La guerra de la pulga
En Colombia cuando la subversión se muestra aparentemente inactiva o no desata ataques graves contra las Fuerzas Armadas o las poblaciones, se dice: los alzados en armas están derrotados, agonizantes, huyen como gamos por los montes y selvas, pronto se entregan, la población les es hostil. Cuando cae algún jefe subversivo, se proclama: descabezados y desmoralizados los bandidos, no tienen otra salida que rendirse. Somos los mejores del mundo en combatir a la guerrilla. No lo dudo. Lo que nos falta es la contundencia para aniquilarla. La que sí han tenido algunos ejércitos de la región, con mayor respaldo civil y, paradójicamente, menos aguerridos que el nuestro, al acabar de raíz con la subversión armada. Nos es adversa la hirsuta geografía nativa, así como la sucia politiquería contra el fuero militar. Varias veces, cuando los cabecillas de un grupo guerrillero están a punto de ser aniquilados, las tropas reciben la orden de no atacar. Rememoro el rostro de un veterano oficial, que hace años no veo, cruzado de cicatrices, de aspecto recio al desafiar tantos peligros y estar a la intemperie en fieros combate, cuando me comentaba adolorido que siendo un simple teniente y teniendo a varios jefes sediciosos cercados por los riscos del Cauca, le dieron la orden de retirada. Estaban de por medio negociaciones de paz.
Conquistada la superioridad aérea se presentan tres fenómenos: la reorganización del Estado Mayor subversivo, el repliegue y retorno a la táctica de la guerra de la pulga, guerra de comandos. En tanto engordan con la minería y las drogas sus alforjas. En la guerra del Vietnam, cuando el fuego de los Estados Unidos barría con las guerrillas, está cava refugios y ataca a mansalva pequeños puestos militares, para esperar con otra fuerza dispersa el momento de llegada de las tropas en auxilio del ejército o la aldea, para atacar pon la espalda con fuerzas superiores. Eso se repite en Colombia. Hasta que la superioridad de la FAC, les impide concentrar grandes fuerzas sin ser bombardeados y bombas dirigidas de alta potencia arrasan con sus madrigueras. El peor enemigo de las osadas tropas de los Estados Unidos en el Vietnam, que se extendió como peste, fue la desmoralización de los combatientes; la falta de apoyo de la sociedad, las marchas contra la guerra en las grandes urbes de ese país, así como el consumo de drogas.
Empleando un ejemplo de origen chino, la guerra de la pulga se asemeja el combate de un tigre en movimiento contra un elefante, mientras el tigre se mueve, fatiga, desconcierta y acosa al elefante con ataques súbitos, éste recibe heridas que no son mortales, pero con el tiempo puede desangrarse. La semana pasada asesinaron a 12 valientes soldados en La Guajira, atacados por la espalda. Estos hechos se suman a tres docenas de sangrientas incursiones subversivas en lo que va del año, que dejan más de un centenar de uniformados muertos, cientos de heridos, viudas y huérfanos. Es la reedición fatal de la guerra de la pulga, con apoyo del terrorismo urbano.