En 1821, en el marco del Congreso constituyente de Cúcuta, al tiempo que la Constitución señaló como atribución especial del Congreso de la República: “Promover por leyes la educación pública y el progreso de las ciencias, las artes y establecimientos útiles; y conceder por tiempo limitado derechos exclusivos para su estímulo y fomento”, se dictaron una serie de leyes a partir de la premisa según la cual “la educación publica es la base y fundamento del gobierno representativo y una de las primeras ventajas que los pueblos deben conseguir de su independencia y libertad”.
Así, entre otras medidas, se ordenó la fundación de colegios en todas las provincias de Colombia, en la línea del decreto que había sido expedido el 6 de octubre de 1820, en el que se señalaba “Primero.- Que la Instrucción Pública es el medio más fácil para que los ciudadanos de un Estado adquieran el conocimiento, los derechos y deberes del hombre en sociedad. Segundo.- Que el Gobierno está obligado a proporcionar a los gobernados esta instrucción como que contribuye al bienestar de los individuos y a la felicidad de todos. Tercero.- Que por la constitución formada por el Soberano Congreso de Venezuela están privados de voto activo y pasivo en las elecciones populares, desde el año de 1830, para adelante los que no sepan leer y escribir. Cuarto.- Que tal privación sería vergonzosa a los que la sufren pues el voto activo constituye el ejercicio del ciudadano en un gobierno representativo”.
La ley de 6 de agosto de 1821 ordenó concretamente que cada provincia debía tener por lo menos un colegio con dos cátedras: una de gramática española, latín y principios de retórica, y otra de filosofía y de las ramas de las matemáticas que se considerasen prioritarias para cada provincia. En los colegios debería existir también una cátedra de derecho civil, canónico y natural. Los fondos vendrían en lo posible de cada localidad y donde fuesen insuficientes, se acudiría al tesoro nacional “en la medida en que lo permitieran los gastos de la guerra”.
El vicepresidente Francisco de Paula Santander, para quien la instrucción pública era la "primera base del edificio social y sin la cual la República no es más que un vano nombre", fue el promotor y ejecutor fundamental de esta política, que coincidía en lo esencial con el pensamiento del Libertador, más allá de los desencuentros que luego se presentaron entre ellos sobre los planes de estudio, las doctrinas de Bentham y el papel de la iglesia.
El “Proyecto para el arreglo de la enseñanza pública” presentado y discutido en el Congreso de 1822 condujo al Plan de Instrucción General de la República de Colombia, que llevó al establecimiento de escuelas en Bogotá́, Quito y Caracas para la preparación de maestros en el método lancasteriano.
Será ese mismo año el de la fundación y apertura en Tunja -previa oposición o concurso de méritos por las cátedras de gramática latina y castellana y de filosofía-, del Colegio de Boyacá, “institución educativa de carácter oficial y pública, con una filosofía republicana para la educación de la juventud”, considerado el primero de los “colegios santanderinos”, seguido luego de los de Antioquia en Medellín, San Simón en Ibagué, Loja en Ecuador y Mérida en Venezuela, y en los años siguientes de, entre otros, el Santa Librada de Cali, así como el de Pamplona y el del Istmo en 1823, de San Gil, Ocaña, Vélez, Santa Marta y Cartagena, así como Cumaná y Guayana en 1824, Mompox y Guanare en 1825, Socorro en 1826, Pasto y Chiquinquirá en 1827; y en una segunda etapa, los de San José de Cúcuta y Neiva en 1832 Floridablanca en 1835, Marinilla, Barichara e Ipiales en1837 y Cartago en 1839.
Rememorar estos sucesos debería servir para renovar el compromiso -no solo de quienes hemos tenido el privilegio de ser formados en estos colegios-, sino de todos los colombianos, con el ideario en el que Santander cimentaba la consolidación de la República, y que se mantiene vigente, en particular con la necesidad de una ciudadanía activa de la que aún se sigue hablando doscientos años después, y de la que tanto nos falta todavía por construir.
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