Paradojas existenciales (2) | El Nuevo Siglo
Domingo, 12 de Julio de 2020

Este mundo paradójico y esta existencia física son los medios con que contamos para evolucionar.  Los recursos son los correspondientes al desarrollo de la consciencia.

Como se trata de elevar las frecuencias en las que vibramos, necesitamos identificar muy bien lo que sentimos y pensamos. Muchas veces se nos cruzan sentipensamientos de deseo profundo por ayudar a un prójimo con los de venganza y castigo por otro prójimo: paradoja.  Se nos suele olvidar que nuestros prójimos son tanto las víctimas como los victimarios, pasamos por alto que somos una sola humanidad y que lo que le pase a uno nos pasa a todos. 

Sí, solidarizarnos con quienes han sido víctimas es un bello gesto, que se puede desvirtuar si a la vez sentimos odio por quien ha causado el daño.  A medida que ampliamos nuestra consciencia, nos percatamos de la trampa en la que caemos cuando albergamos sentimientos contradictorios ante una misma situación; entonces, podemos reconocer los principios matemáticos básicos que nos rigen: positivo por positivo da positivo, es decir, frecuencia vibracional elevada.  Positivo –amor- multiplicado por negativo –odio- da negativo: frecuencia vibracional baja.

La empatía por las víctimas resulta inocua si a la vez queremos hacer desaparecer a quien causó el daño.  No se trata de pasar por alto el abuso, pues quien atropella ha de asumir las consecuencias de sus actos, con el propósito de aprender. 

Otra paradoja surge como resultado de preguntarse cuántas veces hemos sido víctimas y cuántas otras hemos obrado como victimarios.  Cuando señalamos a alguien con el índice acusador, también apuntan para nosotros el cordial, el anular y el meñique; tres dedos se nos devuelven, para que nos miremos hacia adentro.  El pulgar apunta hacia arriba, para que nos demos cuenta de que algo más grande nos envuelve: el amor, la luz, la consciencia, le llamemos Dios, Yahvé, Jehová, Alá, Tao, Ra o Shiva.

A medida que avanzamos en este prekínder nos damos cuenta de que todos estamos hechos de lo mismo.  Claro, esto puede generar resistencias: ¿yo, igual al asesino, al violador, al corrupto? Desde la fragmentación imperante nos sentimos separados de ellos, lo cual nos enorgullece vanamente.  Si nos adentramos en la consciencia de la totalidad, nos damos cuenta de que ellos los “malos” y nosotros los “buenos” somos esencialmente iguales.  Todos corremos el mismo riesgo de perder la consciencia de la conexión con Dios, de desconectarnos de la presencia del amor.  Es lo que les ha ocurrido a los “malos” y a todos en algún momento de la vida. 

En realidad, somos diferentes en lo singular y similares en lo esencial, otra paradoja.  Somos uno y será más sensato y efectivo para transformar el afuera transformarnos desde adentro.