Aunque algunos medios internacionales reiteran que existen claros indicios de que estamos al borde de una recesión, por ahora las evidencias señalan en firme que debemos enfrentar desaceleración en la economía mundial. En apoyo a ese planteamiento se tienen cálculos actualizados de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que incluye fundamentalmente a las economías más desarrolladas del planeta.
Inicialmente esta entidad estimaba un crecimiento económico global de 4.5%. Ahora, con base en nuevas condicionantes, la cifra que se proyecta es de 3.1%. Y por si alguien aún dudara de noticias desalentadoras, para el último trimestre de 2022, el crecimiento económico general promedio sería de tan sólo un 1.9%.
Inciden para tal proyección, las complicaciones derivadas de la mayor demanda de bienes y servicios que ha existido como producto de la reactivación económica luego de la superación de ciertas etapas de la pandemia del covid-19. Tómese en cuenta que la referida pandemia no ha sido totalmente doblegada, pero las necesidades de ingresos por parte de grandes conglomerados sociales no daban más tregua, luego de casi 24 meses de restricciones que en menor o mayor grado han implementado los países.
De manera más específica, influyen ahora el consumo de los inventarios que se habrían acumulado en los pasados dos años. Además de los problemas en la logística, en el desempeño de las cadenas de suministros, tanto en el transporte marítimo como en los desplazamientos de productos en tierra. Esto último es lo que se ha estado documentando como la crisis de los contenedores. Y por supuesto que en la cadena de suministros tampoco ayuda en nada el conflicto entre Rusia y Ucrania y todas las implicaciones que ello arrastra.
Por otra parte, es de tomar en cuenta que, en las actuales condiciones de la globalización, los procesos de ensamble tienden a tener procesos integrados entre varias naciones. De allí que el transporte y la logística en general sean aspectos estratégicos -con amplios efectos multiplicadores- en la terminación final de bienes de alto valor agregado.
Una ilustración de estas condiciones se tiene en la industria automotriz. La producción de autos puede comenzar en Suramérica o bien en el Sudeste Asiático, para culminar en grandes regiones de ensamblaje en el norte de México o en Brasil, para que luego, los bienes finales sean distribuidos en los mercados occidentales más desarrollados, Latinoamérica o Asia.
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En función de los mercados de los factores de producción, esta mayor integración productiva se lleva a cabo conforme a diferentes grados de apertura o liberalización. A partir de ello se reconoce que los mercados financieros son los que tienen mayor flexibilidad e interacción.
Eso permite la conformación de los circuitos de la economía financiarista o bancaria, centrando los intercambios en los derivados financieros. Se trata de mercados que estarían moviendo activos anuales por un monto aproximado de unos 850 trillones -millones de millones- de dólares.
En cuanto a liberación o flexibilidad de intercambios, a los mercados bursátiles les siguen flujos de bienes y servicios que de manera más o menos permanente, más o menos perdurable, se han establecido entre los diferentes países y regiones. En esto influye la baja en aranceles que ha ocurrido.
También los flujos de recursos o talento humano se han visto favorecidos cuando se trata de trabajo calificado, de técnicos especializados, de científicos en cuya formación los países han invertido cuantiosos recursos. Los mercados de este tipo de talento humano presentan nexos flexibles. Un ejemplo de ello sería el caso de los tipos de visa específicos con los cuales se permite el trabajo de ingenieros de sistemas provenientes de India en Estados Unidos.
Por el contrario, los flujos de trabajadores poco calificados deben enfrentar grandes restricciones y los países más desarrollados -tanto Europa como Estados Unidos- hacen esfuerzos por desalentar este tipo de migración. Se trata de viajes muchas veces suicidas que se llevan a cabo tanto en México, como en el Mar Mediterráneo. Aún están frescas las conmovedoras noticias de los no menos de 54 migrantes provenientes de México, Honduras y Guatemala, que recientemente murieron asfixiados en un camión en San Antonio, Texas.
Como parte de los nubarrones que se ciernen sobre las perspectivas de la economía mundial no sólo está la desaceleración y el conjunto de temores respecto a una recesión mundial. Estos fenómenos se verían acompañados de procesos inflacionarios. Se tendrían condiciones de elevación generalizada de precios a la vez que desempleo, producto de decaimiento de producción. Lo que se conoce como estanflación.
Existen datos al respecto. Se estima, siempre por parte de la OCDE, una tasa de inflación generalizada de 8.2% para 2022. Cifra que supera significativamente la tasa de 3.7% de inflación alcanzada en 2021, y es cuatro veces más alta que el nivel de 1.7% anual que se registró durante el período 2013-2019.
Ahora, de nuevo, se requiere que las instituciones implementen políticas generales y medidas particulares que les permitan consolidar un carácter incluyente, que propicien el estímulo y la reactivación. Esto implica, entre otras consideraciones, de una política general contra-cíclica, de mayor expansión monetaria y fiscal, del papel de los bancos centrales en pro de crecimiento, generación de empleo y la búsqueda constante de la estabilidad de precios en los mercados internos.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario
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