecio mutuo y diálogo” como lo recordó el pasado sábado su actual comandante Cristoph Graf, juraron ponerse al servicio de la protección del Papa y, si la situación lo requiere, dar la vida por él, una decisión que entraña además de una exigente preparación física, militar y cultural, la renuncia a las comodidades de la vida familiar.

Esa opción de servicio al Santo Padre y la Iglesia Católica pueden quererla muchos, pero son pocos los escogidos, ya que deben cumplir once requisitos y demostrar la fortaleza espiritual que proviene de las creencias y valores cristianos.

Solo para ser admitido se requiere ser hombre, suizo, tener entre 19 y 30 años, una estatura mínima de 1,74 metros, reputación intachable -debe ser certificada en carta de un párroco-, no tener antecedentes penales, ser soltero y célibe, aunque puede contraer matrimonio de haber prestado servicio durante cinco años y si ya cumplió los 25. También gozar de buena salud, haber superado satisfactoriamente un ciclo formativo o haber aprobado el acceso a la universidad.

Pero el más importante de todos es ser católico practicante, ya que como el trabajo de la Guardia Suiza está en el corazón de la curia católica y a diario tiene contacto con turistas de todas partes del mundo que llegan al Vaticano para conocer sus emblemáticos lugares religiosos (desde las basílicas y museos hasta la tumba de San Pedro) y participar de las celebraciones litúrgicas, “vivirlas desde la fe es un requisito fundamental”, reza la web de este cuerpo pontificio,

Al pasar este primer filtro, los aspirantes son llamados a la escuela de reclutamiento del ejército suizo, donde se les refuerzan conceptos básicos importantes como la disciplina y reciben un entrenamiento militar que, aunque no es el nivel de un ‘seal’ norteamericano, es de alta preparación y exigencia. Es un servicio militar de dos años, en los que aprenden a manejar tanto armas modernas (pistolas, ametralladoras y subfusiles), como el manejo de la alabarda y el estoque (piezas claves de su uniforme), autodefensa y técnicas defensivas que son equiparables a las que los guardaespaldas de los Jefes de Estado.

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Paralelo a esta preparación, los reclutas se preparan culturalmente para vivir en Roma y servir al Santo Padre. De esta forma deben desde aprender las costumbres italianas y el idioma hasta la historia e importancia de los lugares vaticanos, porque como lo resalta su comandante en jefe, “bajo el tradicional uniforme renacentista hay un joven suizo, moderno y bien educado, que tiene en común con el mercenario del siglo XVI la firme convicción de que la Iglesia de Jesucristo y el Sucesor de Pedro merecen un compromiso a costa de sus propias vidas si es necesario…Pero, además, ambos tienen cierto gusto por la aventura, la camaradería y el aprendizaje”.

Surtido exitosamente todo este proceso tienen el ingreso, para lo cual y como último requisito, deben comprometerse a permanecer en la Guardia al menos durante 26 meses.

 

Juramento

Con traje de la “Gran gala”, que adiciona a su diario uniforme multicolor una armadura (que tradicionalmente lucen en Navidad, Pascua y durante la bendición papal Urbi et Orbi) y alabarda, el arma medieval parecida a una lanza, cuya punta está atravesada por una cuchilla, aguda por un lado y con forma de media luna por el otro, los nuevos 23 reclutas, en majestuosa ceremonia presidida por el capellán de la Guardia, su comandante y ante el papa Francisco prestaron juramento el pasado 6 de mayo, ingresando a esta fuerza élite.

Con la mano izquierda sobre la bandera del Cuerpo de la Guardia Suiza Pontificia y la derecha levantada con tres dedos abiertos para simbolizar la Trinidad, escuchan el texto leído por el capellán que expresa su compromiso de "servir fiel, leal y honorablemente al Pontífice reinante y a sus legítimos sucesores y dedicarse a ellos con todas sus fuerzas, si es necesario sacrificando incluso la vida en su defensa. Asumo los mismos deberes con respecto al Colegio Cardenalicio durante la vacante de la Sede Apostólica. También prometo al Comendador y a los demás superiores respeto, lealtad y obediencia. Así lo juro, que Dios y nuestros santos patronos me asistan".


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Uno a uno juran “observar fiel, leal y honorablemente todo lo que se le ha sido leído, invocando la protección de Dios y de los santos patronos de la Guardia Suiza”, que son Martín de Tours, Sebastián y Nicolás de Flüe.

Así, Jeremy, Paul y sus 21 compañeros, respondieron con firmeza a esa llamada interior que, como les recordó el capellán despertó hace varios meses por esta vocación de servicio tan diferente como exigente, que les implica, entre otras cosas, alejarse de familia, amigos, su país y las oportunidades de lograr buenas ganancias económicas para poner más de dos años, en la plenitud de su vida, al servicio de la Iglesia.

Ello, porque en la prosperidad económica de suiza les es fácil a los jóvenes como estos nuevos guardias pontificios encontrar empleo que les garantiza como mínimo un salario mensual de USD 6.000, mientras que en este cuerpo élite del Vaticano ganan USD 1.800.

