Nuevos índices de pobreza | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Septiembre de 2021

* Los factores multidimensionales

* Drama de la educación en los niños

 

Los últimos datos divulgados por el DANE sobre la evolución de la pobreza multidimensional entre 2019 y 2020 dejan en claro los estragos que ha causado la pandemia. En efecto, durante el primer año de crisis sanitaria, económica y social el número de compatriotas que engrosaron esta medición aumentó en 489 mil. Y entre las cifras más alarmantes está lo que hoy ocurre con la educación escolar.  

A diferencia de la llamada “pobreza monetaria”, que mide a los hogares que no reciben un ingreso suficiente para mantener una subsistencia mínima y digna, el concepto de “pobreza multidimensional” se ocupa de evaluar la calidad de vida de los hogares a través de quince indicadores cualitativos. Por ejemplo: ¿Quiénes cuentan con servicios públicos básicos? ¿Cuál es el porcentaje de acceso al agua potable e infraestructura de saneamiento? ¿Cuáles son las condiciones de la vivienda que habitan? ¿Están hacinados o no? ¿Cuántos de los miembros del hogar son analfabetas? ¿El número de jóvenes de cada núcleo que asiste a la escuela y cuál su nivel de rendimiento? ¿Hay menores que no estudian porque están trabajando para generar ingresos a la familia? ¿Qué barreras enfrentan esos niños y adolescentes para acceder a servicios de salud, nutrición y cuidado?  ¿De los adultos que componen cada núcleo, cuántos tienen trabajos formales y cuántos oficios informales o de ‘rebusque’? ¿Cómo es su acceso a los servicios de salud?... En fin, este es un concepto en donde se mide típicamente el nivel de privaciones que tiene cada persona y cada hogar.

Se trata, entonces, de una encuesta que va más allá del enfoque meramente cuantitativo y dirigido únicamente a establecer los niveles de ingresos, clasificando a los hogares según estén por encima o por debajo de ciertos umbrales monetarios. Por el contrario, la medición de la pobreza multidimensional se concentra en indagar sobre la calidad de vida de los hogares, con base en los indicadores antedichos. Un concepto en el que, además, se refleja con mayor certeza la capacidad del Estado para impactar a las clases menos favorecidas y trabajar en la reducción de sus necesidades básicas insatisfechas a través de la activación del aparato y la cobertura institucional, ya sea a través de subsidios, ampliación de coberturas de inversión social y asistencia macro y micro a las comunidades.  

Visto el informe del DANE, lo que más se deterioró en los indicadores multidimensionales durante el primer año de la pandemia fueron los índices educativos: la inasistencia escolar pasó para el agregado nacional de un 2,7% en 2019 a 16,4% en 2020. Y en lo rural fue aún más grave: se disparó de 4,6% en el primer año al 30,1% en el segundo. Dicho en otras palabras: en el ámbito de la ruralidad colombiana cerca de un tercio de los jóvenes en edad de estudiar no están pudiendo asistir a sus escuelas, y tampoco cuentan con medios no presenciales para continuar con su educación. La carencia de internet confiable en el campo golpea con gran severidad a los niños que viven en este o en los poblados dispersos de Colombia.

Es con este telón de fondo que el escándalo de corrupción que ha estallado en el Mintic, que compromete y dilata en el tiempo la instalación de siete mil centros de acceso al internet principalmente en las zonas rurales del país, luce especialmente dramático y desafortunado.

Cuando se comparan las cifras de recuperación del PIB con las de la realidad social (empleo y pobreza), se constata que van más rápido las primeras que las segundas. La normalización de la movilidad ciudadana y la apertura de negocios y manufacturas están jalonando una reactivación económica que debe llevarnos al finalizar este año a niveles de crecimiento del PIB del orden del 7%.

Sin embargo, la cara social de la recuperación es menos radiante: tanto las cifras del empleo como las de pobreza, ilustradas estas últimas con la anotada lupa multidimensional, muestran que una cosa es la recuperación de la economía medida por el prisma del PIB, y otra la del componente socioeconómico. En lo primero vamos bien; en lo segundo el rezago es aún preocupante y el trabajo por hacer inmenso.

Desde luego, no es posible crear empleo sino a partir de la reactivación económica. Lo importante es que una cosa lleve a la otra. De lo contrario, la tarea quedará a medio hacer.