El rostro de la anarquía
En ocasión de los disturbios en Toribio, la televisión y los medios de comunicación han mostrado al público las caras de algunos de los personajes que suelen estar en la retaguardia, que rara vez aparecen en público. También salieron otros que suelen figurar a diario en los medios, en sus distintas reacciones. El presidente Santos por un rato abandonó su enigmática sonrisa oficial para traslucir ansiedad en el consejo de ministros de Toribio. A poca distancia de la reunión gubernamental se encontraban dos retenes de la guerrilla, en otro paraje un miliciano de las Farc de uniforme pulcro y arma al brazo, departía familiarmente con los indígenas.
En medio del trance se accidentó un avión Tucano del Ejército, horas después se ven unas figuras como borrosas que al acercarse se hacen más nítidas de unos indígenas cargando sin prisa los restos de la nave. Al parecer las armas y la caja negra las obtuvieron las Farc, de lo que no se conoce la foto, pero ellos suelen tener la manía de fotografiar las novedades, como de enviarlas por Internet a los distintos frentes, ya se sabrá. Feliciano Valencia, jefe de los cabildos indígenas, quien según los antropólogos de la zona es apenas medio indígena, jefatura la acción y aparece con su mirada inescrutable en los medios de comunicación. Varios de los indígenas dejan ver sus caras curtidas, tensas y decididas, cuando aparecen forcejeando, arrastrando y expulsando a los militares. Insulto al Ejército que nunca debió ocurrir.
El rostro con lágrimas de rabia del sargento García, en uniforme de fatiga y casco, conmovió al público, como la lealtad de sus hombres. Sus declaraciones suscitan la solidaridad colectiva. Se recordó que nuestros soldados carecen de fuero militar y son los que luchan en la periferia contra la subversión, razón por la que a cada victoria y acto de valor los condecoran, para después abandonarlos, víctimas de pérfidas denuncias y parar con sus huesos en prisión. Semejante prueba de estoicismo militar merece aplausos y consideración. Esos uniformados demostraron que cuando se tiene razón y se cumple el deber, a pesar de portar armas es posible seguir a Gandhi. Es doble el mérito entre quienes siguen la carrera de las armas. Claro, como dice la Biblia, no te disfraces por mucho tiempo de paloma, pues te devorarán los buitres. Avanza la estrategia subversiva por inmovilizar las tropas y por la vía legal enjuiciar a los valerosos soldados, con miras a fomentar repúblicas independientes en los resguardos. La anarquía es una enfermedad contagiosa. El patriotismo militar sin respaldo civil, condenados a prisión por defender el orden social, conduce a la desesperación.
La cumbre en Toribio, los incidentes por la temeraria acción punitiva de los indígenas, capturó de improviso la atención nacional, con los medios de comunicación transmitiendo minuto a minuto la turbulencia de la jornada anárquica; por momentos opacan las reacciones contra la Ley de Justicia, el Congreso y los poderes públicos. En medio de la banalidad se desestima el abismo al que nos empuja el creciente trastorno social.