En su mensaje de bienvenida y agradecimiento el papa Francisco pidió a los nuevos miembros de su guardia “vivir el amor fraterno y poner en práctica el Evangelio de Cristo en cada situación y en cada encuentro", al tiempo que les recordó que esa misión que inician en el Vaticano “es un camino que el Señor les ha abierto para vivir su Bautismo y dar testimonio gozoso de su fe en Cristo, esa fe que aprendieron en la familia, cultivaron en la parroquia y que se manifiesta la intensidad del vínculo de los católicos suizos con la Iglesia de Roma".

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Agregó que esta nueva “gran familia" es un lugar de crecimiento espiritual y les exhortó a no perder el valor y la pasión por descubrir cosas nuevas.

Es así como entre sus múltiples labores, estos jóvenes suizos inician otro enriquecedor proceso formativo que va de la admiración y conocimiento sobre las pinturas y reliquias religiosas, el trato diario con cientos de turistas, el reconocimiento de cada uno de los trabajadores del Vaticano, hasta la fortaleza para mantenerse en pie durante horas. Por ello su preparación física es una constante.

"Es algo bastante curioso: cuanto más se interesa uno por este mundo, más ganas te dan de entrar ", sostiene Jéremy, el rubio de ojos azules e imponente corporatura que, con "orgullo y emoción", fue uno de los primeros en encargarse de la guardia de la Basílica de San Pedro, tras el juramento.

Simultáneamente en el salón dorado del palacio apostólico, Paul sonríe para las decenas de turistas que toman fotos en la Capilla Sixtina y al ser interpelado por algunos de ellos sobre su experiencia contesta con emoción que “es un orgullo. Cuando se llega aquí, quedamos impactados. Al inicio pasamos mucho tiempo admirando todas estas pinturas, son fabulosas" y reafirmamos a diario nuestro compromiso de servir lealmente al Santo Padre.

Este joven, al igual que los 125 que conforman actualmente esa guardia élite, comprenden unas viejas palabras de Francisco quien le aseguró que los consideraba su “tarjeta de visita”. "Es que nos han dicho que somos los suizos más fotografiados del mundo", bromea Paul.

Contrario a lo que se cree, su vida no es de monasterio. “Tenemos derecho a salir, pero no a bares, más si a la playa, escalar rocas o visitar Roma, entre otros.  El servicio es la prioridad y eso nos inculca mucho sentido del deber”, explica Jéremy, resaltando que “somos unos privilegiados porque vivimos en un mundo cargado de historia y aprendemos a alimentar nuestra fe católica”.

Y a fe que lo son estos jóvenes que se deciden por esta opción de vida -por algunos años- para la que muchos pueden ser llamados, pero pocos los escogidos para integrar esta honrosa guardia. 

 

Uniforme tricolor, coraza y alabarda

Las coloridas prendas que lucen y las armas que portan datan de la época medieval. El azul y el amarillo representan el escudo de armas de Della Rovere de Julio III en el Siglo XVI. El rojo se agregó para mostrar el escudo de arma de los Medici (famosa familia de Florencia) con León X y simboliza la sangre derramada en defensa del Papado.

Los uniformes de gala están inspirados en la obra de Rafael y así se evidencia con una extensa investigación basada en sus frescos. Las bandas azules y amarillas interrumpen el rojo de las mangas y los pantalones poseen un movimiento fluido.

El traje de gala, que conserva el corte y los colores, lo diseñó hacia 1910 el comandante Jules Repond. Incluye una coraza que pesa 15 kilos, casos con penacho rojo, mosquetones, espadas y a veces otras armaduras que recuerdan la historia de este ejército, el más antiguo del mundo.

En invierno y en caso de lluvia los guardias también usan una capa para protegerse del mal tiempo. Y el uniforme de fajina es completamente azul; estos se los puede observar en la puerta de Santa Ana la cual es el ingreso cotidiano a la ciudad del Vaticano. Para uso diario se cambia el casco por una boina.

También hay uniformes de otros colores que varían de acuerdo al rango, como el del comandante y el subcomandante.

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Para enfundarse el uniforme de gala se tarda como mínimo hora y media y se requiere la ayuda de otra persona, ya que al colorido uniforme se debe adicionar la parte del cuello, el busto delantero, el trasero, las hombreras y el imponente casco con penacho.

Entre tanto, la bandera de la Guardia Suiza está dividida por una cruz blanca en cuatro campos, de los cuales el primero lleva el emblema del Sumo Pontífice y el cuarto el del Papa Julio II, ambos sobre fondo rojo; la segunda y la tercera llevan los colores del Cuerpo, que son azul, rojo y amarillo. El emblema del Comandante se coloca en la intersección de los brazos de la cruz.

Otro de los icónicos símbolos es la alabarda, el arma de dos metros de longitud con punta de lanza, que desarrollada hacia el año 1300 por los alemanes y escandinavos, llegó a los mercenarios suizos dos siglos después.

Todo lo anterior los hace ver como guardias ceremoniales que acompañan al Papa en su ministerio petrino pero, es el mejor camuflaje que tienen estos jóvenes atléticos, preparados espiritual y militarmente para reaccionar eficazmente en caso de que las circunstancias así lo exijan.