Cuando el 9 de noviembre cayó el muro de Berlín, la entonces científica Angela Merkel celebró como millares de compatriotas el fin de la odiosa división en la que estuvo durante décadas Alemania. Y fue en ese momento que como se dice popularmente le picó “el bicho” de la política iniciando una carrera de fulgurante éxito, gestando una era que está a punto de terminar.
Convencida de la esencia de la política (tomar decisiones para mejorar la sociedad) y más comprometida con ello, dada su experiencia personal (por haber vivido desde su primera infancia en la desaparecida República Democrática), Merkel dio sus primeros pasos en esta actividad de la mano de Helmuth Kohl, en una formación llamada Amanecer Democrático, aliada de la Unión Cristiano Demócrata (CDU).
En ese momento tenía 36 años e iniciaba campaña para ser diputada por el distrito Stralsund-Rügen-Grimmen. Una de sus primeras fotos, hoy muy famosa, es donde se muestra vestida con chaqueta marrón, camisa blanca y falda de jean entrando a la cabaña de un pescador en la isla alemana de Rugen para conocer las inquietudes que tenían sus pobladores, muchos de los cuales coincidieron en señalar que “nos dio la impresión de que nos entendía" y la avalaron con su voto.
Y es que, sin duda, esa capacidad de escuchar en silencio para tomar decisiones tras un análisis muy pragmático, con base en números, datos y hechos, fue lo que cimentó la meteórica carrera política de Merkel y su ascenso hacia la cancillería, no sin antes fungir como ministra de Mujer y Juventud en el primer gobierno de la Alemania Unida y ocupar otros cargos tanto en el Ejecutivo Federal como en la organización de la CDU.
Llegó así a liderar la CDU, aunque en 2002 no fue ella quien se presentó como candidata a canciller por este bloque conservador, sino el entonces líder de la Unión Social Cristiana (CSU), Edmund Stoiber, quien vio resignada su llegada al poder ante el socialdemócrata Gerhard Schroeder.
Con mayor proyección nacional, pero sobre todo con un acertado manejo de los conservadores, el turno le llegó a Merkel en 2005, haciendo historia por ser la primera mujer en ocupar la Cancillería y, desde entonces, escribiendo nuevas páginas tanto en la política doméstica como internacional por su gestión y la forma en que manejó múltiples crisis, en estos 16 años de poder ininterrumpido.
Pueden aducirse muchas razones para que Merkel, hoy con 67 años, decidiera hace dos, no seguir en la conducción de los conservadores ni optar por un nuevo mandato. Vale señalar que es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que un canciller en ejercicio renuncia a presentarse a la reelección. Sin embargo, como ella lo ha expresado, ‘ya es tiempo de un descanso, disfrutar mi vida privada y familia”.
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Aunque a medida que se acerca la fecha para su retiro del poder han crecido los rumores en torno a que la dirigente alemana podría ocupar cualquier puesto de primer nivel, especialmente en Europa, aunque sin descartar que pueda ser presidenta de Alemania, ella se ha limitado a declarar “sabré que hacer con mi tiempo”, dejando así en el aire una nueva figuración en la geopolítica global.
Sencilla, descomplicada pero elegante, callada por su don de escucha, contundente a la hora de decidir y con el gesto del rombo que hace con sus manos cuando debe hablar. Así se puede describir en pocas palabras a Ángela Merkel, a quien la mayoría de los alemanes la llaman “Mutti” (mamá), máxime porque toda una generación ha crecido con ella, muchos de los cuales sin ser militantes ni activos políticamente, como la inmensa mayoría de los menores de 30 años, que constituyen alrededor del 14% de los votantes llamados a las urnas el domingo, le reconocen su buena gestión.
