Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Viernes, 23 de Enero de 2015

Aguante

 

En esta Séptima desalmada los más pérfidos se han atrevido a asegurar que en su búsqueda de la paz a Santos lo anima el deseo de ser un Mandela del altiplano cundiboyacense o en todo caso, de este lado del mundo.

Me llega el eco de su alocución de principio de año, en la que lo citó: “podemos escoger vivir en un mundo definido no por nuestras diferencias, sino por nuestras esperanzas comunes”, y lo complementó: “yo escojo vivir en un país definido por nuestras esperanzas comunes y sé que la mayoría de ustedes también”, invitándonos a la tolerancia y a la reconciliación.

No basta con querer. No solo porque Mandela fue único, sino quizás porque a la manera de La Imitación de Cristo, hay virtudes que se pueden emular -coherencia, flexibilidad, serenidad, discreción, austeridad- pero que resultan inútiles para la paz si no se practica el respeto por el contrincante ideológico y no comprendemos por fin que el crítico no es enemigo y la tolerancia no es aguante.

No son enemigos de la paz ni Pastrana ni Uribe, ni nosotros los de la otra mitad; escuchar el disenso es parte del respeto por el otro. En Carta a un rehén, una obra corta escrita en 1944 por Antoine de Saint-Exupéry, se lee: “(...) Nadie de entre nosotros tiene el monopolio de la pureza de intenciones. Puedo combatir, en nombre de mi camino, el camino que otro ha elegido; puedo criticar los pasos de su razón -los pasos de la razón son inciertos-. Pero debo respetar a ese hombre, en el plano del Espíritu, si pena hacia la misma estrella”.

Así mismo, tolerar no es aguantar. Recordemos a Karl Popper, quien en su célebre paradoja, sentenció: “(…) si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto como ellos, de la tolerancia”.

En nombre de la tolerancia Santos no puede pasarle tantas y tan seguidas a las Farc. Eso más bien es aguante, a la manera de Calle 13: “(…) aguantamos lo que vino y aguantamos lo que viene / aguantamos al culpable cuando se hace el inocente”.

La reconciliación esperable con la refrendación de los Acuerdos de Paz de La Habana será una entelequia si no respetamos al contradictor y si “(…) aguantamos hasta el pendejismo”.