Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Miércoles, 13 de Mayo de 2015

EL SEPTIMAZO

Momo

LA afirmación hecha por el Procurador hace un par de semanas le ha quitado a Momo un poco de esa dignidad que yo le devolví cuando lo rescaté del maltrato. Él, que me ha domesticado y convertido en su mascota, sabe que lo amo casi como a mis hijas, aunque sea un gato.

 

Por cuenta de Ordóñez, Momo y yo deberemos aceptar al unísono con la sapientísima Corte Constitucional, que “los animales no son seres en igualdad de dignidad a los humanos y por tanto, no pueden ser titulares de derechos”, aunque la Declaración Universal de los Derechos Animales, aprobada en 1978 por la ONU y Unesco, dice que sí.

 

Selecciones, ese compendio filosófico de supermercado que se resiste a desaparecer y cuyas páginas rasga Momo con alegría para ponerme a salvo de la estulticia humana, asevera en una de sus lecturas digeridas que el mismísimo Abraham Lincoln, decimosexto presidente de los Estados Unidos, y republicano como Trump, dijo: “Estoy a favor de los derechos de los animales tanto como de los Derechos Humanos. Es la única manera de ser un humano completo”.

 

Me pregunto cómo ser un humano completo en este país, donde les pisoteamos el disfrute de los derechos humanos a las minorías, los marginales, los débiles. Y donde el más fuerte cree que sus derechos son de mayor nivel.

 

Tengo siempre presente que Momo llegó a mí cuando yo era asesora de incidencia política de una senadora que en nombre de las urgencias de la Seguridad Democrática me sugería programar las enfermedades de la inefable Gabriela.

Entonces me digo que si tratándose de humanos somos incapaces de aceptar al otro como un legítimo otro en la convivencia, qué decir de acoger a los animales como seres sintientes.

Miro a Momo y me pregunto si no será un exabrupto condolernos con sus congéneres mientras hay niños que mueren a golpes, abandonados o desnutridos por la desidia estatal y la indolencia de quienes solo conocemos el hambre a través de relatos literarios magistrales como Las Cenizas de Ángela, del irlandés Frank McCourt.

 

LaSelecciones que Momo ha convertido en juguete también cita a Gandhi: “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que trata a los animales”. A Momo también lo amparala ética sensocéntrica, la cual sostiene que todo ser con capacidad para sentir, merece consideración moral.

 

Pero Momo sabe que somos una nación atrofiada con estatura moral enana.