Desde hace años es reconocida como la mujer más poderosa del mundo ya que convirtió a Alemania en el eje de la política europea, tomando el liderazgo con su par francés y, de allí, que la solución a las diversas crisis que afectaron al viejo Continente provino del pragmatismo de esta mujer que aprendió, durante su larga estancia en la hoy desaparecida RDA a ser cuidadosa, pero sobre todo sensata. De allí que muchas veces ha pasado por encima de aspectos ideológicos, inclusive de su propio partido, como cuando en septiembre de 2015 decidió, contra viento y marea, abrir las fronteras de su país a miles de personas que huían de la guerra en Irak y Siria. Sin duda ese fue un momento clave de sus años de gobierno el que exaltó con la frase “Wir schaffen das" ("Lo lograremos"). Sin duda, un gesto de humanidad que fue aprovechado por sus detractores de la extrema derecha y le valió fuertes críticas de mandatarios de la Unión Europea. Pero, al poco tiempo, logró que esos mismos dirigentes accedieran a acoger a algunos migrantes, mediante un acordado sistema de cuotas.
Bajo ese estilo, dominado por la sapiencia y la paciencia, la de Merkel ha sido una carrera sin estridencias. Además, con su perfil serio se mantuvo inamovible en el centro cuando comenzaron a surgir líderes populistas o que buscaban una imagen más amable hacia los ciudadanos.
También será recordada a nivel europeo por ser la principal promotora de la austeridad en la recuperación de la crisis financiera de 2008, aunque también por su firme defensa del euro, con una frase especialmente célebre: "Si el euro fracasa, Europa fracasa".
Y, en lo social, además de su férrea posición para acoger migrantes y refugiados, fue la primera líder a nivel mundial en asumir el combate al cambio climático con políticas públicas. También sorprendió al mundo cuando en 2011, tras la catástrofe de Fukushima, decidió poner fin a la energía nuclear.
Más recientemente, tras el impacto de la pandemia de covid-19, apoyó sin cortapisa la idea de mutualizar las deudas europeas, impulsada por su par francés, Emmanuel Macron, para sacar al continente de la crisis.
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Fiable y muy popular
Los 16 años en el poder no han desgastado el apoyo y credibilidad de Merkel, interna ni externamente. Se dice que se diga que su popularidad es “inoxidable” y se coincida en que su retiro deja un inmenso vacío en la política alemana y global.
Una reciente encuesta elaborada por el Pew Research Center en 16 países, con un universo de 16.200 personas en 16 países para tomar el pulso sobre el sentir del retiro de la dirigente alemana revela que el 72% la ven como una dirigente que genera confianza. El único que la supera, por cuatro puntos porcentuales a Merkel es el presidente de Estados Unidos Joe Biden (76%).
Los otros encuestados reciben esta calificación: el francés Emmanuel Macron (58%), el ruso Vladimir Putin (23%) y dl chino Xi Jinping (18%).
La firma encuestadora también destaca que Merkel conserva una sólida base prácticamente desde que comenzó su andadura al frente del Ejecutivo, hace 16 años. Solo en 2011 y 2018 el dato de confianza en Merkel cayó del 70%.
Respecto a la influencia alemana de la mano de Merkel en el Viejo Continente, un 54% de los europeos encuestados creen que Alemania tiene el peso que le corresponde por derecho, frente al 30% que lo ve insuficiente y el 13% que lo considera excesivo.
Los datos, sin embargo, reflejan un recelo latente hacia Berlín entre los países del sur de Europa. Un 53% de los españoles cree que Alemania manda más de lo que debería entre los Veintisiete, mientras que en Italia la proporción asciende al 62% y en Grecia, por las obvias razones que le impusieron para salvarla de la debacle económica, se dispara hasta el 86%.
Lo cierto es que con Merkel se cierra un capítulo de la historia de Alemania, europea y hasta global, dado que interactuó con cuatro presidentes de Estados Unidos y otros tantos jefes de Estado, especialmente de Francia, este último con quien tejió alianzas al margen de ideologías en busca de una visión común y defensa del continente.
Sin duda, la gran habilidad de Angela Merkel es que supo leer el sentir ciudadano por encima de consideraciones políticas y mirar a largo plazo. De esta forma dio a su país una voz tranquila en un mundo cambiante y la esperanza de un mejor futuro, mientras que a nivel global dio ejemplo de cómo con un pensamiento racional y pragmático se pueden encontrar soluciones. Y, todo ello, muy alejado de nacionalismos y populismos.