COMO un demócrata, reformador, visionario y sobre todo un hombre de paz calificaron los líderes mundiales al exprimer ministro japonés, el conservador Shinzo Abe, quién fue asesinado por un hombre que argumento presuntos vínculos del político con un grupo que él odiaba.
Abe presidía un mitin en la ciudad de Nara para las elecciones senatoriales de este domingo (las que se mantendrán) cuando un el atacante, identificado como Tetsuya Yamagami (41 años) se ubicó tras él y le disparó con un arma ‘artesanal’.
El expremier fue llevado de inmediato al hospital a donde llegó, a las 12:30 del día con paro cardiorespiratorio y fue imposible reanimarlo, según declaró Hidetada Fukushima, responsable de medicina de urgencia en el hospital de la universidad médica de Nara.
El hecho causó conmoción no solo en el país asiático sino en el mundo porque ese país tiene una de las legislaciones más estrictas de armas de fuego y porque un atentado como éste no se registraba hace décadas.
En Japón no ocurría nada así "desde hace más de 50 o 60 años", declaró Corey Wallace, especialista de política japonesa y conferenciante de la Universidad de Kanagawa.
Según este experto, el último incidente parecido en Japón fue el asesinato en 1960 de Inejiro Asanuma, el dirigente del Partido Socialista japonés, apuñalado por un estudiante cercano a la extrema derecha.
Tras conocerse el ataque mortal, el actual jefe de gobierno, Fumio Kishida, abandonó la campaña electoral y viajó a Tokio en helicóptero.
"Rezaba para que pudiera salvarse, y acabo de conocer" la noticia de su muerte, dijo Kishida, con la voz embargada por la tristeza. Agregó “no tengo palabras (...), que su alma repose en paz".
Después confirmó que la jornada electoral tendrá lugar el domingo como está programada. "No podemos rendirnos ante la violencia y por esta razón seguiremos luchando en la campaña electoral hasta el final. Espero que el pueblo de Japón piense en ello y trabaje duro para proteger a nuestra democracia", dijo.
Tanto las cadenas que cubrían el evento electoral como personas que grababan con celular captaron el momento exacto en que Yamagami, se acercó a Abe y le disparó con un arma de fabricación casera, según confesó una vez fue capturado por los guardaespaldas del asesinado líder político.
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La policía indicó que el asesino era un desempleado de 41 años y que confesó que “había cometido el crimen porque creía que (...) Abe estaba vinculado con una organización que él odiaba”.
La Policía confirmó que Yamagami fabricó el arma que acabó con la vida de Abe, una escopeta de dos cañones, y que las fuerzas de seguridad han encontrado en su domicilio varias armas de fabricación casera parecidas a la empleada en el ataque.
Por último, la investigación sobre los disparos arroja de momento que el primero de los dos cartuchos de la escopeta no impactó en Abe, que se dio la vuelta para identificar el origen de la detonación, solo para acabar recibiendo de frente el segundo disparo en el pecho y en el cuello, según la rueda de prensa recogida por la corresponsalía del 'Washington Post'.
Según varios medios locales, el sospechoso había pertenecido a la Fuerza marítima de autodefensa japonesa, la marina nipona.
Imágenes transmitidas por NHK mostraron de pie a Abe en un escenario, cuando se escucha un estallido y se observa humo. Luego se puede ver cómo un hombre es inmovilizado por agentes de seguridad.
"Estaba dando un discurso y un hombre llegó desde atrás", comentó una joven que estaba en el evento a la red NHK.
"El primer disparo sonó como un juguete. Él no cayó, pero luego hubo una fuerte detonación. El segundo disparo fue más visible, se podía ver la chispa y el humo", agregó.
Abe se derrumbó y sangraba del cuello, dijo una fuente de su formación, el Partido Liberal Democrático (PLD), a la agencia Jiji.
"Tras el segundo disparo, la gente lo rodeó y se le hizo un masaje cardíaco" relató la testigo.
Responsables locales del PLD precisaron no haber recibido ninguna amenaza antes del ataque.
