ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 8 de Junio de 2013

Salud y educación

 

Hay dos temas que son objeto de las consideraciones de los políticos en trance de elección o reelección lo cuales constituyen preocupación de todos los colombianos.  Educación y salud; en ellos se solazan los políticos ofreciendo en muchos casos sin ton ni son.   Dicen que en materia de hospitales, por ser de clamor de todos, las construcciones existentes si  estuvieran funcionando con los equipos y personal correspondiente serían suficientes para atender a los pacientes a lo largo y ancho del país. Pero no, el desperdicio de recursos es incalculable, pero eso sí, con las promesas cumplidas porque ahí está la construcción del hospital cayéndose a pedazos en espera de quien lo ponga a funcionar. Ha sido demasiada la corrupción, digamos más bien el despilfarro del cual ha sido objeto este sector sin que tenga doliente diferente al ejército de pacientes que no pueden ser atendidos con las consecuencias para la salud colectiva.  Un de las obligaciones básicas de una sociedad que escoge la manera como debe ser manejada es la de proporcionar a los ciudadanos los medios necesarios para que su salud sea preservada. ¿Será mucho pedir que esto se cumpla, sin ser tachado de subversivo? El ensayo de cumplir con esta obligación primordial que ahora se está tratando corregir con una nueva organización está haciendo agua, como la está haciendo el proyecto que se ha pretendido presentar a consideración del Congreso. ¿Cuántas generaciones tendrán todavía que pasar con este justificado clamor para que el país pueda contar con un mecanismo de ejecución de los programas de salud que efectivamente la garantice?

 

La educación es otro tema con el cual los políticos pretenden complacer a sus codiciados electores, porque no existe solicitud colectiva más esperanzadora que la de conseguir conocimientos que permitan salir de la ignorancia; es mucho lo que se ha hecho pero todavía hay mucho por hacer. Atajar la deserción escolar, en muchos casos auspiciada o tolerada por los padres de familia, debe acabarse porque antes de determinado grado de conocimientos se regresa con un gran facilidad al analfabetismo que es precisamente lo que no se quiere eliminar. Superados estos escollos cuando se logra acceder a la universidad, allá es donde surgen planteamientos que bien vale la pena considerar. Como política general de los organismos que imparten la formación profesional, ¿la meta es conseguir que los estudiantes sean unos magníficos  durante su permanencia en la universidad o entrenarlos, sin perjuicio de los buenos resultados,  para el eficiente ejercicio profesional?  Excelentes resultados de las pruebas o exámenes desde luego que acreditan a los centros que imparten la enseñanza, pero pienso que más los acreditan el excelente ejercicio en la actividad para la cual fueron preparados. Profesionales egresados de determinados centros resultan ser excepcionalmente regulares o malos en su desempeño, en tanto que en otros la relación es inversa. Analizar el fenómeno sería una buena tarea para quienes tienen como tareas planear y orientar la educación superior. Buenos estudiantes o buenos profesionales o la combinación de las dos, son alternativas que desde luego no se eximen entre sí.

 

El incansable clamor por la salud  y la educación debe ser un estímulo para los políticos y también para los gobernantes si quieren dejar  huella.