Ahora nadie desensilla en palacio | El Nuevo Siglo
Domingo, 25 de Diciembre de 2022

Un agudo analista de la historia de los gremios en Colombia anotó alguna vez que la Andi empezó a perder importancia en la vida económica del país cuando dejó de “desensillar en palacio”. Como lo hizo tal vez hasta los años setenta del siglo pasado durante la presidencia de Fabio Echeverry Correa.

De entonces a ahora no solo la asociación de los industriales sino el conjunto de la actividad gremial ha venido perdiendo importancia paulatinamente; se ha fraccionado; y su representatividad dentro del conjunto nacional carece de la trascendencia que llegó a tener hace algunas décadas.

Quizás sea lo normal. Así por ejemplo ha venido aconteciendo en Francia. Cuando un país se moderniza, cuando los canales de comunicación entre la sociedad civil y el estado se atomizan y se tornan más fluidos y dispersos, y cuando la influencia de las redes sociales se magnifica, no es sorprendente que la importancia de los gremios tradicionales disminuya y el sector privado encuentre otros canales de comunicación con los gobiernos de turno.

Lo que viene sucediendo, sin embargo, en las relaciones entre el gobierno Petro y los gremios tradicionales del sector privado tiene un ingrediente nuevo: se percibe un deseo explicito por “ningunear” las representaciones gremiales. Y en ciertos casos hasta influir indebidamente en la conformación de sus equipos directivos. Nada bueno para el país va a salir de esta actitud camorrista del gobierno Petro para con las asociaciones gremiales del sector privado.

Los ejemplos de lo que viene sucediendo entre el gobierno y los gremios privados son abundantes, y se reproducen dentro de un esquema que parece cortado con una misma tijera.

Un día, por ejemplo, la representante legal del gremio que agrupa a las EPS -organización clave para el diseño de la reforma a la salud que está en salmuera- y que uno pensaría debería ser escuchada con atención por el ministerio de la salud, se quejó en reportaje con Yamid Amat que no había logrado obtener siquiera una cita con la ministra Corcho. Parece que después, luego de largas semanas de espera, logró que la recibieran.

Otro día, un funcionario de la casa de Nariño lanza un ukase arrogante descalificando a la Andi como “interlocutor válido” para dialogar con el gobierno, quizás traduciendo la molestia al interior de la casa de Nariño porque la Andi adoptó (como siempre lo ha hecho por lo demás) una actitud analítica frente a la reforma tributaria. No fue solo que se le negara el derecho a desensillar en palacio (derecho que había perdido hace mucho tiempo) sino que sorprendentemente en esta ocasión se le desconoció la enjalma misma que le otorga personería para representar a los industriales colombianos a fin de ser escuchados en los círculos palaciegos. La anterior directora de Camacol parece que no era del agrado del gobierno y por lo tanto resolvió inteligentemente hacerse a un costado.

Ya se ha vuelto proverbial que el presidente Petro, despectivamente, declina asistir a las asambleas gremiales del país como siempre lo habían hecho los presidentes de la República en el pasado. O que cuando lo hace llega con varias horas de retardo mortificando innecesariamente a los asistentes.

A veces las cosas inexplicablemente pasan a mayores. Como ha venido sucediendo con la Federación Nacional de Cafeteros. Primero, rompiendo la concertación tradicional que durante cerca de noventa años ha regido las relaciones entre el gobierno y los representantes de 550.000 cafeteros al imponerles unilateralmente y de manera descomedida un cambio de gerente. Y segundo, casi que burlándose insólitamente de los apaleados representantes del gremio cafetero, dejándolos metidos en dos importantes reuniones a las que había sido invitado y había aceptado asistir. Pero a las que nunca llegó.

Una cosa es que los gremios del sector privado ya no desensillen en Palacio. Otra muy diferente es que en los círculos palaciegos se les ignore y maltrate de esta manera. Nada bueno va a dejarle al país esta actitud destemplada del presidente Petro para con los gremios privados. Los gremios no pertenecen al sector público, pero pueden ser aliados útiles en una buena gestión gubernamental. Esa oportunidad de cooperación está malogrando con la actitud “atorrante” del gobierno, como dicen los argentinos.