ALEJANDRA FIERRO VALBUENA | El Nuevo Siglo
Sábado, 24 de Noviembre de 2012

Perspectivas

 

Acostumbrados  a una misma y única perspectiva: la propia. Cada persona sujeta a su propia perspectiva, conoce el mundo desde sí misma y para sí misma. Es la gran maravilla de la persona humana, única, irrepetible, auténtica; pero al mismo tiempo, su peor condena. Lo relativo a sí mismo es lo que puede llegar a conocer y a vivir. Lo subjetivo termina siendo el único lugar posible desde el cual emite juicios sobre la realidad.

Este ambivalente rasgo, tan radicalmente humano, ha sido ensalzado en 0ccidente de manera desmesurada. El resultado desafortunado ha sido el hastío de sí mismo al comprobar la ineficacia del relativismo y el subjetivismo como posturas vitales. Sin embargo, en su complejidad el ser humano encuentra la salida hacia los otros, los distintos, y se abre en él como camino de realización la relación, la interlocución yla entrega.

Me ha sorprendido gratamente encontrar dentro de la literatura reciente dos novelas, casualmente escritas por autores ingleses, que ofrecen la posibilidad de un cambio de perspectiva. Annabel Pitcher en su libro Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea y Mark Haddon en El curioso incidente del perro a media noche, dan muestra de un gran talento en el arte de ver el mundo a través de los ojos de otro.

Ver con los ojos de un niño la muerte, los atentados terroristas y la xenofobia hace que estas realidades altamente estereotipadas en nuestra cotidiana concepción del mundo adquieran nuevos matices y puedan ser vistas desde otro marco, más humano y veraz. En el exquisito relato de Pitcher, no queda desazón ni hastío al enfrentar problemas como el abandono infantil y el alcoholismo. Aunque duras, estas realidades vistas a través de los ojos de un niño de 10 años cobran un sentido  más amplio, más humano, a la vez que podemos reconocer pistas, comprensión e incluso solución que desde otra perspectiva no comparecen. Al leer el relato es inevitable comprender por qué el protagonista piensa y actúa como lo hace. Es inevitable, en resumen, encontrarse en ese otro altamente identificado.

En El curioso incidente del perro a media noche el autor abre una ventana aún más profunda, al invitar al lector a entrar en la perspectiva de un niño autista. Un niño abandonado por su madre y engañado por su padre, que descansa resolviendo problemas matemáticos y que decide emprender una investigación al estilo Sherlock Holmes, nos lleva a un mundo en el que la interpretación y la afectividad son sinónimo de confusión. El perfecto mundo mental del protagonista se ve perturbado por aquello que para el común de los mortales es señal de éxito social. Los gestos, las ironías, y los abrazos son señales tan confusas que, por necesidad, deben ser evitadas. El mundo simbólico que  damos por hecho es para el protagonista, lo que le hace desconfiar y lo envía, cada vez con más fuerza, a la profundidad de su mundo. Inevitable preguntarse, después de esta lectura, por aquello que consideramos sólido y eficaz. Este libro nos enfrenta con la fragilidad de un mundo  interpretado y sujeto a afectos irracionales.

Curiosamente, el efecto de este cambio de perspectiva no es el distanciamiento, sino más bien, un reencuentro con el propio yo, en un nuevo nivel.