Con bastante énfasis, los concursos de popularidad en que se han transformado crecientemente las elecciones toman ventaja de las emociones de un electorado no siempre informado sobre su situación en términos reales. Muchas veces se impone el populismo de candidatos y gobiernos: aumentar las deudas tanto públicas como privadas, internas y externas; y con ello asegurar la “fidelidad” de diputados.
Se reitera, a partir de ello, dar proyectos y dinero fresco a los diputados y senadores con lo cual se asegura la gobernabilidad y la aprobación de leyes. Y que otros gobiernos se encarguen de pagar las deudas, las viandas que hemos disfrutado. Fácil pasar los períodos presidenciales de esa manera. Fácil e irresponsable.
Para abordar los problemas en serio se requiere admitir que se necesitan definir objetivos. Ya sea con déficit comerciales externos o no, es preciso aumentar el valor agregado de las exportaciones, a la vez que como mínimo, se van disminuyendo los altos niveles de endeudamiento de la región. Estos sí son desafíos reales, vitales para nuestras economías en Latinoamérica y el Caribe.
Como parte de las soluciones, siempre como mínimo es urgente definir las grandes directrices estratégicas, saber para dónde van los países, establecer cuáles son las prioridades y las demandas pertinentes para colocar recursos.
Es imperativo comprender que descuidar los mecanismos de mercado -en lo que tienen de favorable- controlar las fallas de mercado y del Estado y no dar prioridad a las capacidades empresariales posibilita la aparición de economías de escasez permanente. Estos han sido los casos genéricos de los países menos funcionales de la región, tales como Haití o Venezuela, Nicaragua o últimamente lo que se sabe de Honduras.
A partir de lo anterior, lo crucial de promover y fortalecer es la capacidad de desempeño de las empresas. Algo que depende no sólo de las actividades administrativas eficientes, eficaces y oportunas, sino fundamentalmente de la demanda efectiva que se tenga en las sociedades. De allí que tener déficit de demanda se concreta en lo que pueden ser grandes contingentes de pobres, lo que hace que, al final, perdamos todos.
Perderá quien no puede comprar, quien no puede vender porque el otro no compra, quien no puede producir porque el otro no vende, porque el otro no demanda, y también quien no puede emplearse dado que no hay producción que dinamice los circuitos económicos.
La pobreza promueve grandes juegos sociales basados en perder-perder. La gente se cansa, sale a la calle, demanda oportunidades o bien conforma grandes grupos de migrantes, especialmente hacia Estados Unidos.
En todo este entramado en la región, no se hace tan visible muchas veces el tópico de la perdurabilidad empresarial. Sin embargo, se trata de uno de los más serios y significativos problemas económicos que los países deben enfrentar, más allá de la creciente superficialidad informativa a la que nos vemos expuestos de manera diaria.
Ciertamente la perdurabilidad empresarial es uno de los componentes que se encuentran en la médula del desarrollo que todos deseamos, dado que es un factor central en la productividad, la competitividad y la creación de empleo.
En relación con la emergencia de oportunidades laborales productivas, el empleo que se genera en las empresas es uno de los tres enlaces clave entre el crecimiento económico y el desarrollo humano. Los otros dos vínculos serían: (i) la presencia de una efectiva y eficaz red de protección y de seguridad social, y (ii) la asistencia y funcionamiento de las instituciones.
En toda América Latina y el Caribe se reproduce un patrón bastante generalizado en los países en desarrollo, en cuanto a tamaño y frecuencia de empresas en los mercados internos. En ellos es posible advertir que cerca de un 95 por ciento de las empresas son micro, pequeñas o medianas unidades de producción.
Esas pequeñas empresas, dado su poca capacidad de producción y su presencia en el mercado, son “tomadoras de precios”, no pueden tener posiciones hegemónicas o dominantes en los diferentes sistemas económicos. De allí que las empresas pequeñas se encuentren más vulnerables, más a merced de las condiciones del entorno. En la medida que una empresa es pequeña, más que depender de los activos fijos, lo hace de la rotación de inventarios. De allí uno de los factores de su gran vulnerabilidad.
En Latinoamérica la tendencia es que las pequeñas empresas deben enfrentar en general tres grandes obstáculos para su desempeño: (i) poco acceso a créditos productivos; (ii) condicionantes fiscales que restringen la demanda agregada interna de los mercados; y (iii) en algunos países más que en otros, tipos de cambios inestables, variando entre lo sobrevaluado o lo depreciado.
No superar obstáculos de acceso a crédito, a ampliación de mercados internos y de inestabilidad cambiaria, hará que la dinámica económica y social de los países permanezca en círculos que se retroalimentan en el subdesarrollo. Es continuar con grandes cifras de pobreza, inequidad, falta de competitividad. Es continuar subsistiendo “a como Dios ayude” en las precarias y trágicas condiciones de los mercados marginales, informales, o de “economía subterránea”.
En todo caso, como se admite reiteradamente en la corriente de pensamiento del “neoinstitucionalismo” el desafío central es tener entidades, instituciones que propicien la incorporación de la población a los esfuerzos del desarrollo; se trata de constituir un sentido incluyente del desempeño económico, político y social.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard.
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