Enrique Gómez Hurtado | El Nuevo Siglo
Sábado, 20 de Julio de 2019

"Fiel exponente de un talante privilegiado"

A Álvaro Gómez Hurtado le gustaba decir con frecuencia que Enrique, su hermano menor y confidente más cercano era “la mitad de mi cerebro". Y lo era y quizás mucho más: a lo largo de sus vidas era raro el día en que no se comunicaban, estuvieran donde estuviesen.

Ambos, orgullosos hijos de Laureano Gómez el político más importante de su tiempo y uno de los más formidables caudillos y oradores del país en el siglo pasado, Sus brillantes servicios al conservatismo fueron una inagotable contribución al devenir nacional, Sus talantes -sugestiva palabra de sus preferencias- era bien diferente. Álvaro era más "barroco" si se quiere y Enrique más "realista", pero juntos dejaron un legado incomparable.

Desde luego a Álvaro el ejercicio de la política le atraía mucho más que a Enrique, quién entró a ella sólo cuando faltaron su padre y su hermano. Enrique, con su pragmatismo, era el encargado de los negocios familiares. La obsesión de Álvaro en ese ejercicio era elevar su nivel mediante "Un gran acuerdo sobre lo fundamental" y acabar con los abusos de lo que él llamaba "El Régimen", que no era otra cosa que los abusos y desmanes de quienes formaban "el tinglado de la antigua farsa", en palabras de su progenitor.

Ambos hermanos, al igual que el fundador de la dinastía, dedicaron muchas horas a moldear y convertir a "El Siglo" en el gran bastión que fue en la recuperación del poder. Enrique, visceral comunicador, fundó también Diario Gráfico el primer tabloide colombiano y luego, durante la dictadura rojiza, creó "Informaciones". En las tres publicaciones tuvimos el gran honor de poder colaborar, como luego lo hemos hecho hasta la fecha con "El Nuevo Siglo", otro hijo periodístico de la Casa Gómez.

Enrique tuvo su momento más estelar cuando, habiendo sido exiliado por Rojas Pinilla cuando este tumbó a su padre del gobierno, regresó a Bogotá hacerle valeroso frente a las circunstancias. Rojas lo encarceló y lo llevó a Palacio para humillarlo ante una manifestación de sus áulicos. Enrique narró el episodio en una crónica periodística sin par "Un balcón sobre el abismo".

Hoy, al despedir con tristeza sus restos mortales, lamentamos que ello ocurra cuando el país y la política, pero sobretodo el conservatismo, necesitan más de sus luces y su guía. Podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos que los límites éticos que los Gómez le trazaron a sus contemporáneos contribuyeron a que Colombia fuera un país mejor.  Ahora lo importante es no olvidar sus enseñanzas y su ejemplo.