El mundo vive un frenesí alrededor de la abejas, en todos lados se sigue con preocupación el declive de estos grandes aliados de la vida, se trabaja desde diferentes frentes para contener su muerte masiva asociada a diversos fenómenos que van desde el cambio climático, el ácaro varroa a los productos químicos de uso agropecuario, siendo este último el que más preocupa por tratarse de una acción que pudiéndose controlar de manera inmediata y directa al estar asociada a importantes intereses económicos, especialmente promovidos por las multinacionales químicas, plantea un verdadero campo de batalla que confronta a productores agropecuarios y apicultores, un cese de hostilidades que se ve lejano en el horizonte.
Tendemos a creer que la abejas son un fenómeno natural propio de la vida rural. Nada más alejado de la realidad. Las abejas están donde las condiciones ambientales se lo permiten, en todos los climas, en todas las altitudes, la única condición que exigen en la disponibilidad de flores, donde ellas estén es posible encontrar abejas y la ciudad no es la excepción. Para algunos habitantes de los centros urbanos toparse con un enjambre en un cielo raso, en un árbol, en un poste de la energía no es raro, normalmente en los citadinos su presencia genera preocupación, son sinónimo de peligro, por eso normalmente terminan muertas, les echan gasolina, insecticidas cuando no les prenden fuego, su manejo en los pueblos y ciudades es una de las cosas que deben cambiar.
Históricamente se ha creído que los responsables del manejo de las abejas urbanas es responsabilidad de los bomberos, ellos han manejado esa responsabilidad con más ganas que con experticia. En silencio, por la falta de preparación, dotación y demás recursos, muchos aprovechan para sacar la miel y luego matarlas; otros simplemente dilatan la intervención para propiciar que las personas que las tienen en sus casas terminen matándolas por la amenaza que representan. En fin, podríamos quedarnos contando las tristes historias que viven nuestras amigas las abejas urbanas.
El Congreso de la República expidió la Ley 2193 de 2022 con el propósito de fomentar la apicultura, disponiendo en el artículo 18 los comités municipales y distritales de manejo de abejas urbanas, integrados por la Defensa Civil, el cuerpo de Bomberos, la Policía Ambiental, la división de Gestión del Riesgo, la Oficina de tránsito y transporte del municipio o distrito, el Instituto Colombiano Agropecuario, la Corporación Autónoma Regional y un equipo de apicultores especializado en trabajo de altura, con la misión de atender y reubicar los enjambres en proyectos familiares, de un lado se salva la vida de las colonias de abejas y del otro se promueven proyectos productivos para familias campesinas.
A la fecha ningún municipio o distrito ha implementado el comité. Pensemos que solamente en Bogotá, según cifras de Bomberos, al año se reportan alrededor de dos mil quinientas emergencias por la presencia de enjambres ¿Cuántos enjambres podemos salvar con la adopción de los comités? Su implementación es urgente, necesitamos a las abejas en los campos, no muertas por negligencia.
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