En los balances de las alcaldías sobre los desafíos en seguridad ciudadana durante su primer año de mandato es claro que, si bien se avanzó en la disminución de varios delitos de alto impacto, hay conductas que, por el contrario, se han disparado. La extorsión está a la cabeza de las amenazas, así como homicidios y hurtos, pese a las reducciones puntuales.
En términos nacionales, así las encuestas de percepción y victimización muestren un escenario dramático, las autoridades destacan que en 2024 hubo resultados positivos. De hecho, la Policía Nacional dio cuenta de una reducción del homicidio en un 1,7% el año pasado, cuando se presentaron 13.342 casos. En otros delitos hay cifras más favorables, como en el hurto a personas que disminuyó en 21% o a residencias en 19%. También bajaron los robos de motocicletas (-9%) y de vehículos (-5%). Igual se registró menor incidencia de abigeato, atracos a bancos, secuestros y ‘piratería terrestre’, entre otros.
Sin embargo, hay conductas ilegales que aumentaron de forma preocupante, como la violencia intrafamiliar (11%), circunstancia que se ha convertido en un dolor de cabeza para las autoridades.
Ahora, el mayor problema en 2024, sin duda alguna, fue la extorsión que se incrementó en 11% aunque es claro que es uno de los delitos con más subregistro, pues las víctimas no denuncian por temor a retaliaciones de los criminales. A hoy es la actividad ilegal que más impacta a la población y el flanco más débil de las estrategias de seguridad ciudadana del orden nacional, regional y local. Incluso, no pocos casos de sicariato, atentados terroristas, secuestros y robos tienen una relación directa con el modus operandi de estas redes criminales y su compleja mixtura de delincuencia común y organizada.
Es apenas natural que las estadísticas de incidencia delictiva no son uniformes y tienen una diferenciación regional marcada. Por ejemplo, en Bogotá la administración distrital destacó que en 2024 se redujo el hurto a personas 22%, a residencias 77%, al comercio 50% y también la violencia intrafamiliar en un 55%, contrario en esto último a la tendencia nacional. De igual forma, se capturó a más de 30.000 criminales y se impactó a 454 organizaciones ilegales, entre ellas el Tren de Aragua y ‘Satanás’. El flanco negativo, según el programa “Bogotá Cómo Vamos”, es que los homicidios crecieron en un alarmante 11,9% y la extorsión en un impactante 70,4%. Aquí debe concentrarse el ajuste del plan de seguridad, por obvias razones.
Para este 2025, por ejemplo, entre las estrategias a implementar en la capital del país está la creación de más de 500 Frentes de Seguridad con participación de la ciudadanía. Asimismo, teniendo como antecedente que las capturas por cámaras de videovigilancia aumentaron en 7%, se reforzará el número de estas con tecnología multisensor y de reconocimiento de placas. Todo ello acompañado de un aumento en equipamiento, personal policial e inteligencia.
En Medellín, entre tanto, lo que más destacó la alcaldía es que el año pasado registró la tasa de homicidios más baja de las últimas cuatro décadas, al caer 17%. También se redujeron atracos, riñas, secuestros y otros delitos de alto impacto. No obstante, una de las quejas más reiteradas sobre la estrategia de seguridad son los cortocircuitos entre la Alcaldía distrital y el Gobierno nacional. Hubo lunares muy visibles como la cantidad de extranjeros asesinados, muchos en relación con el llamado “comercio sexual”. También hay picos en microtráfico y un incremento de muertes y heridos relacionados con extorsión, riñas, violencia intrafamiliar y hurtos.
En Cali, a su turno, la alcaldía destacó que el homicidio cayó un 7%, en tanto el hurto en sus diversas modalidades presentó una baja considerable. Sin embargo, las muertes y actos violentos asociados a extorsión, “ajustes de cuentas” y accionar de grupos subversivos mantienen las alertas prendidas. Muy positiva fue la captura de 5.683 personas y la desarticulación de 95 grupos de delincuencia común organizada.
Si se revisan los cortes de cuentas de los mandatarios de estas tres ciudades, así como de otras capitales y municipios, quedan evidencian varios factores comunes. El primero, los homicidios y masacres cada vez tienen una mayor relación con el accionar delincuencial que con casos de intolerancia o riñas entre particulares. En segundo lugar, las estrategias de seguridad más efectivas son las que combinan eficiencia de autoridades y planes de inversión social preventivos. Tercero: urge una reforma penal que limite las excarcelaciones de delincuentes reincidentes, por ser estos los más involucrados en homicidios, hurtos y extorsión. Finalmente, la violencia por razones de género requiere un plan de choque.
El análisis de estos elementos debería llevar a que se ajusten las políticas de seguridad ciudadana de forma más integral y efectiva. Empero, para ello es vital una mayor coordinación funcional entre las esferas políticas, operativas, judiciales y sociales del nivel nacional, departamental y municipal. Pero eso, precisamente, no se está viendo de forma eficaz y proactiva.