En Bogotá transportarse en Transmilenio se ha vuelto una ruleta, en donde no hay forma de saber si el usuario será o no robado o hurtado. Aunque suena exagerado, la realidad es que muchas personas piensan estratégicamente antes de abordar el sistema, y se han ido consolidando toda una serie de mitos urbanos alrededor de cuál es la mejor silla.
Aunque realmente no hay forma de determinar cuál puesto es más seguro, los razonamientos de los ciudadanos para hacer uso del sistema se han convertido en un anecdotario que EL NUEVO SIGLO comenzó a construir, a partir del relato de siete personas que fueron robadas o escucharon cómo otros fueron atracados en el sistema y modificaron su vida alrededor de dicho evento.
María Eugenia, una empleada que vive en Ciudad Bolívar y trabaja en el norte de Bogotá, iba caminando, a comienzos del año pasado, en uno de los túneles de las estaciones del sistema, cuando dos personas se pararon detrás de ella, y la amenazaron en el costado del abdomen con un arma cortopunzante, aunque fue clara al señalar que no la vio. Tampoco les vio las caras.
Ella siguió mirando al frente y entregó sus cosas, incluido el portacomidas que llevaba en una lona. “Uno piensa de todo, hasta pensé que podría sacar mi cubierto”, dice con risa, porque también se lo llevaron. Desde aquel episodio, María Eugenia camina lo más pegada a las paredes posibles y mirando hacia el lado. “Ya no camino por la mitad. Si camino pegada a la pared siento que es menos probable que me puedan ‘escoltar’ dos personas por la espalda. Ojalá nunca vuelva a pasar”.
Mario, un estudiante de la Universidad Distrital, estaba esperando que llegara su articulado parado en el borde de la puerta de su estación y que no cerraba. “Es que si te fijas ya casi no hay puertas que abran con la llegada del bus. Yo ahora soy muy consciente de las entradas y de verdad que todas las entradas y salidas de las que he hecho uso desde que me robaron siempre están abiertas. De hecho yo estaba parado recostado sobre el marco de una de ellas”.
Explicó, y con esto se pueden identificar la mayoría de los usuarios, que mientras esperaba el bus vio corriendo a dos personas hacia la estación. Es una imagen frecuente. Pensó: “son dos colados más. Lo que pasó es que se subieron empujándome hacia el centro de la estación. Me amenazaron y se llevaron mi billetera y mi celular. Salieron corriendo por donde entraron. Eso fue todo”.
Desde aquel incidente, ocurrido en enero de este año, Mario espera el bus lo más alejado posible de las puertas, y busca hacerse detrás de un tumulto de gente. “Y cuando no hay gente espero en la puerta del frente sobre uno de los espacios recubiertos”, le dijo a este Medio de comunicación el estudiante.
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Al interior del bus
Ahora, los hurtos al interior de los buses articulados así como de los zonales y alimentadores, han conllevado a la invención de otros trucos. Dos estudiantes de la Javeriana comentaron que alguna vez le escucharon decir a alguien que el mejor lugar para evitar un robo al interior de un bus troncal era en el acordeón, y preferiblemente sentados en el piso, así esté prohibido.
“Nunca nos han robado y compartimos la misma ruta, pero a un amigo que robaron nos dijo que ese era el sitio que él buscaba siempre, porque por lo general los asaltantes roban en las inmediaciones de la puerta y luego salen. No creo que recorran el bus”, es la recomendación que escucharon de un tercero que este Diario no logró contactar.
Otras personas tomaron la decisión de buscar las sillas que están más pegadas al conductor del bus. Una de ellas fue robada a comienzos de septiembre al interior de un articulado. Iba sentada en la silla inmediatamente contigua a una de las puertas traseras del articulado, cuando de repente sintió que le estaban chuzando el brazo al tiempo en que le pedían el celular.
“Cuando las puertas sonaron yo no me di cuenta de quiénes habían entrado sino segundos después, cuando uno de ellos ya me estaba apuñalando el brazo izquierdo, pidiendo al mismo tiempo el celular que tenía en mis manos y que, por supuesto, fue lo que me expuso de esa manera. La gente comenzó a gritar a mi alrededor y yo, de manera profundamente estúpida, no entregué el teléfono sino que, por el contrario, me cubrí la cara con la mano en la que tenía un celular cualquiera, no uno de esos que cuestan tres o cinco millones de pesos. El ladrón seguía gritando que lo entregara, y seguía clavando el arma blanca. Al final me jaló el brazo y salió corriendo con la otra persona”, relata a EL NUEVO SIGLO la víctima de este robo.
No obstante, dos personas le dijeron que lo peor que podía hacer era sentarse cerca al conductor, pues cuando los hurtos han sido masivos, a todo un bus, lo primero que hacen los atracadores es neutralizar al conductor y comenzar a robar de adelante a atrás. ¿Será cierto? Podría. Es parte de los mitos que se han tejido alrededor de los robos en el sistema.
Desde entonces, por recomendaciones de colegas que escucharon de terceros que escucharon de quintos, de séptimos y de décimos, ahora busca las sillas más pegadas al conductor, bajo el presupuesto de que los vándalos no se van a acercar a este. “Desde que eso pasó me he fijado en las dinámicas de abordaje y la realidad es que la gente corre a buscar los primeros puestos y evita la cola del bus”, añadió Liliana a su historia.
Por último, la tía de una colega de trabajo hace alrededor de un año estaba haciendo un desplazamiento desde Soacha hasta el Hospital de Marly, donde trabaja como enfermera. Se sentó en una de las sillas elevadas, esas que están por encima de otras sillas en una especie de plataforma, ubicándola más cerca de la ventana, que estaba abierta, y comenzó a revisar su celular.
“Cuando ella se dio cuenta de lo que estaba pasando ya le habían robado el teléfono desde afuera por la miniventana del bus. Uno de los ladrones levantó al otro a través de la práctica conocida en Colombia como ‘pata de gallina’, y con una súper agilidad le sacó el teléfono. Ya no se sienta en las sillas altas, menos pegada a una ventanilla y usa audífonos inalámbricos”. Todos ellos, sin embargo, siguen haciendo uso del sistema, y así concluyen sus relatos.