La fuerza del tradicionalismo
Abe tenía 52 años cuando asumió el puesto de primer ministro en 2006, convirtiéndose en la persona más joven en ocupar el cargo.
Su primer período fue turbulento, acosado por escándalos y disputas, y terminó con su abrupta renuncia un año después.
Se postuló nuevamente, y volvió a la jefatura de gobierno como un salvador en diciembre de 2012.
Golpeado por los efectos del tsunami en 2011 y el posterior desastre nuclear de Fukushima, Japón encontró en Abe una mano confiable.
Abe se dio a conocer en el extranjero por su estrategia de reactivación económica, conocida como los "abenomics", lanzada a partir de 2012, en la que mezclaba flexibilización monetaria, una masiva reactivación presupuestaria y reformas estructurales.
Con el asesinato de Abe, la corriente conservadora tradicionalista de la política japonesa pierde a uno de sus principales exponentes y a un transformador de la política económica y militar del país merced respectivamente a un esfuerzo de liberalización y un intento de alejamiento del pacifismo de posguerra.
Apoyado en el tono rompedor de su predecesor, Junichiro Koizumi, y en los principios tradicionales de su abuelo y antiguo primer ministro (1957-1960) Nobusuke Kishi, Abe entró en política en 1982 como asesor de su padre Shintaro y, desde ahí, comenzó a subir en las filas gracias a la agresividad de sus mensajes sobre las amenazas existenciales, a su entender, que países como China o Corea del Norte representaban para Japón.
Este carácter se vio perfectamente representado en su polémica visita de 2013 al santuario de guerra de Yasukuni, que China y las dos Coreas recuerdan como un símbolo del pasado militar imperial de Japón.
Su aparición en Yasukuni fue el prolegómeno de lo que pasaría dos años después: la declaración de una iniciativa para obtener el derecho a la autodefensa colectiva, es decir, capacitar a Japón para movilizar tropas en el extranjero con el objetivo de defenderse a sí mismo y a sus aliados bajo ataque. Sin embargo, fracasó a la hora de codificar este derecho en la Constitución japonesa, y el tema sigue generando división en el país.
Como en el panorama militar, los resultados de su política económica no alcanzaron los objetivos esperados. Tras unos años de relativo impulso, el país entró nuevamente en recesión en primavera de 2020, durante los primeros meses de la pandemia de coronavirus, que Abe aprovechó para cimentar la posición internacional de Japón como aliado incondicional de Taiwán, sobre el que China reclama soberanía, al actuar como facilitador de la entrega de millones de vacunas.
Abe también cultivó su amistad con el entonces presidente de Estados Unidos Donald Trump. Fue el primer líder extranjero en reunirse con el flamante mandatario estadounidense tras su victoria en las elecciones de 2016 y desplegó la alfombra roja durante la visita de estado del presidente a Japón en 2019.
La reaparición de su enfermedad (colitis aguda) unida a la erosión de su figura pública tras varios escándalos (como el arresto de su exministro de Justicia) y las críticas a su gestión de los primeros meses de la pandemia le llevó a dimitir en agosto de 2020 y a renunciar a su sueño de presidir la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, aplazados finalmente a 2021.
"Gran demócrata"
El ataque y la muerte de Abe desencadenaron un alud de reacciones internacionales.
La reina Isabel II envió un mensaje de condolencias al emperador Naruhito afirmando estar "muy triste" por la noticia.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden se dijo "atónito, conmocionado y profundamente entristecido" ante un asesinato que calificó de "tragedia para Japón y todos los que lo conocieron".
Por su lado, el presidente ruso Vladimir Putin aludió a una "pérdida irreparable", mientras los lideres de la Unión Europea se declararon conmocionados por la muerte "brutal" del ex primer ministro japonés, a quien calificaron de "gran demócrata".
En América Latina los pronunciamientos fueron similares, de condena, tristeza y solidaridad con el pueblo japonés. El mandatario de Brasil, Jair Bolsonaro decretó tres días de duelo. /Redacción internacional con agencias