La estratagema de Pisístrato | El Nuevo Siglo
Viernes, 13 de Septiembre de 2024

La sensación de desgobierno se intensifica cada día. El desconcierto prevalece en las regiones tomadas por los violentos. “El Estado se está encogiendo”, dijo Humberto de la Calle. La escena repetida de soldados y policías secuestrados por campesinos que no permiten que la fuerza pública entre a sus territorios, refleja la claudicación de la autoridad. El martes pasado en López de Micay, Cauca, hubo otra masacre, esta vez de 12 ciudadanos. Horas después los vecinos no sabían ante quién denunciar el dramático episodio.

Como los vecinos de López de Micay, ya no sabemos a quién acudir. Cuando se piensa en la Casa de Nariño aumenta la incertidumbre. En pleno paro camionero el presidente Petro prefirió hablar de “Pegasus”, tan inasible como el caballo blanco alado de la mitología. Era hijo de Medusa, la de los cabellos de serpientes, de quien se asegura miró fijamente a todos los funcionarios del régimen: parecen de piedra.

En una situación tan singular y preocupante, el presidente se olvidó del Acuerdo Nacional y ha preferido abrigarse en sus resentimientos, para no advertir que el país se le fue de las manos. Antes se le notaba seguro de sí mismo. Ahora, se le ve confundido y a la defensiva. ¿Por qué no me tratan como a los demás presidentes?, preguntó hace pocos meses. ¿Qué complejo se esconde detrás de ese interrogante?

Cuando los dirigentes de los partidos tradicionales y los voceros gremiales, sin excepción, han expresado su rechazo a toda alteración del orden constitucional, la alucinación de Petro sobre un golpe de Estado roza con lo paranoico: cada investigación, cada crítica periodística, cada providencia de los tribunales, cada debate en las Cámaras, cada cita de la Constitución de la Ley, hasta el lema del escudo, “Libertad y Orden”, lo considera una amenaza contra el primer presidente de izquierda. La filiación política de un destacado y admirado magistrado le causa desazón.

Sin embargo, hay que tener mucho cuidado porque esa suma de angustia autoinfligida y carga ideológica, la resuelve Petro desde el marxismo, desde su ser totalitario: pretende dirigir todas las actividades de la sociedad que gobierna. Y la quiere reunida a sus pies, como en las escenas aterradoras del nazismo: un país marchando y saludando: Heil Hitler. Por eso, es un obsesionado por las movilizaciones de respaldo. En cada alocución llama a la rebeldía de “su pueblo”. ¿Es contra el Estado que él mismo dirige? Y, siempre esgrime su arma preferida, el micrófono, que ya no convoca, solo divide, disocia. No supo ser Jefe de Estado. Es apenas el jefe de una secta.

Pero si hay algo más preocupante que las amenazas desde el poder, es el silencio de los dirigentes de la democracia colombiana. Y la proliferación irresponsable de candidaturas presidenciales.

La democracia implica una concepción del hombre. Es más, surge de esa concepción. El Humanismo, que alimenta nuestro ideario, le dice NO a la masificación del ciudadano. NO al hombre-masa, al que apuesta Petro. Por el contrario, creemos en la libertad creadora del ser humano, del hombre cuerpo y espíritu, comprometido con el Bien Común. En consecuencia, se define la política como una actividad inevitable del ser humano a través de la cual se busca vivir mejor que ahora.

Ante tantos retos intelectuales y políticos se requiere un liderazgo moderno que enfrente al monologo del resentimiento. El liderazgo democrático es para servir al pueblo, el marxista es para subyugar al pueblo. Se requieren propuestas de compromiso para erradicar la violencia y la pobreza pues, si bien hay melancolía de la izquierda colombiana, desconcertada por un presidente perseguidor que se dice perseguido, hay también la ambición de permanecer en el poder, de no dejarse vencer por las fuerzas dominantes del ayer. Es una dialéctica mantenida que no se podrá derrotar si se desconsidera, si se desconoce. Armar un programa de futuro necesita estudios, análisis y comprensión de la economía de los pobres. La contemporánea es una sociedad informada que tiene conciencia de sus propias posibilidades. Y que exige oportunidades, no promesas. La democracia ha sido retada a concretar sus ideales.

Al adalid democrático le toca tanto responder al sistema fracasado de producción comunista como a la economía mercantilista basada solo en la fecundidad del dinero, que ha reinado en la sociedad de consumo. Busquemos el camino hacia una nueva economía transformadora y sobre todo eficaz que resuelva los problemas de la gente. La democracia eficaz es la exigencia de nuestro pueblo.

Ahora, lo más importante de todo es que el candidato de la democracia tenga inexpugnable autoridad moral para que comprometa a la política y a la justicia con el servicio a la Patria.

Pisístrato S.VI AC, el tirano griego, se hirió a sí mismo y llegó al mercado de Atenas pretendiendo haberse escapado de sus enemigos que querían matarlo. Así obtuvo una guardia personal que lo protegiera. Con su guardia se tomó la Acrópolis y luego el gobierno de la ciudad más importante de Grecia. Su estratagema aún seduce a los tiranos de todos los tiempos.