Los observadores de la vida humana nos han hecho saber que se ha introducido en muchos ámbitos el cansancio ante el amor. Y esto mismo lo constatamos en el diario vivir con muchas personas. ¿Síntomas? La creciente soledad, porque, como dicen algunos, “no hay con quien”. Otros no lo dicen, pero se sienten olvidados y la humanidad se ha desentendido de ellos. No son pocas las parejas de esposos que acaban su relación porque, dicen, se acabó el amor. O se cansaron de amar. Y en el mundo íntimo despelotado en que vivimos, parece que algunos se cansaron de hacer el amor y entiéndase por esto lo que se quiera entender. Y seguramente detrás del suicidio creciente en nuestra época se esconde algún agotamiento de la capacidad de amar o de recibir amor. Diagnóstico tenaz.
Suena hasta un poco extraño decir que la gente se está cansando de amar. Pero tampoco se puede negar el malestar que se respira en amplios sectores de la vida humana. Algo está pasando que hace que establecer vínculos de amor profundo, comprometido y a largo plazo resulte una propuesta ya no muy atractiva para la gente. El hombre y la mujer de hoy quisieran gozar de independencia absoluta, vivir solos, viajar por el mundo, no hacerse cargo de nadie. Y el sistema les ayuda mucho: hay infinidad de opciones para gente sola de manera que en su casa o fuera de ella tengan siempre una especie de barrera protectora, algo así como un foso con cocodrilos, para que nadie los incomode. Además, hay instituciones, personas y servicios (y hasta animales) que por unos cuantos pesos asumen las tareas de compromiso humano que este nuevo ciudadano solitario no quiere atender. Amar, en toda la profunda expresión del término y como lo ha entendido la raza humana hasta hoy, produce una sensación de cansancio entre algunos de los seres humanos de hoy.
Realmente no resulta muy atractiva la persona que se siente cansada de amar o que no quiere entrar en esa noble labor. Noble, pero exigente, sacrificada, paciente y cuyos frutos se recogen a largo término. Y yo creo que quien se agota de amar se pone también en una zona de peligro en todo sentido: en lo sicológico, en los social, en lo espiritual y quizás también en lo físico. ¿O es que quien está enamorado no nos ha parecido siempre más saludable, rozagante y sonriente? ¿Y la persona sin amor no nos ha transmitido siempre una cara gris y triste, un ánimo lóbrego y un discurso lleno de alusiones a sí mismo y sin conexión con el mundo circundante? Quien sienta cansancio de amar merece unos días de descanso emocional, pero no tiene licencia para el desamor permanente. Hay que volver a estimularlo, pues sin amor esta vida resulta muy, pero muy difícil y hasta sin sentido.
Pero cabe también acusar al mundo actual del haber desmontado el andamio del amor a cambio de mil chucherías y ahora estamos sin ilusiones. Jesús, siempre Él, recuerda que la vida humana se sostiene sobre dos amores: a Dios y al prójimo. Quien tenga reservas de amor que las comparta con quienes ya las agotaron. De esto hay para todos.