Alfonso Orduz Duarte | El Nuevo Siglo
Sábado, 27 de Febrero de 2016

A TRAVÉS DEL TEODOLITO

Disraeli

UNO de los políticos británicos del XIX que ha traspasado las fronteras de su país por razones tan importantes como que basó su desempeño en la vida política de Gran Bretaña, en la cual dejó huellas que aun hoy gravitan, no solamente en su país sino que es, por lo menos citada en otras partes del mundo. Sus condiciones, lo que los ingleses llaman de gentleman por una parte y por ser un “dandy” en su comportamiento y en su manera de vestir, asunto al cual los  ingleses le ponen mucha atención. Supo cómo tratar a sus semejantes, por su inteligencia; en particular, luego de una etapa de antipatía, cautivó a la Reina Victoria de quien llegó a ser su confidente y admirador, lo mismo que ella de él.

En la carrera política,  su exquisita manera de tratar a la gente y su gran capacidad oratoria le abrieron el camino si así puede decirse, en el proceso no provocado de llegar a ser un personaje importante en le segunda mitad del siglo XIX;  proceso que no estuvo exento de tropiezos, desagrados y derrotas, las cuales seguramente contribuyeron a reafirmar su personalidad,  que nunca dejó de ser atrayente para amigos y enemigos.  Me refiero a Benjamín Disraeli, de antepasados judíos sefaraditas, aunque bautizado anglicano; nunca dejó a un lado su simpatía por sus orígenes, por lo cual se le llamó “marrano”, como fue el apelativo para judíos convertidos al catolicismo. Parece ser que sus ancestros pertenecieron a los judíos que fueron expulsados de España, en 1492, aunque también se ubican en Italia.  En fin, sus orígenes no le agregan mucho a su gran desempeño como líder, conductor y orientador del pueblo

Su verbo, al estilo británico, era arrollador, así como su brillante inteligencia y cultura que era trascendente en sus actividades públicas y privadas por lo cual era meticuloso en todo lo que hacía. En aquella época, segunda mitad del XVIII, los acontecimientos públicos no pasaban desapercibidos, pero los medios de comunicación masivos eran bastante limitados tanto en su cubrimiento como en su circulación. Eso no era obstáculo para que los mandatarios, aunque no estuvieran acosados por los periodistas ávidos de noticias inmediatas con impacto ante la opinión, no se cuidaran de hacer las cosas bien. La  conducta de los mandatarios no estaba condicionada al juicio a veces severo y otras injusto e inmediatista de los periodistas,  sino a su buen juicio. De ahí que se le atribuye al gran Disraeli la reflexión que debería estar presente para algunos de nuestros directivos en el sentido de no tener que rectificar, ni explicar, ni comentar sus acciones, las cuales por su misma índole se explican solas. Dura de aplicar esta reflexión en los tiempos que vivimos.